La epidemia de violencia feminicida

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Una epidemia recorre México. Es la epidemia de la violencia contra las mujeres y niñas. En México, 70.1 % de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida. 

Un reciente informe de la organización Causa en Común, que contabiliza los casos de violencia en nuestro país, da cifras alarmantes. Según su reporte, el asesinato de mujeres con crueldad extrema es el tercer acto de violencia que más se registró en el país con al menos 662 casos, un promedio de 66 al mes entre enero y octubre de este año. 

Además, los casos de acoso sexual, violaciones, trata de personas y otros delitos han mostrado incrementos importantes, en particular la violencia en el hogar tras el encierro por la pandemia. 

Casos brutales y emblemáticos como el de Debanhi Escobar o Ariadna Fernanda acapararon los titulares de la prensa y lograron visibilizar esta violencia, pero están lejos de ser eventos aislados o únicos: a diferencia de ellas, muchísimas mujeres asesinadas pasan por debajo del radar de los medios, y tienen aún menos atención de la sociedad. Las adolescentes y las jóvenes tienen miedo, pero dejar de salir o de transitar en las calles, sólo limitaría sus derechos fundamentales.

Esto viene al caso ahora que estamos por conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este 25 de noviembre. Ese día las Naciones Unidas hacen un llamado que busca sensibilizar a la sociedad sobre la urgente necesidad de atender este problema.

Se celebra este día, ya que el movimiento feminista latinoamericano buscó hacer eco del asesinato de las hermanas Mirabal ocurrido en 1960, a manos de la dictadura de la República Dominicana. En 1999, la Asamblea de las Naciones Unidas asumió la fecha como el día para afrontar este tema. 

Pero también es importante recordarlo cuando los ojos del mundo están fijos en el Mundial de futbol que está por comenzar. Mientras las aficiones ven con ansia y expectativa el desempeño de sus selecciones, en Catar, el país sede, las mujeres viven en una situación de opresión inaceptable.

En ese país, ellas no pueden hacer nada sin el permiso de los hombres. No pueden viajar, elegir con quién casarse, tener ciertos empleos; necesitan siempre de su supuesto protector que en principio es su padre o hermano mayor y después el marido para poder desarrollar cualquier actividad. 

Y no son el único sector que sufre esa opresión. Las minorías sexuales también son consideradas ilegales y la homosexualidad, un delito. Pero el mundo ha escogido ignorar todas estas violaciones a los derechos humanos porque el show debe continuar.

Las mujeres, que somos más de la mitad de la población del mundo, no podemos seguir siendo tratadas como ciudadanas de segunda. Y si bien podemos celebrar los partidos del Mundial, no podemos cerrar los ojos ante los abusos que se cometen en ese país. Ni en el nuestro.

El actual gobierno, que llegó arropado por los grupos progresistas de la sociedad civil, ha decidido darnos la espalda. Las marchas feministas han sido criminalizadas, minimizadas por las autoridades, sin una respuesta clara a las demandas de seguridad o de ampliación de sus derechos reproductivos. Ni  zapatos rojos, hilos rojos, listados interminables de nombres, ni pintas ni fotos conmueven. Las mujeres y  las niñas estamos solas.

Las mujeres, y las minorías, no podemos seguir esperando. Si bien es urgente acabar con la impunidad y avanzar en la construcción de sistemas que nos protejan, es indispensable un esfuerzo colectivo de los gobiernos y de la sociedad. 

Porque ningún sector social es una isla: necesitamos del esfuerzo de hombres y mujeres, gobernantes locales y federales, así como de las legislaturas, al igual que el Poder Judicial, para construir el marco legal y de acción que haga de nuestro país uno en que las niñas puedan jugar en la calle sin peligro, que las mujeres puedan salir solas sin ser violentadas y el diálogo sea entre iguales. 

Necesitamos una transformación profunda de los valores culturales que promueven el machismo y de esa masculinidad que solo se prueba a través del control y la violencia contra las mujeres.

Estamos lejos de eso aún, y sin voluntad política no habrá posibilidad de construir un México seguro para nosotras. 

Es hora de levantar la voz y decir, otra vez, ni una más.

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