No nos conociste, pero estamos aquí por ti, Ingrid, y por las 10 mujeres que son asesinadas cada día en el país y que no conoceremos porque nos las arrebataron.
Hacemos pase de lista. Mencionamos tu nombre, Ingrid, pero tú no contestas. Las que responden son las decenas de mujeres de todas las edades, que nos hacemos presentes para que tu nombre no se olvide.
Te asesinaron en tu propia casa. Destrozaron cada una de las partes de tu cuerpo y después nos lo enseñaron en primera plana.
Tu última fotografía no será esa en la que sales sonriendo en tu Instagram, sino la de unos restos que ya no eras tú y que algunos medios de comunicación usaron para ganar algunos pesos.
Hicieron de la imagen de tu feminicidio una mercancía.
“Son unos basuras, son unos asquerosos que lucran con la tragedia de las mujeres y, aparte, a través de esas imágenes nos infunden terror a todas, nos quieren con miedo. Encerradas”.
“Simplemente creo que esa noche no pude dormir de ver todas las imágenes. Llorar”.
Tus últimas fotos no serán ésas. Nos negamos. Por eso salimos a las calles con pancartas. Protestamos para que esa bajeza no quede impune, como sí quedan más del 90% de los feminicidios.
No lo sabemos, pero mientras marchamos, Ingrid, una pequeña de siete años es asesinada. Su nombre es Fátima. Pero eso tampoco importa. Al gobierno le importa más que no pintemos las paredes que proteger a las niñas como Fátima, a las mujeres como tú. Como todas nosotras.
“Por eso, también pido a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes, que estamos trabajando para que no haya feminicidios, que no somos simuladores y que no esperen que nosotros actuemos como represores”.
Pero sí nos reprimieron. La policía de la Ciudad de México nos lanzó gases en la marcha mientras exigíamos justicia para ti.
Después nos dicen que no, que no es cierto. Que no utilizaron ningún gas.
Si un día mi cuerpo es nota roja de un medio oportunista, Ingrid, también quiero que arda todo.
