La pluralidad política es un desafío
Gobernar en la pluralidad es muy difícil. Obliga a quienes tienen el poder a escuchar múltiples opiniones, diferencias de visión y posiciones. Es un trabajo duro construir acuerdos, consensos y encontrar puntos de encuentro. Es, en verdad, agotador. Pero también es lo más saludable para la democracia.
En la época del partido único, como lo fue durante décadas el PRI, que dominaba todas las áreas del poder, había solo dos posiciones: con el gobierno o contra él.
A la par de que México construyó un sistema electoral relativamente confiable, fueron surgiendo múltiples opciones políticas. Las hubo desde trotskistas y maoístas, revolucionarias y hasta de ultraderecha.
La progresiva apertura política en nuestro país fue permitiendo, poco a poco, que hubiera muchas voces en el discurso político. Y sí, eso era complicado, pero al mismo tiempo permitía que se avanzara en la construcción democrática.
Hay muchas y buenas razones para criticar a los últimos gobiernos de México. Hubo vicios, hubo errores enormes y hubo acciones injustificables. De eso no queda duda. Pero también había algo importante: se tenía que llegar a acuerdos con la oposición.
Y quizá la oposición no era impecable, ni limpia, ni pura. Pero al menos existían voces que podían ejercer su fuerza para matizar las decisiones del presidente en turno.
Esto es lo que se ha terminado con la nueva hegemonía de Morena y López Obrador. Tras su triunfo abrumador en las elecciones, México cambió. La oposición, derrotada en las urnas y debilitada en su credibilidad, sigue buscando un piso que le dé fuerza. El gobierno, empoderado con su mayoría, ha decidido que solo hay dos opciones: conmigo o contra mí.
Así, hemos entrado en lo que llaman una “espiral de silencio”. El concepto viene de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, que explicaba cómo las sociedades, abrumadas por las opiniones mayoritarias, tienden a callar las visiones disidentes. Entre más fuerte sea el ruido de la turba, menos nos atrevemos a dar nuestras opiniones. En particular, cuando pensamos que nos alejan de las personas que nos rodean.
Ese ha sido un gran éxito del gobierno actual. Ha logrado reducir el debate político nacional a dos posturas: a favor o en contra del presidente. Y peor aún, este se ha llenado de estigmas: fifís contra chairos, conservadores contra liberales, y un largo etcétera de adjetivos. Pero muy pocas ideas de fondo.
La polarización política es peligrosa. Silencia las voces diversas, acalla alternativas, y deja muy poco espacio para un debate sensato. Las ganas de imponerse derrotan a la voluntad de llegar a acuerdos y puntos en común.
En situaciones como la que estamos viviendo, entre la crisis de salud y la debacle económica, es más importante que nunca buscar espacios de reconciliación, reconstruir la discusión respetuosa y volver a abrirnos a opiniones distintas a la nuestra. Esto va tanto para las familias y amistades como para los políticos que hoy están decidiendo el futuro de nuestro país.
Sí, llegar a acuerdos es difícil. Pero a largo plazo su precio es mucho más bajo que iniciar espirales de silencio, que llevan a la radicalización y eventualmente a crisis sociales que generan inestabilidad e incluso violencia.
No queremos eso para México. Queremos ser un país en el que se vale estar en desacuerdo, en el que es posible confrontar ideas, pero en el que al final gana el mejor argumento y no el que grita más fuerte. Por eso, esta semana en Cuestione analizaremos el precio que ha tenido la polarización, así como los posibles caminos para volver a hablar como una nación madura.
Nuestro país se lo merece. Se merece un gobierno que dialogue y una oposición que proponga. Una sociedad que no se juzgue sino que busque entenderse. México es mejor que el espectáculo que los políticos nos están dando.
Es hora de romper la espiral de silencio y llenarla con ideas. Es el momento de volver a escucharnos. En Cuestione daremos el primer paso.
