No hay que darle más poder al poder

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Históricamente, el Ejército y la Armada de México han sido de las instituciones en las que más confía la población. Tanto, que en las redacciones de los periódicos se solía decir que no había que meterse ni con el presidente, ni con el Ejército, ni con la Virgen de Guadalupe.

La encuesta más reciente de Consulta Mitofsky sobre confianza en las instituciones confirma que las Fuerzas Armadas, la presidencia y la iglesia están entre las que más confía la ciudadanía. No sorprende. Lo que sí llama la atención es que el Ejército haya desplazado del primer lugar a las universidades. Las y los mexicanos confían más en los cuarteles que en las aulas.

¿Es esto una buena noticia? ¿Cómo llegamos a esto? ¿Será por su participación a la hora de cuidar y salvar a las personas damnificadas por desastres naturales? Puede ser. Pero la relación de los soldados con la ciudadanía no siempre ha sido una luna de miel. Todo lo contrario. 

Los militares han estado en medio de algunos de los momentos más dramáticos y sangrientos de nuestra historia y los episodios heroicos se reducen, en realidad, a prácticamente dos: la derrota de los franceses a manos del General Ignacio Zaragoza en la famosa batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862, y la participación del Escuadrón 201 en la Segunda Guerra Mundial.

Lo demás nos lleva a tragedias como: la derrota frente a EU en el siglo XIX; la Revolución Mexicana y el golpe de Estado a Madero; la guerra cristera; la matanza de Tlatelolco; la Guerra Sucia de los 70; los escándalos de corrupción y narcotráfico que iniciaron a finales del siglo pasado y se extienden hasta nuestros días; Tlatlaya o Ayotzinapa.

Estos dos últimos eventos estuvieron enmarcados en la sangrienta Guerra contra el narcotráfico, que emprendió Felipe Calderón y que ha convertido a nuestro país en un campo de batalla y de fosas clandestinas. En realidad, los escándalos del Ejército en estos 14 años han sido tantos, y tan brutales, que llegó a ser promesa de campaña que los soldados regresarían a los cuarteles.

Pero no regresaron a los cuarteles. Incluso salieron aún más de ellos para ponerse a construir y administrar aeropuertos, puertos, hacer labores de investigación policiaca, conformar la Guardia Nacional, distribuir gasolina y hasta dar vacunas. 

Hoy, son más poderosos que nunca. Y van a ser aún más poderosos. Y tienen más recursos que nunca. Y menos oposición que nunca.

Antes, estaba Estados Unidos. Durante décadas, las tensiones entre las fuerzas de seguridad e inteligencia de México y Estados Unidos se han hecho famosas por el nivel de cooperación, comunicación y colaboración que ha existido entre las instituciones de ambos países. El principal pretexto ha sido siempre el combate al crimen organizado. El mexicano, claro, el de EU parece intocable.

Pero la Ley de Seguridad Interior, promovida por el Ejecutivo y aprobada por el Legislativo, pareciera destinada a dar un manotazo en la mesa de “cooperación” y a controlar un poco a los agentes estadounidenses que, hasta ahora, han actuado con casi total impunidad en territorio nacional.

El problema es, una vez más, que eso le da aún más poder al mayor poder de nuestro país: el Ejército y la Marina. El grupo de música Molotov decía en una canción: “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a joder”. Una expresión algo exagerada, quizás, pero que refleja a la perfección el temor de analistas y personas que conocen del tema: ¿qué harán los soldados y marinos con todo el poder que están acumulando?

Suponiendo que la estrategia de la Cuarta Transformación funcione y se logre controlar la inseguridad y al crimen organizado, ¿las fuerzas armadas se quedarán en las calles, los puertos, los aeropuertos, las carreteras? ¿Renunciarán al enorme presupuesto que manejan y a la opacidad de la que gozan? 

Si el próximo presidente decide cambiar de estrategia y devolverle posiciones a la ciudadanía, ¿los soldados se harán a un lado?

Las experiencias negativas de otros países nos obligan a revisar los alcances, riesgos, ventajas y desventajas de tener un Ejército tan poderoso. Nos tenemos que preguntar: ¿le queremos seguir dando más poder a ese poder?
Es con esta preocupación que, esta semana en Cuestione, analizaremos los casos más graves de violaciones a los derechos humanos en que han estado involucradas a las Fuerzas Armadas, el poder inusual que han adquirido en este gobierno y los riesgos que eso conlleva.

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