Venezuela, siempre puede ser peor

Compartir:

- Advertisement -

¿Qué sigue para este país?

El conflicto político en Venezuela amenaza con degradarse en una crisis humanitaria y migratoria de impacto continental, en la probable antesala de un nuevo ciclo recesivo global que encuentra a América latina, girando en algunas de sus principales economías hacia políticas neoliberales, como en Brasil y Argentina.

El presidente Nicolás Maduro, quien obtuvo seis millones de votos en los comicios presidenciales del 20 de mayo de 2018, rechazó hasta ahora convocar a nuevas elecciones, defendiendo la legitimidad de su mandato. La oposición, que mayoritariamente decidió no concurrir a aquella consulta, acusó al gobernante de usurpar el poder y elevó al líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, a la calidad de presidente interino.

Mayoritariamente, los gobiernos sudamericanos, que giraron a la derecha desde 2017, reconocieron en los últimos días al legislador como el nuevo mandatario de Venezuela. No obstante, la realidad indica que Maduro mantiene el control territorial y militar del país, como ratifica la represión a las protestas opositoras con centenares de muertos los últimos años.

Marcada por una extensa y profunda incapacidad de diálogo, las decisiones internas y regionales parecen empujar a Venezuela a mayores niveles de confrontación, lo que amenaza con ahondar una hiperinflación y empobrecimiento de la poblacional que ya expulsó a millones de venezolanos fuera de sus fronteras.

La decisión del gobierno de Donald Trump de desconocer al gobierno de Maduro, escoltada temerariamente por algunos países americanos y rechazada por México, fue seguida las últimas horas por España, país que exigió que el Ejecutivo venezolano convocar a elecciones en ocho días. Pero el problema no es electoral, si no humanitario y geopolítico.

Un conflicto de larga duración en Venezuela, con los precios del petróleo a la baja, sólo puede acarrear una nueva oleada migratoria, la que ya está provocando conflictos sociales en países como Colombia y Ecuador.

Supone, en el fondo, exponer a millones de personas a la inseguridad, el hambre y el desarraigo.

Nada de eso parece importar, sin embargo, a quienes adoptan decisiones cada vez más altisonantes que alejan, en principio, cualquier posibilidad de diálogo.

En lo geopolítico, y con Rusia y China apoyando a Maduro, la crisis venezolana asoma como un ensayo de la forma en que las potencias dirimirán en el futuro sus intereses en la región, la que ya depende mayoritariamente de su comercio con el gigante asiático, en desmedro de Estados Unidos.

China, que cedió créditos por 60,000 millones de dólares a Venezuela, no está dispuesta sin embargo a arriesgar sus inversiones y ya pidió mayor governanza a Caracas. Tampoco Rusia quiere sorpresas, toda vez que sus empresas adquirieron enormes pozos petroleros en ese país los últimos años.

Quizá la mayor prueba de la incapacidad política en la conducción de esta crisis sean los llamados que todos los sectores hacen a las fuerzas armadas venezolanas, sostén hasta ahora del presidente Nicolás Maduro. Se trata −sin embargo− de un cuerpo castrense ligado a la corrupción petrolera y peor aún al narcotráfico, un escenario que sólo puede empeorar en la medida que la política siga agonizando en Caracas y las demás capitales latinoamericanas.

Mauricio Weibel es Presidente de la Asociación Sudamericana de Corresponsales Extranjeros.

Twitter: @mauricio_weibel

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.