Crisis sanitaria ha sido usada políticamente y no sabemos cuáles serán sus efectos

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Y cuando despertamos, el virus seguía ahí. Han pasado muchas semanas ya desde que comenzó la cuarentena en México, y hay algo que no podemos negar: el COVID-19 llegó para quedarse.

Las medidas que han tomado las autoridades, tanto federales como locales, han tenido impactos dispares, pero ninguna ha sido realmente efectiva. Además, enfrentamos un problema que el mismo subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha reconocido: no hay forma de saber cuántas personas, de verdad, están infectadas.

A alguien que le urge de forma particular que se acabe el encierro es al presidente Andrés Manuel López Obrador. Ya nos dijo que a partir de hoy, lunes primero de junio, él vuelve a sus giras. Ya le hace falta volver a bañarse del cariño del pueblo.

Es un mensaje fuerte el que nos da el mandatario: es hora de que la cuarentena concluya. No lo soporta la economía, no lo soporta la sociedad. 

Hay varias cosas que necesitamos ir aceptando en este mundo nuevo que estamos viviendo.

Primero, que la información que nos dan las autoridades está, en el mejor de los casos, incompleta. 

Aún confiando en sus mediciones, que para muchos especialistas son dudosas, hay que asumir que no tendremos en el corto plazo una visión clara del alcance de esta enfermedad, ni en infectados ni en fallecimientos. En realidad, lo más probable es que nunca sepamos realmente cuánta gente fue contagiada.

Segundo, hay que tener la humildad de admitir que este no es un enemigo que vayamos a derrotar y desaparecer, al menos no en el corto plazo. 

El COVID-19 seguirá siendo una amenaza, incluso si se desarrolla una vacuna. Habrá “segundas olas” de contagios como ha sucedido en otros países. La llamada “inmunización de la manada” no solo no es confiable, sino que toma tiempo. Así como muchas otras enfermedades que hemos aprendido a resistir, esta será parte de nuestras vidas.

En tercer lugar, debemos tener la claridad que no existe tal cosa como “nueva normalidad”. Ni es nueva ni es normalidad.  Ha sido aprovechada para dar varios golpes autoritarios, ya sea con decretos y con ajustes presupuestales de dudosa legalidad. Además, suponer que esas medidas se pueden mantener es ingenuo y poco realista. 

Unas 4.6 millones de personas usan el Metro todos los días en la Ciudad de México, un sistema que ha estado rebasado desde hace años; millones más trabajan atendiendo directamente a clientes o venden en los mercados, y enfrentan un mundo en el que la “sana distancia” es una fantasía bienintencionada. 

Quienes pueden aislarse son una minoría privilegiada, y la mayor parte de la gente va a estar ante el virus tarde o temprano. No hay mucha escapatoria. Pero no hay que olvidar tampoco que la gran mayoría de las personas contagiadas lo portará con síntomas leves o incluso ninguno.

Por último, este es el camino que nos tocó caminar. Y sí, es un camino lleno de grietas y tropiezos. ¿Cómo caminamos este camino empedrado? De puntitas. Eso significa que seamos razonables, que tengamos claro que cuidarnos a nosotros y nuestros seres queridos es cuidar a toda la gente. Pero andemos el camino.

Así, esta semana en Cuestione analizaremos los casos de países que han levantado la cuarentena y sus efectos; también verificaremos los datos oficiales y los contrastaremos. Contaremos las historias de las personas ante esta nueva realidad.

Haremos este trabajo porque ante los vacíos de información, lo peor que podemos hacer es caer en el pánico y la inmovilidad. Al final, cada uno es responsable de su propia vida. 

Si yo te cuido, tú me cuidas. Si no te cuidas, no tengo cómo cuidarte. 

Es simple sentido común.

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