La salud mental de las mexicanas, un reto pendiente

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La salud mental en general es una de las grandes asignaturas pendientes en nuestro país. Este olvido histórico ha afectado aún más a las mujeres por varias razones que mencionamos a continuación. 

En septiembre del año pasado, Antonio Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el marco de la declaración para conseguir la cobertura universal de salud, señaló que “la salud mental en general es ignorada y estigmatizada desde hace mucho tiempo pese a que genera una angustia indescriptible a quienes la sufren y a sus familiares. Esta injusticia debe cesar.”

Pues en México no ha sido distinto. En su “Semblanza de la salud mental en México (1988)”Ramón de la Fuente, doctor en neuropsiquiatría, escribió que los recursos para combatir los problemas de salud en el país siempre han sido insuficientes y, por lo tanto, han sido utilizados para resolver cuestiones más urgentes.

No obstante, “ni la escasez de recursos, ni la magnitud de otras necesidades justifican esta desatención, ya que los desórdenes y las desviaciones mentales representan grandes sufrimientos para las personas afectadas y sus familias, y una grave pérdida económica y social para el país”.

Recientemente, el diputado del PT, Reginaldo Sandoval Flores, dijo que la salud mental “es el área de la medicina que ha quedado totalmente abandonada e invisible en los últimos años”.

También aseguró que se necesitan entre 12 mil y 20 mil psiquiatras en el país pero solamente existen 4 mil. Solo mil 400 de ellos están en el servicio público y “la mayor parte de estos profesionales están en la CDMX, mientras que en áreas rurales y conurbadas no se brinda el servicio”.

En este contexto nacional, la situación de las mujeres es aún más grave, tomando en cuenta los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política y el Desarrollo Social (Coneval) de 2016, que mostraron que las mujeres ganan una quinta parte menos que los hombres.

Aunque cada vez tienen más acceso a los sistemas públicos de salud, según el informe de Coneval, “este avance no es suficiente para erradicar las inequidades de género dado que el acceso principal de las mujeres a los servicios de salud es a través de otros familiares que les transfieren el beneficio, sin importar si se trata de mujeres en condición de pobreza o no”.  

Esto las ubica en una situación de dependencia y vulnerabilidad que condiciona su ejercicio del derecho a la protección a la salud, incluyendo la atención a los padecimientos mentales.

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El estigma de la salud mental

Es claro que este panorama de por si se inclina en contra de la mujeres y la correcta atención a su salud mental, sin embargo, además hay que agregar el entorno.

Según el documento “La depresión y otros trastornos psiquiátricos” del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, como la salud mental no es considerada una necesidad básica, para las mujeres “asistir con un especialista resulta un suceso extraordinario”.

Esto se debe a “las dinámicas de control patriarcal”, las cuales evitan que las mujeres acudan a ayuda, “porque pedir apoyo psicológico implica “ventilar” problemas de la pareja o familiares (violencia, alcoholismo, etc.)”.

Por otro lado, de acuerdo con la investigación sobre servicios de salud mental de las especialistas Shoshana Berenzon, María Elena Medina Mora y María Asunción Lara Cantú, las mujeres no acuden con un especialista por “pensar que nadie las puede ayudar, tener vergüenza de platicar sus problemas, no saber a dónde ir, la oposición por parte de la familia y pensar que el tratamiento podría ser muy costoso”, lo cual se acentúa en situaciones de dependencia económica.

Las mismas investigadoras también sostienen que hay otro tipo de circunstancias que complican que las mujeres tengan acceso a la salud mental, como “las distancias que hay que recorrer y las trabas burocráticas”, las cuales empeoran por motivos de género ya que tienen que cuidar a sus familias. 

Además, el trabajo de investigación asegura que existe un vacío en la atención a la salud mental de las mujeres, aún cuando ellas quieran acudir a consulta, porque no se reconoce que sus trastornos mentales están estrechamente relacionados con estilos de vida tóxicos, los cuales “se asocian con las expectativas y roles de género socialmente asignados a ellas”.

Por lo mismo, el estudio concluye que hace falta un plan con perspectiva de género, ya que el sistema de salud actual “con frecuencia lleva a tratar de adaptarlas a su condición insatisfactoria a través de fármacos o consejos”.

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Las violencias de género

La perspectiva de género es fundamental para atender la salud mental de las mujeres y, en este sentido, una de las principales medidas debe ser prevenir las violencias de género, algunas de las principales causas que detonan estos trastornos mentales.

El informe de Amnistía Internacional titulado “Women, Violence and Health”, a la hora de pensar en mejorar la salud mental de las mujeres, señala que hay que tomar en cuenta el combate a las violencias de género, desde “amenazas, comentarios degradantes y lenguaje sexista” hasta las lamentables manifestaciones de violencia física y sexual.

Estas violencias atentan contra el bienestar físico pero también emocional de las mujeres, ya que experimentan una gama de problemas psicológicos que pueden incluir ansiedad, miedo, depresión, sentimientos de vergüenza y culpa, trastornos del sueño, trastornos alimenticios, baja autoestima, estrés postraumático, autolesiones, uso y abuso de sustancias y hasta pensamientos suicidas.

A pesar de que no se le ha brindado una atención debida a la salud mental de las mujeres, históricamente se les ha asignado el papel de familiares cuidadores primarios informales (FCPI) de los pacientes con padecimientos mentales.

Es decir que se ha dado por hecho que las mujeres “se hacen cargo de proveer atención y asistencia al enfermo y guarda una relación directa con el paciente, sean los padres, el cónyuge, los hijos o los hermanos; en algunos casos pueden ser amistades”, sin ninguna remuneración de por medio.

Según el documento “La depresión y otros trastornos psiquiátricos” de Conacyt, entre 60 y 85% de los pacientes vive con su respectiva familia, es decir, seguramente son cuidados por alguna mujer. 

Por si esto fuera poco, el documento “La mujer y la salud en México”, (Conacyt) asegura que además del tiempo invertido, los FCPI se encargan de los gastos económicos que generan los trastornos mentales de sus familiares, “debido a que los servicios que ofrecen las instituciones públicas de salud son insuficientes y los seguros de salud no cubren este tipo de acciones”.

En el texto “Por qué hablar de género y salud mental” de Luciana Ramos-Lira, la investigadora señala que es necesario seguir visibilizando las violencias de género y diseñar planes para erradicarlas, ya que el fondo de estas conductas “se encuentra en lo sociocultural, en las creencias estereotipadas sobre lo que son y deben ser las mujeres y los hombres”.

Ramos- Lira dice que la inequidad de género, la cual trae consigo discriminación y violencia, también está presente en las instituciones dedicadas a atender la salud mental.

En términos de una adecuada atención a los cuidados psicológicos de las mujeres, no es suficiente con una mayor cobertura sanitaria o la construcción de hospitales, también se deben incluir políticas públicas que garanticen las mismas oportunidades de movilidad social pero que, además, transformen este contexto social que ha sido históricamente hostil para su salud mental.

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