COVID-19 aumenta la violencia y abandono de personas en situación de calle

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Sin ayuda y sin sistema de apoyo

May tiene 33 años. Ha vivido 11 años en la calle y tiene dos hijas, una de 12 años y otra de seis. En marzo pasado, en medio de la pandemia, policías de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México le dijeron que no podía estar en la calle. Ella les reclamó. En respuesta, la subieron a una patrulla y la golpearon durante 45 minutos. 

La dejaron tirada y bañada en sangre en una calle del Centro Histórico.

“Cada vez son más violentos, amenazan con quitarte a tus hijos, que jamás te los van a devolver, con que te van a desaparecer, con que te van a golpear”, relata May a Cuestione

Ella y sus hijas son parte de las más de 6,700 personas que integran la población en situación de calle de la Ciudad de México, según datos del Censo de Poblaciones Callejeras 2017. Después de la golpiza y por el miedo a la pandemia del COVID-19, May aceptó ir a vivir al Centro de Integración Social Villa Mujeres.

De las más de 6,700 personas integrantes de poblaciones callejeras, 2,400 viven en albergues públicos y privados, el resto, más de 4,300, viven en la calle, según datos de dicho censoPara estas personas, mantener una sana distancia, aumentar las medidas de higiene y quedarse en casa para evitar la propagación del COVID-19 y reducir los riesgos de contraerlo, es imposible, porque las calles de la Ciudad de México, son su casa. 

A mediados de mayo, Almudena Ocejo, secretaria de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso) de la Ciudad de México, dijo que los albergues para personas en situación de calle estaban a su máxima capacidad, pero que seguían ofreciendo atención. Sin embargo, aseguró que había brigadas y una unidad médica móvil haciendo recorridos diarios para ofrecer atención médica a personas en situación de calle en tiempos de la pandemia.

No han pasado a entregar nada (geles antibacteriales, cubrebocas), al contrario, se agarraron de la pandemia para estar muy agresivos con los chavos de la calle, llegan y te quieren desalojar, te dicen que ya no puedes estar en la calle, pero la única opción inmediata que te ofrecen es ir al albergue de La Coruña; ahí todos duermen revueltos, hombres con mujeres y niños, todos juntos”, cuenta May, con su niña de seis años abrazada a las piernas.

“Hemos visitado 48 grupos en alcaldías como la Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Gustavo A Madero, Benito Juárez  e iztapalapa, a todos les preguntamos si alguna autoridad del gobierno capitalino los ha ido a visitar, en todos lados nos dicen que no. No sabemos dónde o cómo están haciendo los recorridos”, nos explicó Luis Enrique Hernández, director de la fundación El Caracol. Hernández agregó que desde hace tres años no hay datos nuevos sobre las personas en situación de calle, lo que también impide generar políticas públicas adecuadas para la atención de estas personas. 

Violencia y COVID-19, una combinación peligrosa

La Ciudad de México es muy grande. Si de verdad fueran cuatro mil 300 personas que viven en la calle, según las estimaciones oficiales, no alcanzaría el personal para ofrecerles información, alimentos, geles antibacteriales y cubrebocas durante la pandemia, “se necesitaría un ejército de personas”, explicó el director de la fundación El Caracol, que en tiempos de la pandemia ha repartido gel antibacterial, jabon y despensas a unas 700 personas que viven en la calle.

Foto: Mariangel Calderón

Tampoco hay manera de saber cuántas personas en situación de calle han fallecido por COVID-19, porque no hay información que certifique si fue por el virus o por otra cosa, dijo Hernández. 

A finales de abril, el usuario de Twitter @PeatonDelSur reportaba que don Armando, de 81 años, con un posible cuadro de COVID-19, tuvo que recorrer cinco hospitales, luego de ser expulsado del Hospital Gea González. Se consiguió que una ambulancia fuera por él para llevarlo al Hospital General Ajusco Medio, en la alcaldía de Tlalpan. Luego, las autoridades de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México lo reportaron como estable, pero actualmente se desconoce su paradero.

El protocolo de manejo de personas fallecidas determina que los cuerpos que no sean reclamados, serán enterrados. Pero no es claro acerca de la atención a poblaciones callejeras fallecidas por coronavirus.

