Cambiar la realidad por decreto

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Les encanta a los políticos prohibir

Hay dos cosas que les encantan a los políticos: prohibir y decretar. Ante cualquier problema complejo, la salida más rápida y fácil es hacer que algo sea ilegal, o “decidir” que se resuelva el tema.

Ya que emite el decreto, el gobernante se da por satisfecho y considera que aquello que causaba dificultades ha desaparecido. Pero la realidad es necia y, una y otra vez, nos enseña que los problemas siguen ahí.

Crear salud por decreto

Lo sucedido la semana pasada en Oaxaca es un claro ejemplo de este mal hábito de gobiernos y legisladores. Conforme la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus se sale de control, el gobierno, en lugar de buscar soluciones, encontró un culpable. 

Y ese culpable somos nosotros: porque somos gordos, porque tenemos diabetes y porque comemos comida procesada. Y en efecto, México tiene un grave problema de sobrepeso y obesidad, siendo uno de los países del mundo más afectados por este padecimiento. 

Tiene que ver con generaciones de mala alimentación, falta de recursos y de acceso a comida sana. Así, la solución oaxaqueña es prohibir que a los niños se les venda, e incluso que se les regale, comida procesada. 

Pero de inmediato la realidad se impone y nos demuestra que un problema no desaparece por la simple ley: es imposible fiscalizar a todas las tiendas o puestos callejeros, y quienes hacen dulces artesanales ya levantaron la voz. Muy pronto, los que crearon y aprobaron esta ley, van descubriendo que así no van a resolver nada.

A pesar de esto, en otros estados de la República, legisladores de Morena quieren seguir el ejemplo. E incluso, a nivel federal, se empieza a discutir una ley para subir los impuestos a estos productos.

Esto es lo que llaman “impuesto al pecado”. Aquellas cosas que nos hacen daño, como el cigarro y el alcohol, reciben una carga fiscal adicional, con la esperanza de que si es más caro, la gente lo comprará menos. De nuevo, la necia realidad lo desmiente: hoy el gobierno recibe muchos recursos adicionales de estos impuestos, pero la supuesta reducción en el consumo no ha resuelto el problema de salud pública.

El siempre complejo tema del aborto nos lo demuestra con claridad. Algunos gobernantes creen que con prohibirlo dejará de suceder, pero en lugar de eso lo que crean son redes de ilegalidad y ponen a las mujeres en riesgo.

Crear riqueza por decreto

Ante la pobreza y la desigualdad, así como la falta de empleo, el gobierno tiene la idea de que a fuerza de decretos podrá cambiar la situación. Así, al principio de la crisis económica, que ha generado la pandemia, el presidente López Obrador “decidió” que se crearían dos millones de empleos.

Por supuesto que no ha sucedido y la pobreza tampoco ha disminuido a fuerza de repartir dinero a distintos sectores. La verdadera solución a la desigualdad viene por la creación de condiciones en que las empresas puedan ofrecer empleos bien remunerados, y para eso se necesita algo que está faltando: confianza en el gobierno.

La ausencia de reglas claras, así como las ocurrencias que cada día nos regalan desde Palacio Nacional, debilitan a la economía, fomentan la informalidad en el empleo, y nos alejan de la creación de riqueza en nuestro país.

Tanto en la economía como en la pandemia, hay muchos buenos deseos, pero muy poca planeación y diseño de políticas públicas. Cuando las cifras del Producto Interno Bruto demostraron que las decisiones económicas no estaban funcionando, se nos dijo que esa medición debería caer en desuso. 

Apenas empezaba la crisis sanitaria, y el presidente ya nos había asegurado que se “domó la pandemia”. Pero sí hay soluciones.

Si no es prohibiendo ¿cómo se cambian los malos hábitos de la gente? La respuesta es tan obvia como compleja: con educación. 

Un buen ejemplo de esto es el uso del cinturón de seguridad. Hace unas décadas nadie pensaba en usarlo, pero hoy la gran mayoría de la gente se lo pone al subirse al auto. Esto se logró con esfuerzos nacionales e internacionales de sensibilización. 

La gente fue entendiendo que era peligroso no usarlo, y que algo tan sencillo como ponérselo les podía salvar la vida. Esto nos demuestra que sí se pueden combatir las costumbres peligrosas. La legislación sensata sirvió, pero ayudó más la educación.

De igual forma, muchos países nos han demostrado que la desigualdad y la pobreza no se erradican por una simple decisión, sino por la construcción de una base de reglas claras, competencia justa e incentivos correctos. 

Así, esta semana en Cuestione haremos un análisis de los decretos y leyes arbitrarias, que más que resolver problemas promueven la ilegalidad y la corrupción. También analizaremos casos de éxito en el cambio de malos hábitos, a través de la educación y la regulación inteligente. 

Porque no, la realidad no se cambia por decreto y prohibir no es la solución. 

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