Calles cerradas por la inseguridad: ¿otra violación a la ley?

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La avenida Ermita Iztapalapa, en el tramo que va de Calzada de Tlalpan a Río Churubusco, es un corredor de calles enrejadas que cierran el paso a la libre circulación. Parecen cárceles vecinales, donde los residentes tienen permitido salir a trabajar, a la escuela, ir de compras y cumplir compromisos personales. A su regreso vuelven a estar “presos”.

Es la estrategia que adoptaron desde hace décadas contra la inseguridad en las colonias Ermita y Miravalle -que corresponden a la alcaldía Benito Juárez-, así como en El Prado, Banjidal y Sinatel, que pertenecen a Iztapalapa.

El límite de la paciencia

Los constantes robos a casa-habitación, de vehículos y autopartes llevaron a los vecinos a tomar acciones, ante la incapacidad del Gobierno de la ciudad y las alcaldías.

“Por seguridad lo hemos hecho y el resultado ha sido maravilloso, pero siguen siendo omisas las autoridades, porque una vez que nosotros resolvimos el problema, los policías pasan menos. Sabemos que estamos violando la ley, pero nos pusimos todos de acuerdo”, afirmó Hugo Sergio Romero, vecino de la colonia Ermita, en entrevista para Cuestione.

Hugo, un abogado retirado, recordó el caso de una señora que fue asaltada durante las obras de la Línea 12 del Metro, lo que aceleró el plan para enrejar su calle. “Iba caminando, le jalan su bolsa unos rateros y al caer, la señora lamentablemente murió”.

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Rejas que brindan tranquilidad

Ingresar en estas calles secundarias, que hacia el sur desembocan en Río Churubusco y hacia el norte con Eje 7 Sur Emiliano Zapata, es difícil, si no es que imposible. Muchas están cerradas y solo tienen llave quienes viven allí.

Los que se detienen y aceptan responder unas preguntas, lo hacen sin dar su nombre. “A diario se robaban un espejo, una llanta, eran situaciones críticas. Desde que pusimos la reja, prácticamente son nulos los robos. Los vecinos nos estamos cuidando, sabemos quién entra, quién sale”, dice una de las vecinas.

“Ahora, con la reja, ya dormimos tranquilos, ha bajado la delincuencia 100%”, comenta otra persona vecina de la zona.

Las calles son estacionamientos, los habitantes pueden dejar sus vehículos frente a sus casas tranquilamente por las noches. Algo que en el resto de la ciudad “libre” es un riesgo. En la colonia Sinatel lo aprendieron a la mala.

“Antes de que pusiéramos las rejas dejaron coches en el suelo. Aquí le volaron las cuatro llantas a una camioneta y eso era tiro por viaje”, dice otro vecino de la zona.

Foto: Gilberto Molina

Violación al libre tránsito

La Constitución reconoce el derecho al libre tránsito de los mexicanos, donde no hay lugar para zonas de excepción. 

“Toda persona tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes”, señala la Carta Magna en su artículo 11.

En el caso de la capital, el libre tránsito también está permitido en la Ley para el uso de las Vías y los Espacios Públicos de la CDMX.

“Los actos de las autoridades y los particulares en el uso de las vialidades y espacios públicos deberán respetar el derecho de toda persona y de la colectividad a acceder, usar y permanecer en espacios públicos abiertos y cerrados, así como a la movilidad y accesibilidad a los sistemas de transporte, las vialidades y espacios públicos, que permita el efectivo desplazamiento de las personas”, dice el artículo 2 de esa ley.

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Caer en la propia trampa

El cerrar calles, además, obstaculiza el trabajo de las fuerzas de seguridad en casos de emergencia.

“En una emergencia, a nosotros luego nos cuesta mucho trabajo, tienes que dejar la patrulla en una área que esté abierta o entrar y saber manejar muy bien de reversa, porque sí se nos dificulta”, explicó a Cuestione el jefe del cuadrante 9 (un perímetro de seis manzanas) de la alcaldía Benito Juárez, Héctor Quero Sánchez.

Lo dice por experiencia. Al atender un reporte de madrugada por intento de robo, no pudo perseguir a los delincuentes, porque la salida a la avenida principal está cerrada. “Entré por Churubusco y huyeron en un vehículo estacionado sobre la Calzada Ermita, yo llegué de frente. Obvio ya no se les pudo dar alcance”.

Aunque no existen datos oficiales actualizados sobre el número de calles cerradas en la Ciudad de México, en 2016 la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal estimó que había poco más de 800 vialidades restringidas de distintas colonias con rejas, plumas, macetas o casetas de vigilancia, de acuerdo con El Universal.

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¿Derecho o intolerancia?

Sin embargo, el respaldo a esta medida no es unánime. Una de las personas que atiende un negocio sobre Ermita Iztapalapa se quejó de la intolerancia de los vecinos.

“Como en la colonia hay mucha persona mayor, casi no hay niños o jóvenes, son muy cerrados. De todo quieren hacer un problema, tienen un chat donde checan y preguntan por cada coche que entra, cuando hay alguien que les abre…”. 

¿Están en su derecho los vecinos de supervisar al que cruza por casualidad para ahorrarse camino? ¿Su legítimo derecho a la seguridad está por encima de las leyes?

Los habitantes de estas colonias son conscientes de que sus acciones son ilegales, pero han logrado lo que la autoridad no les ha dado: seguridad.

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