La educación en México, rehén de los políticos

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Imaginemos por un momento que contratamos a un arquitecto para construir nuestra casa y que en el momento en que nos entrega los planos renuncia y se larga a buscar otro trabajo que no tiene siquiera asegurado.

Bueno, pues eso acaba de pasarle a México, pero no con una casa, sino con el futuro del país.

La semana pasada, la todavía secretaria de Educación Pública presentó un nuevo plan educativo nacional, que pretende transformar la manera en que se educa a la población infantil, y… renunció para irse a pelear la gubernatura del Estado de México.

Delfina dejó un plan que comenzará a ser probado en distintas escuelas del país en este ciclo escolar. Su lugar será ocupado por Leticia Ramírez, quien fue maestra hace dos décadas y, desde entonces, ha sido sindicalista del SNTE, de la CNTE y quien recibía las solicitudes que le hacían al presidente en Palacio Nacional.

De oficialía de partes a encargarse de implementar un nuevo modelo educativo. No suena muy  prometedor el asunto.

Lo malo es que este es tan solo el último capítulo en una larga lista de errores y profunda indiferencia por parte de los gobiernos mexicanos para con la educación.

No son pocas las veces que especialistas y políticos suspiran con añoranza por los modelos educativos de otras partes del mundo, particularmente de países nórdicos como Finlandia, Suecia o hasta Islandia.

Pero cada uno de esos suspiros nunca ha ido acompañado por una crítica a la triste realidad de la educación en México.

Porque hay que aceptarlo: ni Finlandia ni Suecia ni Islandia tienen que lidiar con sindicatos nefastos y líderes corruptos como los del SNTE y la CNTE, principales obstáculos para la modernización de nuestro sistema educativo.

 Tampoco tienen que lidiar con políticos corruptos que son incapaces de planear a largo plazo o de, simplemente, dotar de agua potable a las escuelas públicas de nuestro país.

Por eso es que soñar con escuelas de tiempo completo para toda la infancia que les permita desarrollarse plenamente, en un ambiente sano, limpio, con instalaciones deportivas, artísticas y culturales de primera calidad y comida caliente dos veces al día es simplemente utópico.

La realidad es que desde hace décadas que la educación en México a nivel básico se ha ido hundiendo en una espiral de mediocridad. 

Desde que los sindicatos magisteriales se convirtieron en semillero de legisladores y líderes charros; desde que personajes nefastos como Elba Esther Gordillo se preocuparon por vender votos de maestras y maestros al mejor postor, en vez de ocuparse en el desarrollo de la niñez.

Y ese es el problema de fondo: que los miles de millones de pesos destinados al sector educativo terminan en pozos sin fondo sindicales o en centros de entrenamiento para tomar camiones y casetas como lo son algunas escuelas normales rurales.

Porque la realidad es que a los gobernantes mexicanos les interesan poco o nada las niñas y los niños mexicanos. Porque no votan. Porque mientras más ignorante una población es más fácil que se compren sus conciencias con discursos vacíos y promesas eternas.

Mientras como sociedad no nos demos a la tarea de exigir a los gobernantes que se dejen de gastar nuestro dinero en obras inútiles, faraónicas y plagadas de corrupción como la Estela de Luz, el Tren Interurbano, el aeropuerto de Santa Lucía y tantísimas más, para invertirlo en instalaciones escolares dignas, profesionalización de la plantilla docente, infraestructura escolar como autobuses para alumnas y alumnos o materiales de trabajo no va a haber manera de que nuestro sistema educativo se modernice.

 Mientras sigamos atrapados en dinámicas propias del siglo pasado en las que es más importante usar uniforme y obligar al estudiantado a poner márgenes rojos en los cuadernos en vez de impulsarlos para mejorar sus habilidades no solo académicas, sino también artísticas, deportivas y sociales, estaremos condenando a millones a la mediocridad.

Porque una escuela que enseña a la niñez que es más importante exigir disculpas a España por la Conquista de México difícilmente puede aspirar a construir adultos que busquen progresar, innovar y desarrollarse. Es como si japoneses y alemanes siguieran amarrados al desastre que fue para esas naciones la Segunda Guerra Mundial, en vez de construir naciones prósperas y dignas como las que son ahora. ¿Queremos seguir odiando a Hernán Cortés y a Cristóbal Colón y produciendo generaciones y generaciones de desempleados?

Además, aunque aún falta ver en qué consiste a detalle el nuevo modelo educativo impulsado por este gobierno, distintas voces ya alzaron la voz en su contra por considerarlo un cambio negativo cargado de ideología.

El problema de la educación es que da frutos a largo plazo. Si hoy construimos una educación de calidad, será hasta dentro de un par de gobiernos que eso se vea. Y eso no sirve electoralmente. Lo que falta es una política educativa de Estado, no de administración.

Porque además, una vez que niñas y niños llegan a la universidad se enfrentan a una oferta de carreras que ya no son necesarias y una ausencia total de las que son buscadas y necesarias para construir el futuro. Es necesario enfocar la educación al crecimiento y no al resentimiento.

Es del futuro de nuestras hijas e hijos de lo que estamos hablando.

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