El PRI pavimenta el triunfo de Morena en 2024

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La semana pasada fuimos testigos de cómo el PRI le abrió la puerta del 2024 al presidente y su partido. Alejandro Moreno, presidente del tricolor, decidió que era más importante su agenda que la de la coalición opositora y provocó una fractura que difícilmente sanará en los próximos meses, si él sigue al frente de su partido.

La historia es la siguiente: durante todo este año y luego de que el PRI se opusiera en el Congreso a la reforma eléctrica del presidente López Obrador, Alejandro Moreno fue objeto de un bombardeo mediático ilegal desde el palacio de gobierno de Campeche, en donde la gobernadora Layda Sansores dio a conocer una serie de audios en los que, presuntamente, el líder priista confesaba toda clase de corruptelas e ilegalidades.

Además, el fiscal campechano, Renato Sales, quien trabajó en el gobierno federal de Enrique Peña Nieto y compitió con el propio Moreno por la nominación priista al gobierno de Campeche sin éxito, inició una investigación en su contra por presunto enriquecimiento ilícito. El asunto llegó hasta la Cámara de Diputados donde se le inició un juicio para desaforarlo.

Pero en las últimas semanas algo pasó. Las pesquisas de Sales contra Moreno salieron de los medios; el juicio en la Cámara de Diputados se frenó y Layda Sansores canceló la exhibición semanal de audios contra Alejandro Moreno.

Al mismo tiempo, el líder tricolor comenzó a coquetear con el proyecto de Ley que se aprobó la semana pasada en el Congreso de manera inusualmente veloz, que traslada el mando de la Guardia Nacional al Ejército mexicano. El coqueteo incluyó el apoyo a una iniciativa de ley presentada por una diputada priista que permitiría a las Fuerzas Armadas seguir en las calles hasta el año 2028.

El apoyo a la iniciativa de Moreno y del líder de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira, fue lo que fracturó la alianza Va por México, integrada por el PRI, PAN y PRD. Los líderes de estos dos últimos partidos la declararon en pausa, una pausa que podría ser para siempre.

¿Qué ocurrió? ¿Por qué Moreno y Moreira cambiaron de bando en el último momento, luego de haberse dedicado meses a rechazar la supuesta militarización del país? 

Rumores en los medios de comunicación mexicanos aseguran que Moreira negoció con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, la obediencia priista a cambio de impunidad para sí mismo y Alejandro Moreno.

Pero algo les salió aún peor a ambos personajes porque la bancada tricolor en el Senado, encabezada por Miguel Ángel Osorio Chong, quien alguna vez fuera el todopoderoso secretario de Gobernación del peñismo, rechazó tanto la iniciativa de su compañera de partido como la del propio presidente. La bancada priista en el Senado votó en contra y mostró que el liderazgo de la dupla Moreno-Moreira no alcanza a las y los senadores de ese partido.

Hasta aquí, todo parece un problema temporal en el partido que alguna vez gobernó al país entero. Pero una lectura más profunda arroja como conclusión que el PRI de Alejandro Moreno ha decidido entregarse a la 4T y desaparecer en el camino.

Y es que las consecuencias de que se haya quebrado la alianza opositora son electoralmente letales para el priismo. El año que entra, cuando se elija gobernador o gobernadora en el Estado de México y Coahuila, el PRI irá solo, seguramente PAN y PRD presentarán sus propias candidaturas en conjunto y con eso, con una oposición atomizada, le dejarán el camino libre a Morena para ganar en ambos estados. 

Así, el mapa mexicano de cara al 2024 será el siguiente: Morena gobernará 22 estados en el país; el PAN, 5; Movimiento Ciudadano, 2; PES, Verde y el PRI solo 1 y el PRD ninguno.

Con ese dominio y una oposición dividida, lo que podemos esperar es que Morena gane con facilidad la elección presidencial de 2024. 

Y eso afecta también la elección del candidato o candidata a la presidencia del partido oficial porque sin competencia podrían elegir a una barra de plomo, si quisieran, y aún así ganarían. Es decir, López Obrador ya no se tendría que preocupar por elegir un candidato competitivo sino tener la tranquilidad de escoger a quien le garantice la continuidad absoluta de su proyecto de presunta transformación.

Así de grave ha resultado la decisión de Alejandro Moreno, el aún presidente del PRI, quien no solo ha perdido la confianza de los partidos de oposición sino que ha perdido el liderazgo al interior de su propio partido, lo que lo deja no solo en una posición de debilidad, sino al borde del colapso de su presidencia y, quizás, del propio PRI.

El escenario de una oposición atomizada y debilitada y un partido hegemónico ya lo vivimos en México durante el siglo XX y salvo por las huestes de Morena, es difícil pensar que alguien más quisiera que se repitiera.

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