Congreso mexicano: con millonarios recursos pero pobres resultados

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El Congreso es donde se discuten, analizan y aprueban las normas legales que rigen la vida de toda la población en México. Y en un país con tantos partidos, y en el que ninguno tiene mayoría, es necesario que se pongan de acuerdo entre legisladores de, supuestamente, distintos orígenes partidistas para aprobar leyes que a la larga impactarán en la vida cotidiana de la ciudadanía.

El problema radica en que nuestros representantes populares parecen no estar muy conscientes de lo que significa trabajar. Y menos en lo necesario que es que lo hagan para mejorar la situación económica y de pobreza que vivimos. Basta ver la falta de resultados comparado con el altísimo costo que representan para quienes pagamos impuestos.

Es más común ver a los supuestos representantes del Poder Legislativo más interesados en ganar cuotas de poder o en su próximo puesto que en representar a quienes les votaron. 

Hemos visto también cómo se emprenden enormes programas de redistribución de los recursos, se inventan o desaparecen programas sociales e instituciones o se construyen obras magnas como los dos aeropuertos, pero lo que no hemos visto es que se reduzca de manera signficativa la nómina de las y los legisladores ni a sus centenas de asesores.

Cada año, el Congreso mexicano dispone de recursos millonarios. Según la empresa de consultoría Integralia, en América Latina el presupuesto del Congreso mexicano es el segundo más alto de toda la región. Brasil y Argentina ocupan el primer y tercer puesto, respectivamente. 

Además, como lo documentamos en Cuestione, las y los diputados federales en 2022 están percibiendo un salario menor respecto al año pasado, sin embargo el ingreso neto anual de cada uno se mantiene por arriba del millón de pesos, esto sin contar sus respectivas prestaciones. 

También hay que contar los viajes y lujitos que se pagan a costa del erario. ¿Se acuerdan del viaje que realizó un grupo de legisladores para asistir a una cumbre de energía en los Emiratos Árabes Unidos? Ese viaje nos costó más de un millón de pesos. Pero, ¿qué pasó? Nada. Solo se quedó en un costoso escándalo.

Y es que nuestros legisladores no solo cobran un dineral, sino que tampoco se presentan a trabajar diariamente. En la discusión de la reforma eléctrica hubo una cifra de asistencia inédita para una sesión ordinaria. Esto quiere decir que nunca se han presentado a una sesión todos y todas las congresistas.

Otro mal que persigue a nuestro aparato legislativo son los llamados diputados fósiles. Legislaturas van, legislaturas vienen y estas personas entran, salen y vuelven a entrar o pasan de la Cámara de Diputados al Senado y luego de regreso.

Por ejemplo, el actual titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Goméz, antes fue legislador durante 21 años; Beatriz Paredes lleva los mismos años saltando entre la Cámara de Diputados y la de Senadores. Ricardo Monreal suma 22 años como legislador, el expresidente del Partido Verde, Jorge Emilio González Martínez cuenta con 16 años y Félix Salgado Macedonio lleva más de 15 como miembro del Congreso.

Se puede pensar que el tiempo que se la pasan “legislando” no es el problema porque incluso es válido tener una clase política profesional, pero mientras no existan mecanismos de rendición de cuentas ante la ciudadanía, no sabremos si realmente están trabajando.

Además, hay quienes saltan de partido a partido dentro de periodos no electorales, el famoso chapulineo. Al saltar, las y los funcionarios dejan sus labores en un partido para empezarlas en otro. 

A pesar de que siempre ha existido este hábito en el Congreso, esto nos hace cuestionar si nuestros legisladores de verdad se preocupan por las necesidades de la población o sólo por sus intereses. Nos muestra que en realidad no existe diferencia alguna entre los partidos políticos.

El Poder Legislativo siempre ha sido escenario de escándalos sin consecuencias. Desde casos como el de las diputadas “Juanitas”, que fueron reemplazadas por sus suplentes hombres ya que consiguieron la elección en el Congreso, hasta la vez que diputados que antes estaban en el PRD (y hoy militan en Morena) metieron a un personaje ligado con el narco en la cajuela de un coche para que tomara protesta y contara con fuero. 

Entendemos que el trabajo legislativo en muchas ocasiones avanza lento y no es que eso esté mal: las leyes son complejas, requieren cuidado, y, sobre todo, tienen consecuencias en la vida de la gente. Pero es momento de que las y los legisladores mexicanos representen los intereses de sus electores, en lugar de seguir siendo leales a sus partidos y recibiendo línea de quienes dirigen los partidos políticos. 

¿Qué pasaría si nuestros diputados y senadores fueran empleados de una empresa privada y acumularan faltas por no presentarse a trabajar? Seguramente ya habrían sido despedidos desde hace tiempo por no cumplir con el trabajo por el que fueron contratados. 

Por todas estas razones, esta semana en Cuestione estaremos examinando lo que ha hecho y dejado de hacer el Congreso en México y cuáles serán los temas más importantes que tendrá que resolver en los próximos meses. 

Porque debemos entender que las leyes se construyen para protegernos y no para hacernos la vida difícil. 

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