Desapariciones y masacres sin control, ¿y la estrategia para frenar estos delitos?

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No hay día en que no nos enteremos de una nueva persona desaparecida, de una nueva masacre; no hay día en México que no sea uno de horror para alguien en algún lugar del país.

Un dato escalofriante y demoledor: hay más de 52,000 cuerpos no identificados en fosas clandestinas en nuestro país. Una realidad que la ONU reportó en su último informe sobre personas desaparecidas y que en Cuestione habíamos expuesto desde marzo del año pasado. (Dos veces desaparecidos: primero por los criminales y después por el Estado – Cuestione). 

De acuerdo con especialistas consultados por la ONU, serían necesarios unos 120 años para poder identificar a todas las personas enterradas en fosas de nuestro país.

Son más de 52,000 historias perdidas, vidas cegadas en fuegos cruzados o en venganzas. Más de 52,000 cuentos de terror de los que ya nunca sabremos nombres y apellidos.

La sangría que se recrudeció de manera exponencial cuando Felipe Calderón, entonces presidente de México, inició su torpe guerra contra el narcotráfico. No se detuvo con Enrique Peña Nieto y tampoco ha logrado ser contenida por los “abrazos, no balazos”, de la llamada Cuarta Transformación

Este gobierno, amparado en los discursos de la superioridad moral, del “no somos iguales”, del “pueblo uniformado” ha decidido darle la espalda a la realidad, una que no conoce de abrazos, solo de balazos.

Ha llegado al extremo de evitar, siquiera pronunciar la palabra masacre, como si dejar de hablar de las cosas hiciera que estas desaparecieran. Desde el gobierno, desde la versión oficial, las masacres en México no existen. Desde la realidad, no dejan de ocurrir cada semana, casi cada día.

¿Qué es una masacre? De acuerdo con diversas definiciones, el término masacre se utiliza para definir un tipo de “homicidio premeditado, habitualmente de varias personas, caracterizado por la indefensión de las víctimas”. 

Según la Real Academia Española se refiere a una “matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”. El Diccionario de uso del español de María Moliner, define masacre como: “matanza salvaje de personas”.

Eso lo vivimos en México casi todos los días. 

Y ante este horror, la ciudadanía, organizada o no, ha hecho esfuerzos para tratar de contener el fenómeno de las desapariciones. Por eso es que prácticamente a diario, quienes utilizan redes sociales se encuentran con alguna alerta, algún llamado de ayuda, un posteo para tratar de localizar a alguien que desapareció. 

Como expone la ONU en su informe, siguen siendo mayoría los hombres que desaparecen, pero también son cada vez más las mujeres y las niñas. 

Desapariciones y masacres son dos caras de la misma moneda: la de la violencia desbordada y la de la impunidad. Habrá quien diga: pero Honduras está peor, pero Colombia, pero El Salvador. Y sí, este fenómeno de violencia descarnada e impunidad rampante no es exclusivo de México. Pero para quienes vivimos en este país lo que nos importa es la falta de estrategia y de empatía hacia las víctimas de un gobierno que llegó para cambiar todo lo que se hacía mal en el pasado y que poco o nada ha avanzado en esta materia particular.

Por el contrario, cada tanto vemos a una periodista, convertida en secretaria de Seguridad Pública, dar datos falsos o amañados para tratar de engañar. Quizá es a su jefe o tal vez a la sociedad, pero hemos documentado varias veces sus datos manipulados.

Lo cierto es que cada vez que Rosa Icela Rodríguez sale a dar datos falsos, la sanguinaria realidad de este país le cobra factura. 

Cada semana hay decenas, cientos de muertos acribillados en todo el país. Cada semana desaparecen cientos de personas sin dejar rastro. Cada semana las colectivas de búsqueda, cansadas de los abrazos, logran los permisos extraoficiales que las cadenas de macrocriminalidad les confieren para hurgar en sus territorios y encuentran otra y otra y otra fosa clandestina. 

Una tras otra, cada tragedia, desmorona el castillo de arena en que se ha convertido la retórica de Palacio Nacional. Cada día, el llanto de madres, padres, hermanos y hermanas, de un tío, una abuela, un esposo, una hija, ahogan los números felices que tratan de maquillar la realidad.

Es por eso, porque la libertad de vivir en paz, de caminar en las calles, de salir al parque, de comprar tortillas o de hacer deporte sin temor son el principal y mayor bastión de la felicidad, que esta semana en Cuestione revisaremos los alcances, fallas, logros y retos de la estrategia de seguridad de este gobierno. Porque han pasado 3 años y no sabemos para qué ha servido o cuál es la estrategia de la Guardia Nacional.

Porque el Ejército y la Marina siguen fuera de su cuarteles pero ahora para construir trenes y aeropuertos.

Porque nos merecemos un México menos sanguinario. Porque no hay que olvidar que la principal función, sino casi que la única, del Estado para con la ciudadanía, es garantizar su seguridad. Porque necesitamos un México en paz.

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