Tres historias de sobrevivientes de la violencia de género

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En estas historias no hay príncipes que rescatan a las doncellas en peligro. Aquí, ellas se salvaron a sí mismas y saben que son sobrevivientes de la violencia de género. Tres mujeres compartieron con Cuestione lo que aprendieron en el camino, para que otras mujeres también lo hagan. 

Entrevistamos a tres mujeres valientes que estuvieron sumergidas en relaciones violentas por años: Jimena, Alma y Yolanda. Tres historias completamente distintas, en las que decidieron ser sus propias heroínas. Y como la falta de independencia económica es uno de los grandes obstáculos para que las mujeres violentadas por su pareja salgan de sus relaciones, ellas nos cuentan cómo lo consiguieron.

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Jimena, 50 años: “Prepara tu plan de huida”

“Mi marido me violó tantas veces que llegué a creer que era normal, que así era”, dice Jimena, desde Metepec, Estado de México.

Jimena y su esposo se casaron cuando los dos tenían apenas 19 años, ante la noticia de un embarazo inesperado. Ella dejó sus estudios para ser aeromoza y “él siguió estudiando ingeniería. Yo le ayudaba con las tareas”, relata a Cuestione.

La relación se tornó violenta cuando llegó el segundo embarazo. “Decía que me había embarazado para amarrarlo. El maltrato no era solo de él, sino también de parte de su mamá y su hermana, con quienes vivíamos”. 

Como Jimena había sido víctima de abuso sexual de niña por parte de un tío en la casa donde vivía con su mamá, sentía que no podía regresar a ella, que no tenía a dónde ir. Así que aguantó. 

Pasaron 20 años de matrimonio. 20 años en los que la violencia física y emocional nunca paró. Jimena sabía que debía salir de su matrimonio, pero no sabía cómo. Ahora tenían un hijo y dos hijas, una de ellas con problemas de salud graves: “Si lo dejaba, no iba a poder costear los gastos médicos de mi hija”. 

Cuando su hija lamentablemente falleció, Jimena sabía que no iba a esperar más. Comenzó a tomar cursos de elaboración de velas de gel, que en ese entonces –hace 10 años–, estaban de moda, recuerda. 

Pero aún cuando sus velas tenían demanda y llegaba a sacar hasta 10 mil pesos a la semana por ellas, no se daba cuenta de su capacidad. “Cuando estás dentro de una relación así, es como si tuvieras una venda en los ojos; no te das cuenta de todo lo que puedes lograr”. 

Cada peso que Jimena obtuvo por la venta de sus velas fue ahorrado, sin que su esposo supiera, preparando el momento en que pondría el punto final a su relación. “Ganar dinero te da seguridad para luchar contra tu abusador”, dice. 

Jimena recomienda a las mujeres que quieran salir de su relación tóxica que empiecen a “hacer un guardadito, para después meterse a un curso de lo que más les guste. Que no le compren nada a sus hijos con el dinero que ganen, sino que lo reinviertan para seguir generando recursos y entonces sentir que puedes hacer más cosas. Mientras que una no quiera entender que lo podemos todo, una no se va a atrever”.

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Alma Morales, 28 años: “Antes prefería guardar la apariencia de una familia bien. Y me daba pena que me vieran vendiendo pollo. Ahorita me da orgullo” 

Para salvar su vida, tuvo que ponerla en riesgo. Primero al saltar de una ventana, a tres metros de altura, para escapar de su marido, tras siete años de un matrimonio lleno de violencia y alcoholismo. El 13 de agosto de 2017, finalmente se sintió acorralada. 

“Ese día llegué de trabajar (limpiando casas)  junto con mis hijos. Y él (su esposo) dijo que iba a llevar a los niños con sus papás –que vivían en frente– un rato. En cuanto regresó, me jaló del cabello, me empezó a patear y no supe ni por qué. A la fecha no sé por qué. Le suplique que me dejara irme a casa de mi papá y me dijo que si me largaba, me mataba. Sebastián tenía una pistola y pensé que lo iba a cumplir. No paraba de golpearme, de patearme. Estaba como loco”, relata a Cuestione.

Alma aprovechó un breve descuido y decidió saltar por la ventana que daba a un cerro. Corrió sin mirar atrás hasta llegar a la casa de una conocida, quien la refugió y después la sacó escondida en la cajuela de su auto, para llevarla con familiares. Una vez acompañada por sus tíos, Alma regresó a su casa para recoger a sus hijos y nunca más volvió. 

