El próximo año habrá dos elecciones emblemáticas en dos estados: el Estado de México y Coahuila. Son significativas porque los dos han sido gobernados históricamente por el PRI, y en ambos casos puede perder. Eso sería un duro golpe para un partido que está en su peor racha desde que existe: de gobernar todo el país hace unas décadas, terminaría solo con Durango por sí solo.
Pero el caso del Estado de México es particularmente importante.
Lo es por varias razones: primero, es el estado con más población de todo el país. Con casi 17 millones de habitantes, concentra al 13.5% de las personas que viven en México. Es, por supuesto, el que más votantes tiene: más de 12 millones.
Además, es el segundo estado del país con mayor Producto Interno Bruto, solo detrás de la Ciudad de México. Todas estas razones, económicas y políticas, lo hacen lugar fundamental que ganar de cara a las presidenciales de 2024.
También es un estado que enfrenta enormes desafíos. La violencia feminicida es de las más graves del país en algunos de sus municipios, como Ecatepec. Sufre una enorme desigualdad, problemas de movilidad, contaminación, desigualdad y pobreza. Es un lugar cuyos retos demandan un gobierno que actúe efectivamente para atender sus muchas necesidades.
Sin embargo, primero viene el poder. Y en política hay algo muy importante: los símbolos.
El Edomex ha sido no solo el estado imbatible para la oposición, sino la cuna de uno de los grupos más importantes dentro del priismo nacional: el famoso Grupo Atlacomulco.
Este es el grupo que ha controlado gran parte de la vida política y económica del estado durante décadas. Surgió en los años 40 del siglo pasado, y bajo la batuta de Carlos Hank González se hizo de poder, dinero e influencia. El grupo logró imponer a múltiples gobernadores, como al mismo Hank González, Arturo Montiel y el actual, Alfredo del Mazo, entre muchos otros. Esta lista incluye a Enrique Peña Nieto, expresidente de México, hoy investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera por presunto manejo de recursos de origen ilegal.
Justo esta investigación llega en un momento muy curioso: los partidos están empezando a prepararse para el proceso electoral del año próximo.
Mucho se ha especulado de que la denuncia responde más a una presión política para que el PRI entregue el estado a Morena que a una verdadera búsqueda de justicia. Solo el tiempo nos dirá si en efecto se procesa a Peña o no, pero lo que está claro es que para los partidos es crucial ganar la próxima elección.
Una derrota de Morena podría simbolizar que no es tan fuerte como ha parecido en elecciones pasadas, y que no tiene asegurado otro sexenio. Sería una importante muestra de su debilidad. Curiosamente, su peor peligro no es tanto el PRI, sino una guerra interna por la candidatura que podría terminar fragmentando a sus bases y por tanto sus votos.
Si el PRI pierde, sería la muestra de que ha llegado su hora de volverse irrelevante. Una oposición derrotada que buscará aliarse al gobierno por migajas. No solo significará una dolorosa prueba de su debilidad, sino que hará evidente que su presidente, Alejandro Moreno, será el sepulturero del alguna vez invencible priismo.
Por su parte, para el Grupo Atlacomulco perder podría significar el principio de su ocaso. Controlar el estado ha sido su punto fuerte, y esa influencia les ha permitido sobrevivir a gobiernos del PAN y mantenerse firme en la actual administración. Hasta ahora. ¿Logrará imponer un candidato ganador?
El resultado también hablará mucho de la oposición en su conjunto. Si unidos resultan derrotados, su futuro se verá muy difícil. Pero si logran unirse, apuntalar un liderazgo convincente y que rompa la desconfianza que enfrentan, quizá tengan una oportunidad.
Así que estaremos poniendo atención al Estado de México. Nos dejará lecciones cruciales sobre lo que viene para nuestro país.
Porque en política, los símbolos son muy importantes.
