El pánico, aliado del autoritarismo

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Se nos dice que estamos en guerra. Que ha surgido un enemigo que nos amenaza a todos y todas y que la obediencia es el único camino que nos salvará de este enorme adversario. Se nos ha dicho que tengamos miedo. Mucho miedo.

El miedo, sobre todo si se convierte en pánico, es una herramienta muy poderosa. Nada le sirve más a los gobiernos con tentaciones autoritarias que una población intimidada, con la urgencia de que un gran hombre, suele ser un hombre, les proteja. Y, como la historia nos ha demostrado, el enemigo externo es el instrumento más eficaz para unir a un pueblo en torno a un gobernante.

Pero no hay que equivocarnos. Las sociedades democráticas tienen hoy dos grandes enemigos: el autoritarismo y la desinformación. Y estos enemigos nuestros, por supuesto, son grandes aliados.

La crisis de salud internacional por el COVID-19 se ha convertido en el mecanismo perfecto para cristalizar esas tentaciones de control. No es una preocupación teórica: lo vimos ya hacerse realidad en Hungría, donde el presidente aprovechó esta coyuntura para hacerse de poderes extraordinarios sin fecha límite.

Es el principio de un estado autoritario en un miembro de la Unión Europea, sin que nadie pueda hacerle frente. Algo similar pasó en China, un gobierno que está lejos de ser democrático, que decidió guardarse información crucial sobre esta enfermedad en sus inicios, cuando podría haber prevenido miles de muertes. Los ejemplos sobran en cada continente. Este es un gran riesgo para nuestros derechos.

Tan preocupante es el tema que el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, levantó la voz. En sus palabras, hoy la protección de los derechos humanos está en riesgo.

Quizá podamos pensar que estamos a salvo, pero la verdad es que tenemos que ser vigilantes. Una señal preocupante que estamos viviendo en México es el cierre del trabajo del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, el INAI.

Lo hemos visto a nivel nacional, pero también ha sido una gran oportunidad para gobernadores e, incluso, presidentes municipales, para otorgarse poderes que en otros momentos no habrían podido. Hoy vemos a gobernantes locales imponiendo toques de queda, multas e incluso penas de cárcel por razones que antes habrían sido inimaginables. 

Son de todos los colores políticos, y están en todo el país. Son políticos que están viendo en esto la gran oportunidad para hacerse más poderosos. Lo peor, es que no sabemos si estarán dispuestos a soltar los poderes que el miedo les otorgó cuándo pase esta crisis.

Es delicado porque en momentos en que es indispensable tener acceso a información verificable, confiable y amplia de las acciones que está tomando el gobierno, el INAI fue considerado “no esencial”. Pero sí es esencial para nuestra democracia, en particular en tiempos de crisis.

Por esta razón la desinformación y el autoritarismo son aliados. Compartir y difundir datos falsos, sin confirmación y sin respaldo, que fomentan el pánico, generan la ansiedad social de que alguien ponga orden. Y ahí aparece el gran líder, que se apodera de nuestras decisiones y se encarga de nosotros. El clásico estado paternalista, pero opresor.

Tenemos, como ciudadanía, dos responsabilidades fundamentales. Primero, no propagar el pánico, ni ser herramientas de la manipulación a la que se prestan las redes. No debemos fomentar nunca que se difunda información que no hemos confirmado que es real. 

Segundo, tenemos que resistir las tentaciones autoritarias. Nuestro presidente ya está aprovechando esta coyuntura para imponer una serie de decisiones que, en otros tiempos, hubieran tenido mayor oposición. 

Es por esto que esta semana, en Cuestione, abordaremos las noticias que fomentan el pánico en la población, así como la urgencia de hacerle frente a las tentaciones autoritarias de los gobiernos, incluido el de México. Es un tema urgente y que nos exige la máxima atención.


Tenemos que cuidarnos, y tomar todas las precauciones de salud necesarias. Eso está claro. Pero también tenemos que cuidarnos de un adversario que durará más que el COVID-19: el miedo.

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