La desigualdad al transportarse: razones por la que es tan caro ser pobre

Compartir:

- Advertisement -

Doña Mari tiene 60 años y vive en San José Zacatepec, un municipio al noreste del estado de Puebla, casi en la frontera con Veracruz. Entre semana, ella trabaja como empleada doméstica en Cholula, municipio que colinda con la capital poblana, por lo que solo convive con su familia los fines de semana

El traslado a su comunidad, que se encuentra a más de 100 kilómetros de distancia de la casa en la que trabaja, y toma hasta dos horas de camino, le sale en 80 pesos.

Uno de sus días de descanso lo dedica a lavar toda la ropa de su casa, en compañía de una de sus siete hijos, para lo cual se tienen que transportar a la laguna de Totolcingo. El taxi les cobra 150 pesos por el traslado de ida y otro tanto por el de vuelta.  

En total, cada semana Doña Mari gasta 310 pesos solo en estos traslados. Esto implica que uno de cada cuatro pesos que recibe por su labor como empleada doméstica, lo destina a transportarse.

Al igual que ella, millones de mexicanos destinan una parte importante de sus ingresos a moverse, aunque en este gasto la desigualdad también se hace presente. Mientras que el 10% más rico del país destina 6.4% de su ingreso a este rubro, el 10% más pobre gasta 10.3%.

A los que menos tienen le sale más caro transportarse a sus lugares de trabajo o a sus hogares. Esta es la tercera entrega de nuestro especial ¿por qué es tan caro ser pobre?

Para revisar el análisis de gasto en salud da click aquí y para leer nuestro análisis de gasto en educación da click aquí.

El gasto desigual en el transporte

El equipo de Verificación y Datos de Cuestione analizó la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y descubrió que los hogares mexicanos -conformados en promedio por 3.6 habitantes y un ingreso mensual de poco más de 16 mil pesos- destina 8.7% de sus recursos para trasladarse.

Esto equivale a un gasto promedio de casi mil 400 pesos al mes. Sin embargo, para analizar la desigualdad en este tema, ordenamos a los hogares por los ingresos que reportan -desde los más pobres hasta los más ricos- y los dividimos entre 10, obteniendo un sistema de medición conocido como deciles de ingreso.

Bajo este criterio, en donde el decil I incluye a los hogares más pobres y el decil X a los más ricos, se puede observar la magnitud de la desigualdad en el gasto para transporte.

De acuerdo a Katia Guzmán, politóloga e internacionalista del Centro de Estudios y Docencia Económicas (CIDE) e investigadora en Parametría,  “en el sistema actual, un mayor ingreso se traduce, en varias ocasiones, en mayores (y mejores) posibilidades” de desarrollo.

“Crecer en un entorno con un ingreso suficiente se traduce en un privilegio al cual muy pocas personas pueden acceder”. Si a esto agregamos que los costos de vida (en proporción al ingreso) son mayores en los deciles más bajos, “entonces la desigualdad se perpetúa”, añade Guzmán.

Ingreso influye en el medio de transporte

Como sabemos que las formas de transportarse varían conforme el ingreso, dividimos el gasto entre tipo de transporte: público o privado, incluidas refacciones, mantenimiento, combustible y servicio.

Considerando que en teoría los hogares del decil I no cuentan con un automóvil privado -a diferencia de los hogares del decil X que tienen hasta cuatro vehículos- podemos observar que los gastos bajo esta clasificación muestran que a mayor ingreso el uso de vehículo privado aumenta.

Mientras que el decil más bajo -con menos ingresos- destina en promedio 6.5% de su ingreso en transporte público, el decil más alto destina apenas el 1.3% a moverse de esta manera.

Sin embargo en la clasificación de transporte privado, podemos observar que el decil más alto destina en promedio 5.1% de su ingreso a su auto, mientras que los deciles más bajos, que llegan a tener un automóvil, destinan 3.8%.

Para Guzmán estas cifras son un ejemplo de cómo el transporte público está fallando en su misión de “emparejar la cancha” resultando en “una política pública insuficiente para atender la desigualdad económica”. De acuerdo a la politóloga e internacionalista, “la tendencia a no hacer uso de lo público tiene efectos en la forma en la que se socializa la movilidad”.

Esto se observa en la manera en que “el uso del automóvil particular (…) nos ha llevado, precisamente, a vías de comunicación saturadas y espacios públicos muy poco amables para ciclistas y peatones”, que favorecen a los deciles más altos que son los que pueden acceder a un vehículo particular.

Si, como Doña Mari, las personas con menos ingresos destinan una parte mayor de su ingreso a moverse en su día a día, ¿cómo podemos esperar que salgan de la trampa de pobreza en la que viven? ¿El gobierno está considerando estos factores en su política social?

En nuestra próxima entrega analizaremos el tema de alimentación.

Más sobre el transporte: Moverse en la CDMX: horas y horas perdidas en el tráfico

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.