Cuando la oposición falla

Compartir:

- Advertisement -

Hace unas semanas se celebraron las asambleas o consejos de los tres principales partidos de oposición en México. PRI, PAN y PRD están haciendo como que cambian para, básicamente, no cambiar. 

Esa es una mala noticia para nuestro país porque en cualquier democracia sana se necesita, de manera indispensable, una oposición crítica que pueda no solo funcionar como contrapeso de quienes ostentan las mayorías, sino que deben ser la voz y fuerza de quienes no coinciden con los gobiernos en turno.

Durante muchos años, el PAN dentro de una ideología más vinculada a lo que se conoce como derecha política y los distintos partidos de izquierda que terminaron aglomerados alrededor de liderazgos priistas en el PRD, ejercieron esa función con dignidad.

Fue gracias a la presión de ambos partidos que México pudo transitar del régimen de partido de Estado que vivimos en la mayor parte del siglo XX a un régimen con alternancia partidista en el año 2000. 

El PAN logró tener dos presidentes: Vicente Fox y Felipe Calderón. El PRD controló la capital del país desde 1997. 

¿Qué le ocurrió a la oposición en México? Justo eso: llegaron al poder. Es sumamente sintomático que aquellos que fueron los partidos más importantes de nuestro país, desde la década de los noventa del siglo pasado, hayan prácticamente desaparecido justo cuando llegó al poder el movimiento aglutinado alrededor de la figura del mayor opositor al régimen que siguió al priismo.

Si algo ha hecho de manera más que eficiente Andrés Manuel López Obrador es acercarse a liderazgos de todo el espectro político. Así, en la llamada Cuarta Transformación militan lo mismo pastores evangélicos que rabiosos defensores del marxismo; empresarios neoliberales y militares caminan de la mano y construyen aeropuertos, carreteras y trenes.

En Morena caben expriistas como Manuel Bartlett, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal, ex panistas de ultraderecha como Manuel Espino, perredistas como Claudia Sheinbaum, Martí Batres y Mario Delgado, pero también están ahí liderazgos de la izquierda sesentera como Pablo Gómez o intelectuales como Paco Ignacio Taibo II.

Con toda la variedad ideológica orbitando alrededor de la figura del más relevante líder social y político que haya habido en México en el último cuarto de siglo, ¿en dónde quedan los partidos que se repartieron el poder en esa época y que hoy son oposición?

Para tratar de prever el futuro de esas organizaciones valdría la pena echar una mirada al mundo. No son pocas las naciones en donde sus poblaciones han decidido deshacerse de sus políticos tradicionales y echar mano de liderazgos emergentes. Incluso, podemos ver que comienza a darse un interesantísimo relevo generacional.

El caso más reciente, por supuesto, es el de Chile. Un joven que participó en las luchas estudiantiles de principios de siglo ha llegado a la presidencia. Se trata del representante de toda una generación que se ha librado de los lastres ideológicos de sus padres y abuelos y que ha logrado construir una izquierda moderna. Una generación para la que los avances tecnológicos que a muchos aún nos sorprenden han sido parte de su vida cotidiana, como el internet o las comunicaciones móviles.

Mientras eso ocurre en Chile, la oposición mexicana pareciera insistir en su autodestrucción. El PRD carece de liderazgos y sufre para ubicarse en algún lugar del espectro ideológico y el PAN le apuesta a los liderazgos que lo hicieron perder el poder en 2012 y lo arrastraron a la mediocridad en 2018.

Aunque quizás el caso más patético es el del PRI. Su presidente, Alejandro Moreno, decidió que la mejor estrategia para posicionarse como candidato presidencial en 2024 era atacar al hijo de uno de los personajes más simbólicos del priismo de las últimas décadas: Luis Donaldo Colosio Riojas, actual alcalde de Monterrey por Movimiento Ciudadano y quien le ganaría en cualquier concurso de popularidad al líder priista.

Pero no solo eso, el líder del PRI en la Cámara de Diputados declaró hace poco: “Por mandato de la 23 Asamblea del PRI somos un partido de centro izquierda. Somos socialdemócratas, feministas, ambientalistas, enemigos de la discriminación, progresistas, aliados de las causas populares. Le dimos una patada al neoliberalismo que nos impusieron desde el poder”.

¿Quién dijo eso? Rubén Moreira. El mismo personaje que hizo toda su carrera política desde 1991, en el PRI. Sí, justo el PRI neoliberal que ahora abraza de dientes para afuera una socialdemocracia que desconoce por completo. 

Fue tan descarada la hipocresía de Moreira y de su partido que una semana después de esas declaraciones, los diputados locales del PRI en Zacatecas votaron en contra de la iniciativa de ley que reconocía el derecho al matrimonio de la comunidad LGBT+. Así de perdidos están en el PRI, así de perdidos están en la oposición.

Lo malo es que esa baja calidad de liderazgos afecta a toda la ciudadanía, no solo a quienes no comulgan con la 4T. Porque sin contrapesos y con una oposición que solo simula serlo, el movimiento del presidente puede instrumentar la política que se le ocurra sin importar a quién afecte.

Es decir, la ciudadanía se ha quedado sin nadie que la defienda de los abusos del poder presidencial. Y eso, en México, ya lo vivimos y no fue nada bueno.

Por eso, esta semana en Cuestione nos dedicaremos a observar y señalar las faltas y errores de la oposición, así como a buscar alternativas para construir un sistema político más equilibrado. 

Muchas veces hemos escuchado que las naciones tienen a la clase política que se merecen pero nadie en el mundo pudo haber hecho algo tan malo como para merecer a la oposición que hoy tenemos. 

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.