México y sus relaciones peligrosas

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Hace unos días México fue anfitrión de una singular reunión de líderes latinoamericanos, la CELAC. Más allá de los objetivos, pleitos y discursos que nos dejó la cumbre, hay episodios que dejaron un mal sabor de boca en amplios sectores de la población: el trato más que amable que el gobierno mexicano le dio a algunos de los líderes presentes, en particular, a los gobernantes de Cuba y Venezuela, Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro.

Como sabemos, ambos países y ambos personajes cumplen con muchas de las premisas que se necesitan para poder llamarlos dictadores sin temor a equivocación, a pesar de la defensa que desde distintas trincheras de la Cuarta Transformación han tratado de hacer. Algunas, tan excesivas como para compararlos con mandatarios como Justin Trudeau, de Canadá, quien acaba de ser reelecto para un tercer periodo o Angela Merkel, la canciller alemana que dejará su cargo este 2021, luego de permanecer al frente del gobierno durante 16 años.

A Díaz-Canel, presidente de Cuba desde hace tres años, se le dio un trato sin precedentes. Fue invitado de honor durante el Desfile Militar del 16 de septiembre. Para ello, se rompieron todos los protocolos y tradiciones del día. Incluso, dio un discurso frente a la clase política presente. Al final, ocupó el lugar de honor durante la foto oficial de la cumbre. 

Con Maduro no hubo tantas deferencias, pero su sola presencia fue un escándalo. Maduro no estaba previsto: llegó de último minuto, peleó con los mandatarios de Uruguay y Paraguay y se fue a Venezuela feliz de la vida. Hasta presumió en TikTok lo exitosa que fue la cumbre y lo bien que lo habían tratado en México. 

Las críticas en redes y medios de comunicación no han parado desde entonces. Empresarios, analistas, columnistas y periodistas han condenado no solo la visita y el trato, sino la cercanía ideológica con mandatarios que tienen a sus naciones sumidas en crisis económicas constantes, que oprimen a sus pueblos, que coartan la libertad de expresión, persiguen, encarcelan o expulsan a sus opositores y, sobre todo, que tienen a sus pueblos en la miseria.

Para contrarrestar las críticas, amplios sectores del oficialismo, desde intelectuales orgánicos a periodistas afines de la llamada 4T recriminan la falta de crítica a líderes que llevan muchos años al frente de sus naciones. 

Claramente, hay muchos conceptos que falta entender, por lo que es importante preguntarnos: ¿Qué convierte a una persona en dictador? ¿Los años que gobierna? ¿Los problemas que enfrentan sus pueblos? ¿Sus relaciones con otras naciones? ¿Su filiación ideológica, quizá? La respuesta a estas preguntas es: no. Ninguna de esas son características de un dictador.

Los dictadores no son de una ideología específica ni tampoco se definen a partir de la longevidad de sus mandatos. Suelen distinguirse de los presidentes en regímenes democráticos por la ausencia de contrapesos a su poder, por tener el control total de los otros poderes del Estado, por una férrea y sistemática violación a los derechos humanos de su ciudadanía, por la falta de medios de comunicación libres e independientes y por la persecución a sus opositores.

Son categorías que han identificado lo mismo a Porfirio Díaz en México que a Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Josef Stalin, Francisco Franco o Augusto Pinochet. Todos ellos son clarísimos casos de dictadores y autócratas famosísimos en el Siglo XX y que representan distintas ideologías.

¿En qué se parecen Maduro y Díaz-Canel (o para el caso, Daniel Ortega en Nicaragua) a aquellos personajes oscuros de la historia? En todo lo que acabamos de describir. Y habrá que agregarle: tienen a sus países sumidos en la pobreza.

¿Merkel y Trudeau se parecen en algo a Pinochet o Hitler? No, claramente en nada. Canadá y Alemania son regímenes parlamentarios que contemplan y permiten la reelección del líder del partido que más votos obtiene en las elecciones legislativas. Por eso llevan tantos años al frente de países donde se respetan (en general) los derechos humanos, las libertades, a la oposición política y a los medios. Ah, y donde hay medios que pueden y deben criticar e investigar a la clase política sin temor a ser perseguidos.

Una vez hecha esta clara distinción, es importante preguntarnos, ¿por qué el gobierno de México trata con tanta calidez a estos dos dictadores? Es preocupante pensar que haya personajes de la 4T que piensen que es buena idea mirar hacia Venezuela o Cuba como modelos de buenas prácticas en el gobierno. 

Es importante señalar cuáles son las debilidades y retos de ese tipo de gobiernos porque no podemos darnos el lujo de permitir que algo siquiera parecido se instale en nuestro país.

Las democracias están lejos de ser perfectas, pero como decía Winston Churchill, la democracia es el peor sistema de gobierno, salvo por todos los demás. 

Y es que todos los demás caen, inevitablemente, en los excesos propios de tiranías, dictaduras y demás regímenes que coartan la libertad.

Por eso es que esta semana en Cuestione revisaremos los alcances y la profundidad de las peligrosas relaciones de la 4T con este tipo de personajes, así como los riesgos que representan para la ciudadanía, para la libertad y la economía.

Porque México es mucho, pero mucho más grande que los afines al totalitarismo.

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