La libertad para elegir es importante. Lo es en muchas áreas de nuestras vidas, desde cosas tan pequeñas como elegir qué leche queremos comprar, hasta cosas fundamentales como cuántos hijos queremos tener. En un tema en el que gozamos de poca libertad en nuestro país, sin duda, es en el tema de la energía.
Un buen ejemplo es cuando le ponemos gasolina al automóvil. A pesar de que el consumidor elige una marca de entre las 77 disponibles en el país, la probabilidad de que esté consumiendo gasolina producida por Pemex es de 94%.
La reforma energética le abrió la puerta al sector privado para que Pemex dejara de ser un monopolio, pero en la práctica, lo sigue siendo. La empresa petrolera es dueña de todos los poliductos y tiene presencia en 15 puertos; los privados solo en tres. Además, solo el 11% de la capacidad de almacenamiento está en manos de las compañías que compiten con la empresa del Estado.
Lo grave es que se puede poner peor.
Ya no solo es el riesgo de perder variedad en el mercado de las gasolinas por las modificaciones regulatorias, que ha hecho el gobierno de López Obrador. Ahora, buscan que la Comisión Federal de Electricidad acapare el mercado eléctrico para las industrias. Esto, en detrimento de las nuevas tecnologías, en particular de las más limpias.
El problema es que una empresa monopólica tiene el poder necesario para establecer ventajas sobre sus competidores, lo que genera precios poco justos para los consumidores, un terreno inseguro para los inversionistas y un freno para el crecimiento económico.
La Comisión Federal de Competencia Económica ya ha hecho recomendaciones con respecto a la política comercial de Pemex y actualmente realiza un estudio sobre las nuevas restricciones que permiten a CFE adjudicarse Certificados de Energía Limpia, ya que los demás competidores del sector señalan que la empresa que dirige Manuel Bartlett estaría realizando prácticas monopólicas.
En Cuestione creemos que el gobierno tiene la obligación de promover la libre competencia en el sector energético y que hacen falta políticas públicas en contra de las prácticas monopólicas en esa materia. Una mayor competencia obliga a los generadores a buscar tecnologías más eficientes y precios más justos. Beneficia al consumidor, al país e incluso al medio ambiente.
Se debe revisar a fondo la política energética de este gobierno, ya que el planteamiento de López Obrador dirige los esfuerzos -y, por lo tanto, el presupuesto- a revitalizar el uso de energías consideradas “sucias”, como el carbón y el petróleo, en un momento en que el uso de energías limpias se vuelve cada vez más urgente y necesario.
Es por eso que esta semana analizaremos cuáles son las reglas con las que están jugando Pemex y CFE y buscaremos explicar a quién o a quiénes beneficia realmente. Revisaremos qué se necesita para que realmente entren nuevos competidores, además de analizar la experiencia internacional de buenas prácticas en este tema. También, exploraremos hacia dónde va la tendencia mundial en la producción y uso de energía.
Al final del día, estas decisiones del gobierno afectan a toda la ciudadanía. Por eso, debe importarle a todas las personas.
