Las deudas que tenemos como sociedad con las mujeres

Compartir:

- Advertisement -

El Segundo Encuentro Internacional de mujeres que Luchan ocurrió en tierras zapatistas a finales del año pasado, y se reunieron más de 3 mil mujeres de todo el mundo. Ahí, se lanzó otra llamada de atención para que los hombres entendamos nuestro papel en el sistema de violencia e injusticia en el que vivimos. Las mujeres que acudieron a ese encuentro se sintieron seguras por una razón simple y contundente: no había hombres.

Eso que sucedió fue un experimento social que difícilmente puede ser replicado en la vida real, y se suma a otra llamada de atención, también brutal, que nos hicieron el año pasado desde Chile y que retumbó por todo el mundo: ¡el violador eres tu!, nos gritaron en calles y plazas públicas.

¿Por qué escribo “nos hicieron”? Porque a pesar de que yo no he violado a nadie, reconozco que sí he violentado a mujeres a través de acciones que en su momento consideré “naturales”, y que no fue hasta que me politicé que entendí que eran violentas. Además, pertenezco a un género que representa poco menos de la mitad de la población mundial pero que ha sido completamente privilegiado en la historia de la humanidad.

Debería ser obvio a estas alturas que los hombres somos privilegiados en casi todas las áreas de actividad humana: nos pagan más por hacer los mismos trabajos, gozamos de mucho menos horas de trabajo doméstico, los niños estudian o tienen acceso a mejores oportunidades que las niñas, entre otros.

Y hemos sido el sexo privilegiado porque así hemos construido el sistema, porque el patriarcado es un tablero de juego que está hecho para que tengamos y conservemos las ventajas económicas, sociales, culturales… y los hombres hemos sido tan abusivos que incluso somos quienes controlamos las formas en las que ese sistema se reconstruye.

 Mientras no entendamos eso, mientras no nos demos cuenta de que vivimos con la cancha dispareja, inclinada a nuestro favor, no nos daremos cuenta del origen del problema: queremos perpetuar el patriarcado porque nos conviene, porque es más cómodo no ocuparse de las labores domésticas que sí hacerlo, porque parece más divertido no cuidar a las niñas y a los ancianos que ocuparse de ellos, porque una de las injusticias del tablero implica dejar la economía del cuidado en manos de mujeres y no remunerarla.

Sobre todo, queremos perpetuar el patriarcado porque es más fácil ver a otro cuerpo sufrir. El sistema patriarcal es profundamente violento porque traspasa de muchas maneras el cuerpo de las mujeres sin su consentimiento, porque son ellas las que ponen el cuerpo para que nosotros sigamos disfrutando tranquilamente.

 Para modificar las cosas tenemos que ir más allá de pagar las deudas históricas. Crear un sistema parejo empieza por reconocer que es injusto y reparar lo que pueda ser reparado, es decir, pagar las deudas que se puedan pagar. Pero, si queremos vivir en una sociedad justa e igualitaria, en la que la cancha sea pareja para todas las personas, necesitamos reconstruir el sistema.

 Esa reconstrucción empieza por reconocer los derechos de las mujeres y por construir reglas que los garanticen e instituciones que los hagan realidad. 

Empieza también por educar de manera distinta: recordar, cada vez, que el lenguaje crea y recrea la realidad y que usar frases como “pegas como niña” o “te quejas como vieja” no solo es discriminatorio, sino que es violencia verbal que perpetúa la crítica y la estigmatización y puede derivar también en violencia física. 

Es por eso que esta semana hablaremos de las deudas que tenemos como sociedad con las mujeres, pero también de los derechos que se tienen que reconocer y garantizar y de los elementos estructurales del sistema patriarcal que tienen que modificarse para que la sociedad sea realmente justa con las mujeres.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.