La maldita inflación

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Durante todo 2022, las noticias sobre economía han repetido una palabra que parece regresar como pesadilla desde un pasado que creíamos haber superado: la maldita inflación. 

Apenas hace unos días, por ejemplo, el INEGI anunció que durante la primera quincena de septiembre los precios volvieron a aumentar para llegar a un histórico 8.75% anual.

Y aunque los economistas del Banco de México nos explican que la inflación es el aumento desordenado de los precios de los bienes y servicios de una economía por un periodo de tiempo prolongado, sigue habiendo muchas dudas sobre qué significa ese concepto y por qué termina afectando la calidad de vida de las personas que la padecemos. 

Lo primero que hay que tratar de entender es por qué aumentan los precios. Sabemos que las explicaciones económicas pueden ser bastante complejas, pero hay situaciones muy cercanas a nuestra vida cotidiana que nos ayudan a entender de manera más sencilla por qué pasa eso:

Por ejemplo, la famosa relación entre la oferta y la demanda: mientras un producto es más abundante, su precio baja con respecto a otros bienes y servicios; sin embargo, cuando se vuelve más escaso -cuando hay menos-, su precio aumenta. 

Esto sucede de manera natural con los alimentos. Por ejemplo, cuando es temporada de aguacates, se producen mucho más y el precio baja. En cambio, cuando no están en temporada, hay menos aguacates en tiendas, mercados y almacenes y su precio sube.

Pero hay factores que hacen que los precios varíen de manera desordenada como cuando ocurre un desastre natural o se desata una guerra. Por ejemplo, la invasión a Ucrania ha elevado los precios de los energéticos porque, por un lado, los europeos redujeron el consumo de gas ruso tras la invasión y, como respuesta, los rusos redujeron el suministro del hidrocarburo a varios países europeos, lo que provocó escasez y, por tanto, un incremento de los precios del gas a nivel mundial.

Además, los países europeos han tenido que importar gas desde Noruega y lugares mucho más lejanos como Estados Unidos e incluso Catar, algo que contribuye a aumentar su precio. 

Y ese aumento de los energéticos acaba pegándole a los precios de diversos productos a nivel mundial porque, además, Ucrania también es uno de los principales productores de granos en el mundo y la guerra ha reducido su capacidad de exportar alimentos tan básicos como maíz y trigo, por lo que su precio también ha aumentado.

Pero los precios también aumentan cuando hay más dinero circulando. Si las personas tienen más dinero querrán comprar más cosas y si los bienes y servicios son los mismos, los precios subirán porque habrá más personas queriendo comprar la misma cantidad de productos. 

Al final, el problema es que este aumento de precios acaba pegándonos en la cartera: lo que hace un año costaba 100 pesos, hoy cuesta casi 109 pesos, por lo menos. 

Y lo mismo pasa con los ingresos. Si los salarios no aumentan con la inflación, cada vez alcanzan para comprar menos porque, como ya vimos, todo sube. Desde 2020, los precios han aumentado en más del 15%. Dicho de otra forma, la inflación también hace que los salarios alcancen para comprar menos y por tanto las familias acaban recortando sus gastos.

Eso, por supuesto, afecta más a quienes menos tienen porque su gasto se termina por concentrar en necesidades básicas como salud, educación, alimentación y transporte. 

Y si los precios siguen aumentando, las familias empiezan a comer alimentos menos nutritivos y sustituyen carnes, frutas y verduras por cereales y granos, que son normalmente más baratos. O dejan de atenderse enfermedades que luego se complican y les acaban costando más. O tienen que sacar a sus hijos e hijas de la escuela para que trabajen y aporten otro salario al hogar.

La inflación, al final, reduce la calidad de vida de las personas y sus posibilidades de tener un mejor futuro. Es por eso que el gobierno hace bien en tomársela en serio. El aumento de la tasa de interés de referencia que hizo el Banco de México apenas el jueves de la semana pasada a 9.25 y el nuevo plan antiinflacionario que anunciarán hoy parecen buenas noticias en el corto plazo. 

Pero no serán suficientes si se sigue minando el Estado de derecho y no se recupera la confianza de los empresarios, inversionistas y consumidores en el mercado. Es ahí donde este gobierno puede darle la vuelta a la tortilla para realmente mejorar la economía de toda la población y con ello, volver a poner en el centro ese lema con el que llegaron al gobierno: primero los pobres. 

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