Alma tomó el primer trabajo que apareció en su camino. Ese trabajo era como ayudante en una pollería, por 50 pesos el medio día. “Antes prefería guardar la apariencia de una familia bien. Y me daba pena que me vieran vendiendo pollo. Ahorita no, ahora me da orgullo”, dice.

En un inicio después de la separación, Sebastián le daba 200 pesos semanales a Alma para la manutención de sus dos hijos. Ahora él formó una nueva familia, dejó de darle pensión y ya tampoco los visita. “Para mí es mejor así”, dice Alma. “Así tenemos tiempo para sanar. Porque lo que me hizo a mí, no solo me afectó a mí. También le afectó a mis hijos”. 

Entre semana, además de trabajar medio tiempo en la pollería, limpia los salones de las escuelas de sus hijos por 60 pesos. Y los fines de semana, levanta a sus hijos temprano, los envuelve en una cobija y se los lleva con ella a trabajar la jornada completa a la pollería. “Tengo el bachillerato terminado, yo sé que podría conseguir otro trabajo, pero el que tengo me permite estar con mis hijos. Educarlos y protegerlos para que no vayan a caer con alguien como su papá, ni a convertirse en él”, dice.

Alma quisiera decirle a las mujeres que se quedan en relaciones violentas, por pena a encontrar un trabajo que disminuya su nivel de vida actual, que: “Aunque en un principio es difícil y me daba pena que me vieran, ahora estoy orgullosa de saber que rescaté a mis hijos de ese tormento. Antes pensaba que como estaban chiquitos no se daban cuenta, pero sí saben y sufren el infierno como una, aunque no sepan cómo expresarlo”. 

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Yolanda, 23 años: “Me hizo firmar un papel en donde me comprometía a ser su novia todas las noches. Yo tenía 15 años y él era abogado. Creí que era legal”

Yolanda tenía 13 años cuando salió corriendo de su casa en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Su hermano –tres años mayor que ella– intentaba violarla por primera vez, después de haber abusado sexualmente de ella por cinco años cada noche, cuando el papá de ambos salía a trabajar a las maquiladoras en el turno nocturno.

Luis, un vecino de entonces 23 años, fue el “héroe”. Le ofreció una casa desocupada de su familia, a donde podría acudir en las noches cuando se sintiera en peligro. No pasó mucho antes de que Luis sedujera a Yolanda, a pesar de que ella era menor de edad.

Yolanda quedó embarazada con apenas 15 años de edad. Cuando le dijo a Luis, éste negó ser el padre y además le confesó que tenía “una novia formal”. Los padres de Yolanda la corrieron de la casa al saber la noticia. 

“En un principio empecé a quedarme por días o semanas con amigas. Mientras iba a una colonia de clase alta a pedir trabajo, que me dejaran limpiar o planchar. Pasaron tres meses cuando ya pude pagar la renta de un cuartito que me costaba 500 pesos”, relata a Cuestione

Después, Yolanda encontró trabajo atendiendo un cibercafé por las mañanas y como secretaría de un bufete de contadores por la tarde, aunque en ninguno de sus dos empleos tenía seguridad social. 

“Mi primer día en el cibercafé, no tenía un peso. Habían pasado dos días sin que mi bebé ni yo comiéramos. Le pedí a mi jefe que me prestara 10 dólar (unos 200 pesos) y compré bombones para cubrirlos con chocolate, para venderlos en banderillas afuera de Wal Mart. Ese día le pagué a mi patrón lo que me prestó y me quedaron 200 más que volví a invertir en bombones y compré un poco de comida”, dice Yolanda a Cuestione.

“Así conocí a mucha gente que me quiso ayudar, a otros que me acosaron. Pero me quedo con la gente que me ayudó que fue mucha. Aunque mi familia me dio la espalda, seguí creyendo en la gente porque no dejé de encontrarme con esos ángeles”.

En ese tiempo, Luis no dejó de acosarla, violentarla y violarla. Cada vez que la veía en la calle, la metía al auto, diciéndole que ella, a sus 15 años, debía comportarse como una señora embarazada y dejar de salir con amigas. 

Cuando Yolanda tuvo a su bebé, finalmente decidió parar la violencia. “Le puse un alto y las agresiones subieron de tono. Una madrugada rompió una ventana y se metió a mi casa. Me amarró, mientras paseaba un cuchillo por mi cuello. Me dijo que me iba a arrancar la cabeza, a degollar, que si tenía un novio me iba a matar y a cortarme en cachitos y aventarme al río. También me deshago de él (su hijo), los aviento al río”.

Yolanda hizo creer a Luis que accedería a sus peticiones para tranquilizarlo. Aprovechó que sus vecinos comenzaban a salir a trabajar para pedir ayuda. Al escucharla, acudieron y la liberaron, mientras Luis huía. 

