Un pederasta extranjero llega a México cada minuto

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“¡Ven y disfruta de Acapulco, donde el sol, la playa y dulces abejitas endulzarán tu estancia!”, decía un anuncio de la casa de huéspedes Castillo Vista Mar. Esas “abejitas” eran en realidad niños, víctimas de explotación sexual a manos, en muchos casos, de algún pederasta extranjero.

El expediatra Stefan Irving de Nueva York era uno de los clientes frecuentes de “El Castillo”, como lo conocían. Un pedófilo registrado en la base de datos de ofensores sexuales de Estados Unidos, por haber intentado abusar de un niño de siete años en la escuela en la que trabajaba, situación por la que perdió su licencia como médico. 

Stefan encontró en Acapulco un paraíso… de impunidad para continuar cometiendo sus delitos. 

“Stefan tenía preferencia por menores pre-púberes, menores de 11 años”, declaró Robert Decker, gerente de El Castillo y amigo de Stefan, durante el juicio contra éste.

El Castillo Vista Mar funcionó como fachada de pederastas entre 1998 y 2000. Hoy, dos décadas después, las cosas no han cambiado. Hace tres años, en plena costera Miguel Alemán de Acapulco, el canadiense Walter Suk fue sorprendido besando y tocando a dos niñas menores de cinco años de edad, en presencia de quien dijo ser su padre. 

México, el edén de los pedófilos

¿Por qué Decker y Stefan fueron juzgados y condenados –a Decker le dieron 10 años de prisión y a Stefan, 21– en Estados Unidos, si los delitos fueron cometidos en México? Por la misma razón que cerca de 600 mil depredadores sexuales visitan nuestro país cada año… mil 600 al día… 66 cada hora… poco más de un pedófilo al minuto: impunidad.

Lo anterior con base a los 96.5 millones de personas extranjeras que visitan nuestro país cada año y la estimación de que 20% del turismo mundial se hace con fines sexuales; de éste 3% involucra a niñas y niños, de acuerdo con la Conferencia Internacional de Turismo y Explotación Sexual Comercial Infantil. 

Las ciudades en donde el turismo sexual se ha enraizado en nuestro país son: Acapulco, Cancún, Puerto Vallarta. Así como en las ciudades fronterizas de Tijuana y Ciudad Juárez. 

La diputada Adriana Dávila Fernández ha seguido por años el fenómeno de la trata en México y, para ella, parte del problema en el país radica en la impunidad y falta de procuración de justicia. “Tenemos un problema de corrupción, además de eso, la impunidad da un ejemplo de que no pasa nada y pareciera que le da permiso a otros de hacer lo mismo”, dice en entrevista con Cuestione

Además, crea un clima de normalización de la explotación sexual. Desde agencias de viajes, taxistas, guías de turistas, empleados en restaurantes y hoteles, todos pueden participar en esta industria de explotación sexual de menores de edad, o bien, lo toleran, advierte Dávila Fernández. 

Por el caso de El Castillo, el agente Perry Woo, de Estados Unidos, arrestó a ocho estadounidenses, 10 mexicanos y rescató a 30 niños. Cuando llegó el momento de presentar a las víctimas, solo le fue posible saber el paradero de cinco: uno se había convertido en proxeneta, dos habían sido decapitados, uno más era drogadicto y estaba desaparecido. Solo uno de ellos, Jesús, había encontrado un familiar que se hiciera cargo de él e iba a la escuela, relata en el libro One Child at a Time (Un niño a la vez).

La explotación sexual de menores de edad es un problema trasnacional y mientras que no se realizan acciones de manera conjunta, no podrá solucionarse: “En la medida que no entendamos que debe atenderse entre las naciones, no podremos combatirla”, advierte Dávila Fernández. 

Los niños que a nadie importan

Dormidos en las bancas de los parques, dispuestos a intercambiar sexo por comida, así eran las víctimas de El Castillo

Niñas y niños en situación de vulnerabilidad, ya sea por pobreza, abandono, orfandad, inseguridad o problemas familiares. Ellas y ellos son presas fáciles para los pederastas. 

Unos dos millones de niñas y niños en el mundo que a nadie importan, son utilizados como desechables de una red criminal que genera, cada año, más de 20 mil millones de dólares, de acuerdo con Unicef, es decir, un promedio de 10 mil dólares al año por menor de edad.

“El turismo sexual infantil es un fenómeno en desarrollo. Si bien se ha registrado como un problema recurrente en varios países durante más de 15 años, se ha convertido en una tendencia emergente en otros destinos”, advierte la organización ECPAT internacional

Pese a la impunidad, a los mexicanos nos queda no adaptarnos, no ser testigos mudos de estos hechos y, como la persona que grabó y denunció al canadiense Walter Suk, no permitir que estas situaciones sigan pasando.  

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