La impunidad, el cáncer de México

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“Emilio Lozoya es captado en un restaurante de lujo en la Ciudad de México”; “El hijo de Manuel Bartlett vende productos a sobrecosto y que no funcionan al IMSS”, “Hallan el cadáver de un bebé en la basura de un penal de Puebla”, “Se desploma un tramo de la Línea 12 del Metro”, “Incendio en guardería ABC de Sonora deja 49 niños muertos y 106 heridos”, “Desaparecen 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en Guerrero”… Todas estas historias que usted lee en el periódico tienen un hilo conductor: la impunidad.

Esas son las historias que llegan a los medios. Sin embargo, hay miles de historias que ocurren todos los días, en casi cualquier rincón del país: alguien que evita una multa de tránsito con dinero; alguien más que logra un permiso de construcción o una licencia para vender alcohol con corrupción. O qué tal esa persona que se mete en la fila de las tortillas o la que falsifica un certificado de vacunación. 

Ese es el México permanente, el de todos los días, el que se sirve de un sistema de justicia podrido para sacar ventajas personales. El México que detiene a México.

La impunidad no es exclusiva de nuestro país, ni tampoco en donde tiene su expresión más y mejor terminada. Naciones como Kirguistán, Nepal, Guyana, Paraguay, Azerbaiyán, Argelia, Marruecos, Honduras y Tailandia están peor. 

Pero la impunidad no se produce por generación espontánea. Es más bien producto de un conjunto de batallas que hemos perdido a lo largo de las décadas. Para empezar, en 200 años como nación independiente, hemos sido incapaces de construir un sistema de justicia eficaz y honesto. Y es ahí en donde empieza la impunidad, aunque no es ahí dónde termina.

Si bien tenemos leyes que en algún momento fueron motivo de orgullo y ejemplo para otras naciones, la realidad es que han quedado rebasadas por las personas que deberían aplicarlas. En México jueces, investigadores, fiscales y policías simplemente no contribuyen a que se imparta justicia.

Pero tampoco contribuyen las personas en el poder: funcionarios, políticos, legisladores. También hay una clase empresarial y gente corrupta que cada día pavimenta el camino en el que la impunidad avanza, crece y se desarrolla hasta convertirse en un cáncer que ya ha hecho metástasis en el sistema político y de justicia mexicanos.

Por eso, cada sexenio se repiten las historias de corrupción, de robos, de miseria y de muerte. Lo mismo un sindicato que financia de manera ilegal a un partido, como el de Pemex al PRI en el año 2000, que acusaciones contra familiares de presidentes por usar sus influencias para hacerse millonarios. Igual que con los homicidios y feminicidios, que rara vez se castigan.

Pero también narcotraficantes que amasan fortunas envenenando a millones en todo el mundo, al tiempo que asesinan, secuestran, extorsionan sin consecuencias. Porque es un sistema que, en lugar de detener e intentar reformar a los jóvenes cuando empiezan a delinquir, acaba retratando la crueldad sanguinaria de los “grandes narcotraficantes” en series y películas que los inmortalizan, como las que produce Epigmenio Ibarra.

Son realidades que no solo se repiten sino que se vuelven más cotidianas y más crueles con el tiempo. 

Por eso el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador fue tan esperanzador. Prometió que acabaría con la corrupción y que ya no habría impunidad, que limpiaría la casa de arriba para abajo, como se barren las escaleras. 

Pero la realidad, con sus otros datos, ha dejado en claro que no solo no se ha terminado la impunidad sino que en este sexenio han regresado las prácticas más podridas del sistema político mexicano, en el que se utiliza al aparato de justicia a discreción de lo que el fiscal o el poder quiere. 

No podemos seguir así.

Antes que el litio, antes que trenes, antes que refinerías… A México le urge una profunda revisión del Poder Judicial, del sistema de procuración de justicia y de sus leyes. Tenemos a un fiscal que en lugar de perseguir a los delincuentes, cierra universidades y encarcela a su familia política. Mientras la impunidad sea el manto que cubre el día a día de las y los mexicanos, no hay promesa que cumplir

Por eso, esta semana analizaremos cuánto y de qué manera nos afecta la impunidad. Sus orígenes, sus causas y sus consecuencias. Sobre todo, analizaremos las posibles salidas para esta crisis estructural que nos afecta a todas las personas, todos los días. 

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