La cuarta transformación de Lula Da Silva

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Lula sin candidatura. Haddad al frente

Desde su celda, Luiz Inácio Da SilvaLula, ha renunciado a contender por la presidencia de Brasil. Está recluido desde el 7 de abril de 2018, cuando se entregó a las autoridades de su país acusado de corrupción. Su partido, el Partido del Trabajo, casi le suplicó que fuera candidato – desde prisión -, en particular porque lidera las encuestas.

Es el único presidente de Brasil en esta situación, si bien hay decenas de políticos de ese país implicados en casos de corrupción, incluyendo al presidente en funciones, Michel Temer, que si bien se mantiene en el poder, está condenado e inhabilitado para volver a ocupar su cargo.

A Lula le costó muchos intentos llegar a la presidencia. El primero fue en 1989, en las que fueron las segundas elecciones democráticas que experimentó Brasil tras 25 años de dictadura militar.

Durante su esfuerzo por ser mandatario, Luiz Inácio perdió un dedo trabajando en la industria metalúrgica, se casó en tres ocasiones, tuvo cuatro hijos, fundó un partido de izquierda radical (el PT) y se destacó como dirigente sindical.

Sin carrera universitaria, el tornero mecánico que puso en jaque a la dictadura militar fue (apenas) derrotado en las contiendas presidenciales de 1989, 1994 y 1998. Logró llegar a la presidencia de Brasil en 2002, se reeligió en 2006, dejó el puesto a su exjefa de gabinete; Dilma Roussef en 2010, e intentó contender de nuevo por presidencia en este 2018.

De hecho, era el candidato oficial del PT, hasta el martes 11 de septiembre. Un candidato que contaba con más del 40% de las simpatías de los votantes, de acuerdo con diversas encuestas, a pesar de estar encarcelado.

Pero su sexta candidatura dependía de su libertad, misma que no podrá recuperar hasta dentro de nueve años, cuando pague su condena a los 80 años de edad, luego de que los tribunales brasileños rechazaran de forma reiterada todas las apelaciones que presentaron sus abogados.

Dado que el 11 de septiembre se vencía el plazo para registrar candidatos de manera oficial para la elección presidencial del próximo octubre, y el exlíder obrero no recuperó su libertad, se vio en la necesidad de declinar y endosar su apoyo a su compañero de fórmula, Fernando Haddad.

Una extraordinaria trama de corrupción y sobornos por millones de dólares, que salpicó lo mismo a políticos y empresarios brasileños, en que habrían estado implicados en contratos de la petrolera brasileña Petrobras, llevó al juez que condenó a Da Silva, Sergio Moro, a concluir que el dinero había llegado hasta el exmandatario en forma de un departamento que, dicho sea de paso, nunca se pudo probar que fuera de Lula.

El exobrero, exlíder sindical, expolítico, que se dejó fotografiar en México junto a Enrique Peña Nieto y Rosario Robles cuando lanzaron la Cruzada Nacional contra el Hambre (copia cercana al exitoso lucha contra la desnutrición y pobreza que el propio Lula implementó en su país) enfrenta así su propia cuarta transformación: la de preso. Preso político, dirían muchos.

FRAGMENTO DEL INTERROGATORIO DEL JUEZ MORO A LULA

Juez Sergio Moro: -¿El departamento es suyo?
Lula: – No.
– ¿Seguro?
– Seguro.
– ¿Entonces no es suyo?
– No.
– ¿Ni un poquito?
– No.
– ¿O sea que usted niega que sea suyo?
– Lo niego.
– ¿Y cuándo lo compró?
– Nunca.
– ¿Y cuánto le costó?
– Nada.
– ¿Y desde cuándo lo tiene?
– Desde nunca.
– ¿O sea que no es suyo?
– No.
– ¿Está seguro?
– Lo estoy.
– Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?
– No lo elegí.
– ¿Lo eligió su mujer?
– No.
– ¿Quién lo eligió?
– Nadie.
– ¿Y entonces por qué lo compró?
– No lo compré.
– Se lo regalaron…
– No.
– ¿Y cómo lo consiguió?
– No es mío.
– ¿Niega que sea suyo?
– Ya se lo dije.
– Responda la pregunta.
– Ya la respondí.
– ¿Lo niega?
– Lo niego.
– O sea que no es suyo…
– No.
(…)
– Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?
– No, por eso le pregunto.
– Ya le respondí.

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