La contundencia con la que Andrés Manuel López Obrador y Morena ganaron las elecciones de 2018 les dio una hegemonía política que no es sana para una democracia: desde entonces, los partidos de oposición, vitales para la contienda democrática, no han podido articular una agenda que sirva como contrapeso real a las propuestas del partido en el poder.
López Obrador, con su característica habilidad para la comunicación política, señaló durante su primer informe de gobierno, en 2019, que la oposición estaba moralmente derrotada. Desde entonces, poco han podido hacer quienes militan en otros partidos para frenar la agenda de Morena o para imponer la propia.
Sin embargo, ante la ausencia de una oposición sólida y con la constante presencia de Morena y del presidente en la agenda pública nacional, el conflicto se ha trasladado al interior del grupo en el poder.
Los conflictos políticos más visibles no son entre Morena y otros partidos, sino al interior del partido gobernante. Y lo que más conflictos les ha generado ha sido su falta de reglas claras para decidir quién ocupa qué cargos, algo que no han solucionado de cara a las elecciones de 2021.
Veamos algunos ejemplos. Cuando en agosto de 2019 se tenía que renovar la dirigencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores, los legisladores morenistas terminaron en una amarga pelea. Martí Batres, quien quería reelegirse como presidente del Senado acusó a Ricardo Monreal, coordinador de la bancada de Morena, de manipular el proceso de sucesión.
El argumento principal de Batres era que se había permitido que votaran los senadores del Partido Encuentro Social y no los del Partido del Trabajo, algo que no estaba planeado en la convocatoria. Batres estaba tan enojado, que acabó describiendo a Monreal como “un político faccioso, incapaz de encabezar un amplio movimiento”.
Otro pleito dentro de Morena es el que empezó con la lucha entre Yeidckol Polevnsky y Bertha Luján por la dirigencia del partido. Ante la incapacidad de los morenistas de ponerse de acuerdo sobre cómo elegir su presidente, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha tenido que intervenir en tres ocasiones.
La primera fue en octubre de 2019 para que Morena repusiera el proceso de renovación de la presidencia y la secretaría general en 90 días. En su segunda intervención, les dieron cuatro meses para elegir a su dirigencia y en la última, en julio pasado, se obliga a ese partido a realizar una encuesta para escoger a sus dirigentes a más tardar en agosto de 2020.
A estos ejemplos pueden sumarse otros tantos conflictos: Porfirio Muñoz Ledo contra Mario Delgado en la discusión por la presidencia de la Cámara de Diputados. Sanjuana Martínez contra Luisa María Alcalde porque la directora de Notimex se habría vengado de la secretaria del Trabajo cuando la Junta de Conciliación y Arbitraje había decretado la validez de la huelga en la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, y un largo etcétera.
Lo cierto es que parece que cada vez que en Morena tienen que decidir sobre quién ocupará un puesto de poder empiezan los problemas. Y esta no es una buena noticia de cara a los comicios de 2021, en los que más puestos se votarán en la historia del país. Morena tendrá que definir candidatos para 15 gubernaturas, 500 diputaciones y cientos de legislaturas locales y presidencias municipales.
Y con el pésimo récord que llevan hasta ahora, harían mal en esperar que la mano del presidente decida quiénes se harán cargo de esas candidaturas.
Es por eso que, esta semana, analizaremos cuáles son los grupos en el poder dentro de Morena, a qué se deben los pleitos que hemos mencionado y cómo jugarán en la contienda electoral del año que viene. También cuestionaremos por qué la oposición no ha podido articularse y los peligros que eso entraña para la democracia, y exploraremos cuáles son los riesgos de volver a tener un partido único en un país plural, como México.
