El derecho a la información

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La libertad de prensa. Esa cosa que toda la gente dice defender, pero deja de hacerlo cuándo ya no le gusta lo que se dice. En lo que sí estamos de acuerdo es que es un pilar fundamental para la democracia.

Sin embargo, solemos tener una visión limitada de lo que es. Porque la entendemos como un tema de medios y periodistas, cuando en realidad es solo una parte de algo mucho más grande: los derechos de la ciudadanía a la información.

Este derecho incluye por supuesto la libertad de prensa, pero también la libre expresión. Eso significa que podemos decir lo que pensamos, incluso si es ofensivo para algunas personas, con un límite: la difamación y los discursos de odio.

En este sentido es relevante el debate generado luego de que Elon Musk comprara Twitter. Las redes sociales se han convertido en un espacio central de la discusión social, y el control –o la falta de él– sobre lo que se dice no es un tema menor. Deben ser espacios de libertad, pero toda libertad no debe cruzar la línea de los derechos de los demás.  

Hay otros derechos que son importantes en este concepto. Uno de ellos es no solo poder generar información, sino tener acceso a ella. Es decir, que debemos poder saber cómo se gastan los recursos públicos, en qué y quién se beneficia de ellos. Esto es crucial para la rendición de cuentas de cualquier gobierno. Y es un derecho que históricamente en México ha sido problemático.

Por eso se empujó desde la sociedad civil la creación del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, que tiene la responsabilidad de hacer que las distintas instituciones de gobierno den explicaciones a la sociedad. Ha sido una herramienta clave en investigaciones periodísticas, y ha contribuido a hacer visible los malos manejos de algunas personas funcionarias. Pero enfrenta grandes limitaciones ante gobiernos que prefieren la opacidad en el uso de los recursos.

Hay un elemento adicional que es importante: la protección de los datos personales. Es nuestro derecho, dentro de este tema, que nuestra privacidad sea respetada por autoridades y por empresas.

A menos que haya un proceso judicial, en el que se nos investigue por algún delito, nuestros datos biométricos, personales, financieros y demás deben estar resguardados. Esto por nuestra seguridad pero también por razones éticas fundamentales: nadie debe tener acceso a nuestros datos privados sin autorización.

Ahora que el 3 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Libertad de Prensa, en todo el mundo habrá eventos y foros para discutir los desafíos que los medios y la sociedad enfrentan.

México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo, y uno de los que más agresiones reciben por día: cerca de 14 cada 24 horas. Estas agresiones vienen del crimen organizado y en gran medida también de gobiernos, ya sean locales, estatales o del federal.

El tema gana relevancia cuándo nos enteramos que periodistas están siendo investigados por la Fiscalía General de la República por haber compartido las conversaciones de Alejandro Gertz Manero, o cuándo el sistema de protección a periodistas en peligro muestra cada vez más fallas y debilidades.

Estas amenazas contra quienes hacen esta labor no es un “problema de periodistas”, sino que es un problema de la sociedad en su conjunto. Porque no se trata de callar a quienes cuentan las historias, sino de callar a las historias mismas. Nos priva de nuestro derecho a estar informados.

También hay una autocrítica necesaria que la prensa debe hacerse. Demasiadas veces se difunde información falsa, incompleta o manipulada para beneficio político, económico o personal de quién lo hace. Las llamadas fake news se han apoderado de grandes espacios públicos, y muchas veces fallamos –como comunicadores o como sociedad – en verlas a tiempo y desestimarlas.

El desafío es grande, y lo es para gobiernos, empresas y para la ciudadanía: debemos comprometernos con la verdad. A veces no nos va a gustar, a veces nos va a indignar, pero con demasiada frecuencia caemos en la trampa de compartir información equivocada solo porque complace a nuestra ideología. Es un vicio peligroso para cualquier comunidad que aspire a construir una mejor convivencia.

Por todas estas razones, esta semana en Cuestione buscaremos entender el problema de la desinformación, de la violencia contra periodistas y ayudar a entender mejor nuestros derechos tanto a expresarnos como a proteger nuestra privacidad

Porque no solo lo requiere nuestra democracia para ser saludable; lo necesitamos como ciudadanas y ciudadanos que aspiramos a construir un mejor país.


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