Las diferentes estrategias para contener una pandemia en el siglo XXI

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Hace poco más de 10 años (en aquella época en la que no había cuarentena), mientras que autoridades estadounidenses hablaban de lo fuerte que era la economía de Estados Unidos y Wall Street crecía y crecía, una persona pudo prever la burbuja financiera del sector inmobiliario y apostar contra ese mercado para obtener millones de dólares una vez que explotó. Esto sucedió en 2008, cuando la crisis financiera afectó a todo el mundo.

Esta historia real se hizo famosa gracias a la película de 2016, La Gran Apuesta, en la cual su protagonista, el doctor Michael J. Burry, analiza el mercado hipotecario de Estados Unidos y predice algo que tanto académicos, como autoridades o calificadoras no creían posible: una caída en el mercado de vivienda estadounidense.

En medio de la crisis por el coronavirus, Burry reapareció través de su cuenta de Twitter para alertar que las medidas de cuarentena y contención del COVID-19 pueden resultar peores que la propia enfermedad.

De acuerdo con los tuits del médico/inversionista, los cierres llevados a cabo por el gobierno de Estados Unidos -que generaron la pérdida de millones de empleos- no son necesarios para contener la epidemia y han afectado principalmente a las familias y sectores sociales de menores ingresos.

En un correo dirigido al portal de noticias Bloomberg, Burry argumenta que el resguardo universal “es la fuerza más devastadora de la historia moderna” pues “revierte las ganancias de los grupos más desfavorecidos, mata, crea drogadictos, golpea y aterroriza a las mujeres y los niños en hogares violentos sin empleo y más”.

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El inversionista aclara que empezó a levantar la voz (en Twitter) motivado por el sufrimiento de las personas causado por las medidas de contención de la pandemia. En su opinión, son “inconcebibles” las pérdidas de empleos en los Estados Unidos, que han provocado que el número de solicitudes de seguro de desempleo se eleve por encima de los 10 millones.

Frente a esto, ha defendido que el incremento en los contagios se puede controlar a través de medidas de sentido común como un mayor lavado de manos acompañado de un mayor número de pruebas que no obliguen a todos a quedarse en casa.

También promueve el uso más amplio de cloroquina e hidroxicloroquina para tratar a los infectados. Sin embargo; expertos de la comunidad científica han llamado a la precaución asegurando que su efectividad no está completamente comprobada.

Además de las críticas a las acciones llevadas a cabo por el gobierno estadounidense, el doctor Burry ha sido enfático en destacar a los países que han sido más cuidadosos con sus medidas y que ofrecen un ejemplo para el resto del mundo, como Alemania Japón.

¿Qué debió hacer cada país?

De acuerdo con Michael Burry, una vez detectado el virus en el territorio, cada país debió haber incrementado inmediatamente el número de pruebas rápidas en los grupos de riesgo (adultos mayores, personas con obesidad, diabetes, problemas cardiacos, etc.). Pero la burocracia jugó un papel importante en el fracaso de muchas naciones.

El enfoque que defiende Burry, busca aislar a los grupos de riesgo así como a los que ya están enfermos, ejecutar pruebas obligatorias generalizadas y que se identifique y rastreen los casos, según sea necesario, mientras se permite que el resto de la sociedad funcione.

En opinión del doctor, los gobiernos deberían promover el regreso a la normalidad y, para esto, la solución sería “levantar las órdenes de resguardo en casa a excepción de los grupos de riesgo conocidos”. 

“La única vía para acercarnos al equilibrio de las necesidades de todos los grupos” es apostar a la inmunidad natural, dejando que el virus circule en la población que probablemente “no contraiga una enfermedad grave”, puntualiza Michael Burry.

¿Qué implicaría para México?

Una de las principales preocupaciones de las autoridades sanitarias mexicanas respecto al COVID-19 son las afectaciones de salud preexistentes en la mayoría de la población mexicana, que las pone en un situación de mayor riesgo de desarrollar complicaciones al contagiarse del virus.

Y es que de acuerdo a cifras oficiales, en 2018 habían casi 30 millones de personas mayores de 20 años con obesidad, lo que implica que uno de cada tres mexicanos padece de afecciones por su peso.

Por su parte, más de 15 millones de personas tienen problemas de hipertensión (18.4% de la población), casi nueve millones tienen diabetes (7.6%) y casi 200 mil (0.1%) son pacientes con diagnóstico positivo de VIH o SIDA.