El jueves 14 de mayo un hombre de 69 años perteneciente a poblaciones callejeras fue encontrado muerto cerca de la Catedral, en el centro histórico capitalino.

La Fiscalía de la Ciudad de México señaló al COVID-19 como causante de la muerte del hombre, pero Dunia Ludlow, directora de la Autoridad del Centro Histórico (ACH), un órgano de apoyo a las actividades de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, mencionó que el martes previo habían revisado al hombre sin encontrar síntomas del virus, pero si de desnutrición, y que además, él se había rehusado a recibir atención médica, de acuerdo con información de Infobae.

“Cuando consumía y me ponía mal por no comer, no me querían ni recibir en el hospital, porque iba mugrosa, no me quisieron dar la atención”, dice Gabriela, de 37 años, 23 de los cuales ha vivido en la calle. Consumía crack, pero lleva dos semanas sin drogas porque cree que está embarazada y ya quiere salir adelante, explica mientras se soba el vientre. La atención médica de primera calidad para quienes viven en las calles está garantizada según un programa de atención a poblaciones callejeras de la Sibiso, pero Gabriela vive otra realidad.

Limpieza social disfrazada de operativos de ayuda 

Para las familias que viven en la calle no sólo es más difícil cuidar de sus hijos, sino que también en tiempos del COVID-19 tienen que cuidarse de que no se los quiten. 

En las últimas semanas se han registrado operativos en los que el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México (DIF), con el afán de proteger la salud de los niñas, niños y adolescentes, buscan alejarlos de las calles durante la pandemia, “pero la separación familiar forzada es muy violenta, son operativos con policías”, explica Hernández.

Foto: Mariangel Calderón

Llegan con una camioneta y se llevan tus cosas, papeles, ropa, vuelves a perder tu identidad otra vez, es difícil un día en la calle, primero la higiene, no es fácil encontrar agua no hay a dónde ir a bañarse, luego te roban tus cosas, luego hay que conseguir comida y con hijos es más complicado”, cuenta May.

Los operativos de retiro forzado o de limpieza social están disfrazados de campañas de ayuda, como Abrigando la Ciudad, en la que autoridades de la Sibiso llevaban cenas calientes, comidas y gorros a las personas que vivían cerca del monumento a la Revolución. Pero la realidad es que lo hacen con violencia y los desalojan, explica Hernández.

Foto: Mariangel Calderón

Con la vida en el asfalto

“Cuando estás en la calle y estás sola, piensas que ya nadie te ayuda, todos te ofenden, piensas que ya perdiste todo, te vas hundiendo cada vez más, las autoridades no te responden como deberían”, explica May. 

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La población callejera es diversa, hay quienes están solos en la calle, otros que viven en familias, o bien, en grandes colectivos. No siempre duermen en las calles, sino que trabajan ayudando en los puestos de la calle, de faquires, o pidiendo dinero, juntan para comida pero también para los hoteles de paso en los que usualmente se quedaban, pero ahora con la pandemia los hoteles están cerrados y hemos visto poblaciones que antes no habíamos visto, que ya están durmiendo en la calle, dice Hernández.

Cualquier persona puede llegar a vivir en la calle, seas quien seas, no importa si tuviste dinero, si tenías una casa. Sin una estructura del Estado o familia que te proteja, cualquiera tiene el riesgo de llegar a la calle”, dice el director de la organización El Caracol. 

Depresión, consumo de sustancias, enfermedades crónico degenerativas y de salud mental, son algunos de los motivos por los que las personas deciden abandonar sus hogares y entregarse a la vida de las calles, explicó Hernández.

Con la pandemia, la ayuda de las pocas personas que les ofrecían una moneda o un taco ha disminuido, no así la violencia que enfrentan tanto por parte de las autoridades capitalinas, como de la sociedad, que al considerarlos como un foco de infección incluso les ha rociado agua con cloro. Los adultos mayores, mujeres, hombres y niños y niñas de distintas edades que viven en la calle siguen siendo vistos de reojo, como si no existieran.

Foto: Mariangel Calderón
Foto: Mariangel Calderón

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