Esta vez, Yolanda levantó una denuncia ante el Ministerio Público: “Y entonces la violencia empeoró. Él trabajaba en un juzgado de lo familiar y me dijo que la jueza era su madrina, que no le pasaría nada”. Así fue. 

Pero la suerte de Luis estaba por cambiar, ya que decidió secuestrar a su propio hijo para alejarlo de su madre. “Aquí no puedes hacer nada sin que el narco te dé permiso. No sé cómo se enteraron que Luis había secuestrado a mí bebé y lo levantaron. Después lo regresaron, pero ya no me volvió a molestar”. 

Yolanda ahora tiene 23 años, se volvió a casar y ahora tiene tres hijos. Es animadora en shows de fiestas infantiles. “Nos va muy bien. Mucho se lo debo a toda la gente que conocí mientras me esforzaba para sacar sola a mi hijo. Yo diría que es importante confiar en la gente y no dejarse lastimar si alguno te decepciona”. 

Yolanda también da talleres en donde enseña cómo aprendió a sobrevivir sola y siendo madre adolescente a mujeres en situación vulnerable, a través de Lilas Colectivas, un grupo de apoyo que fundó junto con una amiga. 

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Consejos de mujeres sobrevivientes de la violencia de género

El temor a mantenerse económicamente a sí misma o a sus hijos “es una fuerte limitante” para intentar salir de relaciones violentas. Por eso, con ayuda de Noemí Díaz, psicóloga especializada en violencia de género de la UNAM, intentamos elaborar una guía tanto para las mujeres víctimas, como para los amigos y familiares de éstas, para conseguirlo.

1- Recupera la autoestima

Lo primero que debe hacer una mujer en situación de violencia es recuperar la autoestima, reconocer en qué es buena, en que tiene habilidades y que parte del problema para no tener ingresos propios es justamente el círculo de violencia en el que está encerrada, dice Díaz. 

Amigos y familiares: Hay que rescatar el sentimiento de logro, para que vaya reconstruyendo su valía y si encuentra esta resonancia en la red de apoyo, será más fácil. 

2- Estrategia

Como en la guerra, hay que tener una estrategia. Una vez que se reconoce que la mujer tiene habilidades e intereses en ciertas áreas, hay que planear cómo desarrollarlas para que después pueda generar ingresos con ellas. “El sentimiento de autosuficiencia económica es un proceso que se construye poco a poco”, explica la especialista.

Por ejemplo: tomar cursos o talleres para fortalecer esas habilidades, prepararse al respecto. Hacer un mapa de clientes y personas conocidas que pueden ser de ayuda. 

Amigos y familiares: Si hay tropiezos o retrocesos, no hay que juzgar, criticar y mucho menos cerrar las puertas. 

3- No quedarse “por los hijos”

“Ella tiene la puerta de la libertad, para ella y para sus hijos. Si una mujer sale de una relación con nivel socioeconómico desahogado es un ejemplo enorme para sus hijos, les abre la puerta que logren lo que ellos quieran, mientras que quedarse es el peor modelo. El salirse es un aprendizaje de vida para los hijos, independientemente si se quedan con el padre o con ella”, explica Díaz. 

En contraparte, si se queda en una relación violenta, el “costo emocional es altísimo”, tanto para ella como para los hijos, además de que se aumenta el riesgo de que ellos reproduzcan los mismos patrones, dice la experta. 

4- Cuando estés lista, sal 

No será fácil y dará mucho miedo. Pero si la mujer violentada a recuperado parte de su autoestima y ahora tiene herramientas para generar ingresos, necesitará soporte emocional de sus amigos y familiares. Debe sentir que no estará sola, aun si no tiene éxito. 

Amigos y familiares: Es importante recordar que para una persona víctima de la violencia, es más difícil salir de la relación, que regresar a ella. “Afuera hay muchos miedos y adentro él le está prometiendo que va a cambiar. Hay una parte que se quiere alejar y hay otra que se quiere regresar a la etapa de la relación en la que vivían contentos”, dice Díaz. 

5- Mantener la puerta abierta

Puede ser muy frustrante ver que alguien querido está siendo víctima de violencia y que lejos de querer salir de esa relación, regresa. Pero hay que tomar en cuenta que desde afuera las cosas se ven muy distintas. 

“La salida se ve fácil para alguien que no está en una relación, pero para una mujer violentada, salir y regresar, si esa puerta se mantiene abierta será más probable que en un futuro se vaya. Si se le cierra, la red social la está condenando a quedarse en ese lugar”, explica Díaz.

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