En conjunto, estaríamos hablando que alrededor de 53 millones de personas en el país que son consideradas población de riesgo ante el contagio de COVID-19 por lo que, aplicar las medidas planteadas por Burry podría resultar en costos muy altos para la atención y monitoreo de los casos en dicho grupo; sin embargo, los costos de parar toda la economía podrían superarlos.

¿Qué hicieron en Alemania y Japón?

En Alemania –donde la tasa de letalidad es muy baja (1.9% al siete de abril)– el confinamiento comenzó el 22 de marzo, a pesar de que su primer caso se detectó el 27 de enero de 2020.

La canciller, Ángela Merkel, solicitó a la población evitar reuniones de más de dos personas en público, cierre de lugares de entretenimiento (parques, bares, etc.), que los restaurantes operaran con horario restringido, cierre de escuelas y que se respetara la sana distancia de 1.5 metros; es decir un confinamiento parcial.

Hendrick Strick, director del Instituto de Virología del Hospital Universitario de Bonn, Alemania, afirmó al New York Times que una de las razones por las que la tasa de letalidad es tan baja puede deberse a que el promedio de edad de los contagiados es menor al de otros países (49 años), además de que se han hecho más 350 mil pruebas a la semana.

El especialista reconoció que el error que tuvieron los primeros días fue no rastrear los casos confirmados para darles seguimiento, pero es algo que buscan realizar a partir del 19 de abril, cuando termine el confinamiento parcial. 

Para entonces planean tener un mecanismo para seguir al 80% de las personas que tengan contacto con un caso confirmado durante las 24 horas siguientes, según un borrador del plan de acción del Ministerio del Interior.

Además se abrirán los comercios y las fronteras con drásticos controles sanitarios, pero se conservará la medida de sana distancia y seguirán prohibidas las fiestas y eventos públicos, hasta nuevo aviso.

Mientras que en Japón, Shinzo Abe, el primer ministro del país, acaba de decretar estado de emergencia en Tokio, Osaka, Saitama, Chiba, Kanagawa, Hyogo y Fukuoka; 82 días después de que se detectara el primer caso en el país (16 de enero de 2020).

En el territorio asiático se han detectado tres mil 906 positivos de Covid-19 –al siete de abril– y una tasa de letalidad parecida a la alemana (2.0%), a pesar de tener un alto porcentaje de población mayor de 65 años (28%).

En ese país no se decretó confinamiento a la población, pero se concentraron en detectar a los grupos de brotes, es decir, personas que contagian a otras personas, para aislarlos, dijo Kenji Shibuya, director del Instituto de Salud de la Población de la Universidad King’s College de Londres, al portal de noticias BBC Mundo.

Cabe destacar que Japón cuenta con una tasa de 13.4 camas por cada mil habitantes y Alemania con 8.3, según el Banco Mundial.

¿Sacrificar nuestra privacidad para detener al virus?

Otro discusión sobre lo que está en juego en esta crisis sanitaria, se dió en el terreno filosófico. Por una parte, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, argumentó en un texto publicado en El País que el éxito de países asiáticos como Japón, Corea, Taiwán o Singapur se debe a que tienen Estados con mentalidad más autoritaria, la cual proviene de la tradición cultural del confucianismo. 

Esto provoca que las personas de ese continente acepten con mayor obediencia y menos renuencia lo que les impone el gobierno, lo que no sucede en Europa. 

Para Han, la pandemia implica “un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado”, en donde quienes combaten la crisis no son solo epidemiólogos y doctores, sino también científicos de datos e informáticos. “Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas”.

Sin embargo, existen otras concepciones del fenómeno. Para Yuval Noah Harari, autor muy conocido por sus best sellers recientes sobre la historia de la humanidad, existen importantes peligros al ceder nuestra privacidad a esos sistemas de vigilancia. 

En un artículo publicado en el Financial Times señala: “La humanidad debe tomar una decisión. ¿Viajaremos por la ruta de la desunión o adoptaremos el camino de la solidaridad mundial? Si elegimos la desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro”.

“Si elegimos la solidaridad mundial, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras epidemias y crisis que pueden asolar a la humanidad en el siglo XXI”, concluye el autor,

Lo cierto es que las tentaciones autoritarias están a la orden del día para intentar contener la crisis del COVID-19. La pandemia expone los miedos más grandes de las personas y muchos gobiernos aprovechan esos temores para intentar limitar derechos. Uno de ellos, el de la privacidad, es un derecho humano fundamental para desarrollar la personalidad.

Al final, ¿qué estrategias dominarán al mundo y moldearán el futuro de la humanidad?

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