A menos de dos años de la elección presidencial, en la oposición no hay claridad de quién será el candidato o candidata que intente sacar de la Presidencia a Morena. En contraste, las y los aspirantes del partido oficial con más posibilidades están compitiendo desde hace tiempo.
Ante la ausencia de opciones que prendan en el PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, todo parece indicar que la elección de 2024 solo la puede perder Morena contra alguien de Morena. Da la impresión de que las esperanzas opositoras son los potenciales desechos del partido oficial: el canciller Marcelo Ebrard y el senador Ricardo Monreal.
Este escenario cobra fuerza si recordamos que luego de que Monreal se destapó a la Presidencia en noviembre de 2021 y ante las claras preferencias -tanto del Presidente como de amplios sectores de Morena- por perfiles como los de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Adán Augusto López, el zacatecano ha acusado que existe en su partido una supuesta polarización y se ha presentado como “el candidato de la reconciliación”.
Por otro lado, Marcelo Ebrard podría dejar las filas de Morena y ser el candidato de la alianza opositora porque él ya compitió en encuestas internas por la candidatura presidencial frente a López Obrador en 2012 y sabe cómo funciona el proceso: al final gana el dedito de AMLO.
Tanto Ricardo Monreal como Marcelo Ebrard pelearán por la candidatura de su partido hasta el último minuto, pero la posibilidad de que terminen buscando cobijo en los partidos de oposición está cada vez más latente. Sumado a que para ambos ésta sería su última oportunidad de llegar a la Presidencia de México.
Y es que tendríamos que tomar en cuenta que a cuatro años del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, la oposición sigue sin poder construir una narrativa alterna que conecte con la gente.
Además, desde las elecciones de 2021, la estrategia de la oposición no ha logrado construir una fuerza que por sí misma le haga frente a la aplanadora guinda oficial, salvo en la Ciudad de México.
A pesar de los discursos de sus líderes en el sentido de que el bloque opositor va a mantenerse unido hasta 2024, se ve bastante complicado que el PRI, el PAN y el PRD, y en particular Movimiento Ciudadano, logren moverse en la misma dirección.
Morena, a pesar de sus evidentes divisiones y peleas internas, se mantiene al frente en la intención de voto, mientras que el PRI y el PAN siguen atorados en sus problemas internos, provocados por los intereses personales de sus dirigentes. Y lo que es peor: el PRD ya ni figura con o sin polémicas.
Hasta ahora la consolidación de la alianza opositora parece estar en un laberinto sin salida, y nos hace pensar que le dejará al partido en el poder el camino libre para la continuidad de su autonombrada Cuarta Transformación, salvo que eche mano de Ebrard o Monreal.
Esto porque no hay realmente ningún candidato o candidata, entre los múltiples aspirantes, que despierte entusiasmo entre la población. Hay algunos que tienen cualidades y reconocimiento político, pero ninguno del que pueda decirse que es una apuesta ganadora.
Nos guste o no, Morena ha logrado que la ciudadanía piense que la sucesión de 2024 compete exclusivamente a las y los morenistas y la aletargada oposición parece darles la razón.
Esto solo es reflejo de la severa crisis de liderazgos en la oposición. Los de siempre no se van y los nuevos no aparecen en escena.
Los partidos de oposición deberían estar buscando, con o sin alianza, trabajar a fondo en las otras elecciones importantes: las dos Cámaras del Congreso, los Congresos locales, la Ciudad de México y algunas gubernaturas. Solo así podrán volverse un contrapeso real el próximo sexenio.
Es urgente tener una oposición que enriquezca nuestra discusión pública y construya un nuevo proyecto de nación en vez de una que solo descalifica las decisiones del Presidente sin proponer nada a cambio. Es momento, por el bien de México, de que por fin la alianza opositora entienda que no ha entendido nada en los últimos años.
