Un bebé es asesinado cada cinco días en México

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Las fotos de Karol se hicieron virales en todas las redes sociales. Ana María, la mamá de la bebé de cinco meses, había denunciado que iba por la calle y de pronto alguien le arrebató a su hija de los brazos. Durante unas horas, la fotografía de la niña fue una de las más compartidas en redes sociales, hasta que la encontraron muerta. Luego se supo que fue la madre quien había fingido el secuestro de su hija.

Karol murió por broncoaspiración, que es cuando vómito o comida se atora y llega a los bronquios, impidiendo la respiración. Según la Fiscalía de Justicia de Coahuila, la mamá de Karol prefirió fingir el secuestro de su hija por temor a represalias. Todavía nadie sabe qué pasó, tampoco si la bebé murió por accidente o negligencia de la madre.

La realidad es que en México mueren tres bebés (de 12 meses o menos) cada día por accidentes o descuidos, aunque no hay registro de dónde ocurrieron, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Más grave aún, un bebé es asesinado cada cinco días. 

Sin embargo, las cifras podrían ser mayores, pues existe un subregistro, lo que deriva en impunidad, dijo a Cuestione el oficial nacional de Protección a la Infancia de Unicef, Leonardo Mier.

A esto hay que sumar que cuando hay denuncias, no se les da un seguimiento adecuado y, entonces, los descuidos o maltratos pueden alcanzar desenlaces trágicos, como en el caso de Karol, agregó Mier.

Infancias violentas

La Ley de protección a la infancia, que ya tiene seis años de vigencia, no contempla políticas de seguimiento a los casos de violencia contra niños, niñas y adolescentes, lo que impide salvar a los bebés de la tragedia. Uno de los problemas es que no existe un registro específico para conocer si las muertes de los menores son producto de accidentes o agresiones intencionales, lo que impide que se creen mecanismos más sólidos de protección a la infancia, explicó Mier.

De 10 casos de lesiones intencionales que llegan a los hospitales, sólo cuatro son reportados a las autoridades, según el Sistema Nacional de Información en Salud, expuso Leonardo Mier. También advirtió que lo mismo ocurre en las escuelas, cuando personal escolar nota casos de niños y niñas víctimas de agresión pero no los denuncian.

La cultura de “la chancla”

En México, 63.1% de menores de 1 a 14 años enfrentaron agresiones físicas y psicológicas de acuerdo con un informe de la Unicef. En contraste, cuando a los padres, madres y cuidadores se les pregunta si esta forma de disciplina es funcional, solo una minoría, 5%, considera que golpear a los niños no es un método efectivo de crianza, dijo Mier con base en un Informe Anual 2018, de la Unicef.

Sin embargo, la proporción de niños, niñas y adolescentes que enfrentaron violencias, contrasta con el bajo porcentaje de padres, madres y cuidadores que consideran que esta es una forma de disciplina, lo que evidencia que no somos una sociedad congruente con lo que se dice y con lo que realmente se hace, abundó el especialista de la Unicef.

En Suecia, desde hace 40 años el castigo físico a niños, niñas y adolescentes es ilegal, dijo a Cuestione, el oficial nacional de Protección a la Infancia de Unicef, Leonardo Mier.  Pero en México, todavía se discute en la Cámara de Diputados una reforma a la Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes, que prohíba el castigo físico como una manera de educar.

En México, el clásico “chanclazo” se sigue viendo como un chiste , lo que normaliza que los niños, niñas y adolescentes sean violentados, agregó Leonardo Mier.

Daño permanente

Cuando un niño o niña, de los cero a los cinco años, experimenta violencias constantes, su cuerpo genera cortisol, que es una sustancia que en condiciones normales permite responder a situaciones de estrés. 

Cuando la liberación de esta sustancia es permanente, deriva en estrés tóxico que hace que la empatía y la capacidad de diálogo no se desarrollen. “Hay evidencia que quienes han enfrentado violencia son más propensos a ser víctimas de violencia o victimarios, aunque no siempre es una causal”, señala el experto. 

Historias como la de Karol no son casos aislados. Son solo una muestra de las fallas de coordinación e impartición de justica en los sistemas de protección para la infancia.

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