Una selfie de Bukele

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Nayib Bukele, presidente de El Salvador, tiene una actitud de frescura que se empata bien con su juventud (38 años). En su encuentro con Trump, por ejemplo, se expresó en un inglés correcto y fluido, bromeando y destacando el uso que hacen ambos de Twitter. 

El video es difundido por el presidente salvadoreño en su cuenta de Twitter, en un post con el comentario “President @realDonaldTrump actually liked my shoes. No kidding”. El toque frívolo, como si se tratara más de una reunión entre celebridades que entre jefes de Estado, es deliberado, como si no reparara en que es la relación bilateral más importante para El Salvador. 

También aparece en la cuenta la selfie que tomó durante su discurso en la ONU. Muy buena: se puede ver tanto la insignia de la ONU como su rostro luciendo la sonrisa franca y resplandeciente de quien está enormemente satisfecho de sí mismo. 

Si fuera por él, juzgaríamos su gobierno por estas imágenes. No así con la del 9 de febrero pasado, cuando entró a la Asamblea Legislativa, previamente tomada por solados y policías armados y rodeada por francotiradores apostados en las azoteas, y después de convocar a sus seguidores a ejercer el derecho constitucional a la insurrección.

Cuestionado por El País, dijo que esa “foto” es “superficial”. Añadió: “Alguien que no conoce El Salvador ve la foto de los militares en el Congreso y dice: ‘¡Qué barbaridad!’ Pero, qué es más grave, una foto de unos militares donde no se agredió a nadie, no hubo heridos, ni disparos… o saber que hubo diputados… que negociaron con pandilleros”.

Bajo la lógica de Bukele, la foto de cualquiera de los cuatro o cinco asaltos que he sufrido transmite una idea superficial, pues en ninguno me dispararon. 

Pero el hecho es que las armas apuntándome me persuadieron de atender la petición de los asaltantes. A menos que en El Salvador las balas no maten, las armas también intimidan a los legisladores salvadoreños. A esa intimidación Bukele le llama “acto de presencia”, como quien dice “¡Y le encantaron mis zapatos!”.

Bukele perdió la paciencia porque la Asamblea ha retrasado el voto sobre la contratación de un crédito para la tercera fase de su plan seguridad. Tras verificarse la falta de quórum en la sesión extraordinaria a la que él convocó para discutir su proyecto, emprendió su acto de presencia.

Dos partidos, el FMLN y Arena, tienen 60 de las 84 diputaciones de la Asamblea. El partido de Bukele, Gana, sólo tiene 10. Bukele tendría que hacerse a la idea de la necesidad de negociar. Por el contrario, ha optado por la confrontación, apoyándose en su gran popularidad.

En meses recientes, hemos visto enfrentamientos entre poderes en Perú, Haití y Venezuela. El poder judicial salvadoreño de inmediato rechazó la acción de Bukele, fallando que el presidente se excedió en sus facultades al convocar a sesión extraordinaria. En cambio, la constitucionalidad de las acciones de Vizcarra fue confirmada por la corte peruana, y en Haití es un hecho que los legisladores habían concluido el período de su mandato. Entonces, en su ausencia de sustento legal y el recurso a la fuerza pública, las acciones de Bukele se asemejan especialmente a las tomadas por Maduro contra el congreso venezolano.

Tal vez Bukele diría que esta similitud es superficial, remitiendo al intercambio de insultos que ha tenido con el dictador venezolano… en Twitter. Pero consideremos esta otra imagen: al entrar a la sede del legislativo, tomada por el ejército, Bukele se sentó en el lugar reservado para el presidente de la Asamblea y dijo “Está claro quién tiene el control aquí”, disfrutando con la imposición de su voluntad ante quienes se le habían opuesto, ahora impotentes. Bukele no es un dictador, pero esta imagen lo muestra de una forma que no encontraremos en @nayibbukele. No usó su iPhone para tomarla, pero es su mejor selfie.

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