El vacío de la educación inclusiva en México

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La educación inclusiva está sólo en el papel, no en la práctica”, dice Sandra Gómez, quien ha sido maestra en escuelas públicas por más de 20 años. El Estado descarga la inclusión de niños y niñas con barreras de aprendizaje en las y los docentes, quienes se encargan, como pueden, de hacer las adecuaciones a planes y programas educativos, para que todos los niños y niñas puedan ir y aprender en escuela.

A partir de 2017, la Secretaría de Educación Pública (SEP) instruyó a que todas las y los estudiantes con barreras de aprendizaje se integraran a escuelas regulares –y no a los Centros de Atención Múltiple como se había hecho hasta entonces–, como parte de una estrategia de la educación inclusiva.

Lo anterior, con la finalidad de cumplir con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), un instrumento internacional para dejar de considerar a los y las niñas con alguna barrera de aprendizaje como sujetos de una educación diferenciada; sin embargo, la Ley General de Educación no ha sido armonizada en este sentido, advierte el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

Educación inclusiva

De las 7.8 millones de personas que enfrentan alguna discapacidad, 830 mil son niños y niñas, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018. 

De 2018 a 2019, un total de 624 mil niños y niñas con alguna discapacidad estaban matriculados en escuelas regulares; en tanto que más de seis mil eran atendidos en Centros de Atención Múltiple y unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular.

La educación inclusiva busca la atención de poblaciones educativas diversas, no sólo de niños y niñas con barreras de aprendizaje (con alguna discapacidad física, conductual o intelectual), sino de integrar también a quienes pertenecen a comunidades indígenas, que tienen una tasa de analfabetismo de 19.2%, en comparación con el promedio nacional, que es de 6.3%, según información del INEE.

También pretende evitar el aislamiento y la exclusión, “con un diseño universal para el aprendizaje, que se refiere a la creación de productos y entornos diseñados de modo que puedan ser utilizables por todas las personas en la medida de lo posible, sin necesidad de una adaptación posterior destinada a un público específico”, según la Estrategia Nacional de Educación Inclusiva, que es parte del nuevo modelo educativo llamado Nueva Escuela Mexicana, que entrará en vigor en 2021.

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Los cuidan pero no les enseñan

Ante la falta de herramientas pedagógicas para atender a estas poblaciones, muchas maestras y maestros solo mantienen a los menores de edad en el salón de clases, sin realmente contar con objetivos claros sobre su desarrollo educativo, aseguró Gómez.

Las escuelas privadas recurren a otras estrategias, como acompañantes terapeúticos que acompañan al menor durante toda la jornada escolar, o bien en la necesidad específica del niño o niño con barreras de aprendizaje, como una sombra, los acompaña durante toda la jornada escolar. 

Aún cuando la educación debe ser inclusiva, en escuelas privadas se condiciona el ingreso de niños y niñas con capacidades diferentes de no contar con el apoyo de estas personas; o bien, se les niega el ingreso con la excusa de que han cumplido con la proporción de niños con estas características que se deben atender, lo que no siempre es posible verificar.

El otro lado de la moneda

Los niños y niñas con sobredotación, con coeficiente intelectual (IQ) de más de 130 puntos –el promedio regular es de 100–, enfrentan otra realidad. Se estima que podrían ser dos millones de niñas y niños con capacidades sobresalientes, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México. 

Las opciones para estos menores son pocas debido a que no cuentan con diagnósticos adecuados. Cuando bien les va, son atendidos en escuelas regulares que poco hacen por estimular su desarrollo, pero cuando no, es en Centros de Atención Múltiple, que integra comunidades con barreras de aprendizaje auditivo, visual, cognitivo y físico, así como con poblaciones de menores infractores, añadió la maestra Gómez.

“Imaginate poner a un niño super listo con uno que, por su condición médica, no puede leer. Al final ninguno de los dos va a desarrollar su potencial”, comentó Gómez a Cuestione.

La desatención de las necesidades educativas de niños y niñas con sobredotación deriva en estrés psicosocial, aislamiento e  incumplimiento logros académicos debido a que requieren más herramientas de aprendizaje que comúnmente no se brindan en escuelas regulares; al no ver satisfechas sus necesidades pueden llegar a ser rebeldes, pero también, a enfrentar acoso escolar. Así que estos niños pueden tener estrés emocional, tristeza y depresión, de acuerdo con expertos en España.

En México, el único programa que estimulaba a estos menores era el de Niños y Niñas Talento, en la Ciudad de México, pero fue eliminado en febrero de 2018.

Ocho de cada 10 niños y niñas con sobredotación suelen ser distraídos en clase, lo cual se puede confundir con problemas de aprendizaje, también muestran signos de hiperactividad, intervienen y comprenden conversaciones adultas, se concentran en un tema y son persistentes hasta que lo dominan, arman objetos o estructuras y tienen baja tolerancia a la frustración, por mencionar algunas de sus características, de acuerdo con Organización Mundial de la Salud.

Sin herramientas

Gómez, quien ahora trabaja en una escuela pública de educación regular, explicó que los maestros y maestras no cuentan con herramientas para identificar a niños y niñas con necesidades educativas especiales, ya sean por menor o mayor desarrollo intelectual, al promedio. 

En los Consejos Técnicos Escolares, realizados mensualmente en las escuelas, en donde se reúnen los y las docentes para revisar planeaciones educativas y que se hacen una vez al mes, es poco lo que se aborda en materia de educación inclusiva. 

Un maestro o maestra de una escuela regular debe contar con licenciatura en educación, en tanto que los dedicados a la atención de poblaciones con barreras de aprendizaje; en este caso, los de la unidad de Educación Especial y Educación Inclusiva (UDEEI), que es un enlace para lograr la integración de estos menores a escuelas regulares, deben tener un grado de especialización en psicología, aprendizaje auditivo o visual, entre otros.

En cada escuela de educación primaria debe haber una maestra o maestro especializado para la atención de estas poblaciones infantiles de la UDEEI,  pero por lo general solo van de ocho a 12:30, “es imposible atenderlos a todos”, explicó Gómez, que ahora es subdirectora de una escuela primaria al norte de la Ciudad de México.

En México, la mayor parte de las niñas y niñas con necesidades de aprendizaje diferentes tienen la garantía de poder asistir a la escuela, pero la falta de personal especializado para su atención y el desconocimiento de los docentes en escuelas regulares para enseñarles mejor, no garantiza que de verdad aprendan algo y la escuela pasa a ser una especie de guardería para estas poblaciones.

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