¿FCH: el nuevo innombrable?
El presidente Andrés Manuel López Obrador y el exmandatario Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) constantemente dan de qué hablar con acusaciones, críticas y descalificaciones mutuas en la prensa o sus redes sociales. Pero nada de esto es nuevo, ambos han tenido desencuentros políticos más de una vez.
Aunque no siempre fue así. De 1996 a 1999, antes de que López Obrador se volviera jefe de gobierno de la Ciudad de México, a ambos políticos les tocó abanderar a sus respectivos partidos: el tabasqueño dirigía al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Felipe Calderón al Partido Acción Nacional (PAN)
Si bien no eran los más cercanos, sí mantenían un trato cordial en los eventos públicos en los que ellos se encontraban. Incluso, existe una fotografía en la que se les puede ver juntos y sonriendo.
Fue hasta el 2006 cuando el tabasqueño encontró en el expanista a su némesis, su opositor y su principal rival político. El desencuentro más reciente entre ambos fue por las movilizaciones de la policía federal: el pasado 3 de julio, López Obrador compartió un video en el que declaró que “hay mano negra en este asunto”. Luego, en entrevista a los medios de comunicación, un policía que se manifestaba solicitó públicamente que Felipe Calderón fuera su representante sindical.
Al día siguiente, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazno, dejó entrever que esa mano negra era precisamente Felipe Calderón; en respuesta, el aludido negó por video estar detrás de las movilizaciones policiales y exigió pruebas.
En últimas fechas, las descalificaciones han ido en aumento, al grado de acusarse entre sí de las peores crisis económicas, de violencia y corrupción que atraviesa el país.
Desde que inició su gobierno, el presidente de México ha señalado a Calderón más de una vez como emblema de corrupción y responsable de una estrategia de seguridad fallida, incluso López Obrador ha señalado de corrupto al expanista más veces que a el expresidente Enrique Peña Nieto.
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En una mañanera de enero pasado, el presidente aseguró que Calderón consiguió, por medio de lo que calificó como “influyentismo”, ser miembro del consejo de una empresa contratista de la CFE. En marzo, AMLO lo acusó de permitir en Mazatlán la compra, con dinero público, de un terreno del exgobernador Antonio Toledo que ahora está abandonado.
Pero Calderón no se ha quedado callado, por el contrario, se ha convertido en una de las voces que más critican al gobierno actual, primero por quitarle los elementos de seguridad, luego por la construcción de la Refinería Dos Bocas, por sus mensajes religiosos y por su pasado priista.
Es decir, no hay día que el expresidente no dedique un mensaje en Twitter para criticar al gobierno morenista.
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La revancha
Esto podría ser sólo revancha, ya que en 2006, López Obrador también fue la piedrita en el zapato de Calderón.
Desde que el panista se anunció como ganador de la contienda electoral de ese año, el tabasqueño lo acusó públicamente de haberle robado la presidencia y denunció que tenía intenciones de privatizar Pemex, de propagar miedo y afectar la economía por cómo trató públicamente el tema de la influenza.
¿Qué pretenden?
Felipe Calderón Hinojosa dijo el 5 de junio en entrevista para Radio Fórmula que no descarta competir por un cargo de elección popular para el 2021. Además, trabaja en la creación de su propio partido político: México Libre.
Luego de las críticas que se desataron por la reforma constitucional que empujó López Obrador para someter a consulta su revocación, el mandatario federal firmó un documento donde descarta que buscará la reelección para 2021.
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Ni Calderón ni López Obrador podrían reelegirse como presidentes, a menos que cambien la Constitución, ya que según el artículo 83 de la misma “el ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”.
Pero esto no impide que alguno de ellos empuje o apoye a uno de los suyos en la próxima contienda electoral o que concursen por cualquier otro puesto en la función pública, ya que -de acuerdo con el abogado y especialista en derecho constitucional, Luis Pereda– no existe en la ley mexicana alguna prohibición o limitación al respecto.
