Los hijos e hijas de los 43 de Ayotzinapa: víctimas olvidadas

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Para José Ángel, hasta los siete años de edad, los militares eran unos superhéroes. Soñaba con, algún día, usar el uniforme verde olivo. Todo cambió el 26 de septiembre de hace cinco años, cuando su padre, Adán Abrajan de la Cruz, desapareció en Iguala, junto con otros 42 de sus compañeros normalistas. 

Las líneas de investigación apuntan a la policía municipal y grupos criminales como probables responsables de la desaparición de los 43 estudiantes. Sin embargo, investigaciones periodísticas y testimonios de los sobrevivientes señalan que el día de la desaparición también participaron federales y militares.

Ahora, con 12 años de edad, Ángel ha retomado el plan de ser militar, pero por razones distintas. Quiere entrar al Ejército para investigar, desde adentro, qué sucedió con su padre. 

Alison, hermana menor de Ángel, tenía año y medio cuando desapareció su padre. Para ella, el recuerdo del desaparecido es tan solo la fotografía sobre un altar, en la casa de sus abuelos, junto los relatos que le cuentan los adultos. 

Así como Ángel y Alison, hay otros cinco menores de edad que quedaron entre la incertidumbre y el temor de la orfandad: América Campos y su hermana Gabriela; Naomi y otros dos menores, todos hijos de alguno de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.

Foto: Nayibe Castelo

 La niñez y la desaparición forzada 

Un año después de que su padre desapareciera, para su cumpleaños, Ángel pidió dos peculiares piñatas: un policía federal y un militar. En las fotos de aquel día, el menor no sonríe, la dureza de su mirada lo hace parecer mayor. Las piñatas recibieron todo el dolor y miedo que puede albergar un pequeño de ocho años ese día: “La del policía me duró 10 palazos, la del soldado menos”, dice, orgulloso, en entrevista con Cuestione.

Foto: Natalia Escobar

Ángel se vio forzado a una “sobreadaptación”, es decir, a madurar de manera acelerada y asumir un rol distinto al de su edad: el de jefe de familia. Hizo suya la responsabilidad de cuidar a su madre y hermana, advierte el informe Yo sólo quería que amaneciera, impactos psicosociales del caso Ayotzinapa, realizado por Fundar, Centro de Investigación y Análisis. 

Los hijos e hijas de los 43 normalistas son las otras víctimas del caso. A este grupo no se le ha dado un seguimiento institucional o apoyo tras cinco años de lo ocurrido.

Fuente: Informe Yo sólo quería que amaneciera, impactos psicosociales del caso Ayotzinapa, de Fundar. 

Madre, padre y sostén de la familia

La madre de Ángel y Alison, Erica de la Cruz, se gana la vida como trabajadora del hogar en Tixtla, Guerrero, en donde le pagan 100 pesos el día por limpiar una casa. También hace bolsas de plástico de manera artesanal. Con su venta acompleta los gastos del hogar.

Foto: Natalia Escobar

Desde que ocurrieron los hechos, Erica decidió decirle la verdad a sus hijos. “No sabemos si su papá está vivo o muerto, pero yo he visto que él (Ángel) trata de salir adelante, de vivir, pero nunca lo va asimilar”, dice su madre. 

El menor recuerda que convivió con su padre. A veces le pregunta a su mamá qué canciones le cantaba o qué juegos había entre ambos, buscando combatir el olvido que puede generar un desaparición forzada.

Un recuerdo con Toledo

En la búsqueda por los 43 no todo fue tristeza para la familia de Adán. En diciembre del 2014, los hijos, hermanos y sobrinos de estudiantes desaparecidos corrieron por Paseo de la Reforma, enfrente de la entonces Procuraduría General de la República. En su manos llevaban papalotes con el rostro de los 43 estudiantes. La iniciativa fue impulsada por el artista Francisco Toledo, quien falleció recientemente.

Foto: Tryno Maldonado 

Mientras volaban el papalote con el rostro de Adán, Ángel y Alison se veían alegres,  “tenían una sonrisa de libertad, ese día mis hijos fueron felices. Libertad, eso significó para nosotros volar los rostros de los 43 ”, señala Erica.

Ángel y Alison dejaron los juguetes y tomaron los carteles para protestar en las marchas por la desaparición de su padre y de los otros estudiantes. Pero hasta el momento la familia no ha recibido ninguna terapia psicológica, el apoyo solo es entre la familia, sin terapeutas de alguna institución del estado o privado.

Mi hijo ha respirado el gas lacrimógeno, conoce lo que es que te reprima la policía. Él nunca tuvo miedo. Al contrario, siempre ha tenido coraje y eso lo hace más fuerte”, dice su madre.  

“¡Ayotzi vive, la lucha sigue!” y “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” se convirtieron en las consignas favoritas de Ángel. Su madre asegura que decidió involucrarlo en la búsqueda de su padre porque así se desahogaba, en lugar de solo llorar por lo ocurrido.

Foto: Tryno Maldonado 

Erica asegura que antes marchaba y luchaba por encontrar a los 43, pero hoy la lucha diaria es por salir adelante y mantener a sus hijos. Tras tres años de la desaparición de Adán, su joven pareja decidió ingresar a Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) y durante dos años dio clases en comunidades rurales de la Sierra de Guerrero. 

“Hay hijos y esposas que no teníamos la culpa de los que pasó y nunca hemos recibido apoyo económico”, menciona Erica.

A 5 años …

Alison sigue siendo una niña inocente, dice su madre: a sus siete años le gusta mucho jugar futbol, correr, es muy alegre y anhela vivir como las princesas de los cuentos. Su hermano es totalmente distinto: no es un niño sociable, su mundo gira entorno a escuchar su música preferida, el rap.

Mientras que Ángel ahora admira al subcomandante Galeano (antes subcomandante Marcos). “Yo quiero ser como los zapatistas y luchar contra las injusticias”, dice Ángel a su madre.

Erica lleva años sin estar involucrada en la búsqueda de los desaparecidos, pero menciona que, de poder estar en alguna mesa de la Comisión de la Verdad del caso Ayotzinapa, pediría que se tome en cuenta a los menores que han crecido con la ausencia de su padre.

Erica mantiene viva la idea en sus hijos de recordar a su padre, pero les empuja a salir adelante: “a pesar de todo, la vida sigue y la lucha sigue. La desaparición de Adán me ha enseñado a ser fuerte en todo, a no caerme, he aprendido a defenderme, a alzar la voz, a no tener miedo”. 

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