El desafío energético

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La puesta que sigue

Hace 20 años, el entonces ministro del petróleo de Arabia Saudita dijo que “la edad de piedra no terminó cuando se acabaron las piedras, así mismo la era del petróleo no se acabará cuando se nos acabe el petróleo”. 

Algo de razón tenía. La gran crisis del hidrocarburo, que ha sido la base del desarrollo tecnológico y energético del planeta por las últimas décadas, podría significar un cambio profundo en la forma en que entendemos gran parte de nuestro sistema. Y de nuestras vidas.

Hoy somos una sociedad tan dependiente de todo lo que venga del petróleo, que nos es casi inimaginable concebir un mundo sin él. Pero es hora de que vayamos asumiendo que tenemos que repensar la forma en que funcionamos cuando cambie el eje del desarrollo.

No es precisamente una idea nueva. Desde hace varios años se viene empujando que se deben promover y aprovechar las fuentes de energía renovables para dejar de depender del petróleo, pero también para proteger al medio ambiente.

La crisis sanitaria generada por el COVID-19 es una oportunidad excepcional para avanzar en ese camino. En primer lugar, nos permite darnos cuenta que el valor que creemos que tienen ciertas cosas es temporal y delicado: un pequeño virus hace que el bien más preciado se convierta en una carga.

Por otro lado, nos obliga a repensar temas tan cotidianos como nuestra movilidad. Entre la crisis energética y la necesidad de mantener una sana distancia, muchas ciudades del mundo están reimaginando cómo la gente se va a transportar, de un lugar a otro, de forma económica y segura.

Junto con eso, estamos descubriendo que, quizá, hay muchos trabajos que no necesitan recorrer largas distancia y que, incluso, se pueden hacer desde casa. Así, la idea de moverse en transportes no contaminantes, como la bicicleta o los scooters, para no usar gasolina y mantener una distancia saludable entre personas, se ha convertido en una política de Estado en algunos lugares.

La obsesión de nuestro actual gobierno con el petróleo fue una apuesta falsa. Ya se sabía que por razones económicas y ecológicas, teníamos que desprendernos de esa dependencia a la energía no renovable. Lo que nos ha dejado el COVID-19 es un mayor sentido de urgencia en esa dirección. El mismo Andrés Manuel López Obrador reconoció, contra toda su naturaleza, pero confrontado por el desplome del valor del petróleo de hace algunas semanas, que apostarle todo a ese energético no era una buena idea.

Pero este  es el mismo presidente que grabó un video, sin provocación alguna, atacando unas turbinas generadoras de energía eólica –“ventiladores” les llamó– por afear el paisaje. Por tanto, es un poco difícil creerle que ha cambiado su convicción.

Sin embargo, México tiene que hacerlo. Tenemos que empezar a pensar de nuevo en cómo vamos a producir y consumir energía. En cómo vamos a movernos por nuestras comunidades y cómo queremos que se vea nuestra sociedad tras esta crisis económica y sanitaria.

Por esto, esta semana en Cuestione estaremos analizando las opciones energéticas que existen, así como explicando lo que implicará la caída del petróleo para nuestra sociedad. Analizaremos los riesgos y desafíos que se vienen para nosotros, pero también las oportunidades que se abren. Es un gran momento para repensar a nuestra sociedad y cómo nos movemos en ella.

Al final, como dicen en China: “ojalá vivas tiempos interesantes”. Nuestra generación, sin duda, tendrá muchas historias que contar.

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