Prohibido prohibir

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El camino del paternalismo es peligroso

Muchas veces hemos escuchado al presidente López Obrador decir: “prohibido prohibir”. 

Casi siempre lo ha dicho cuando polemiza con algún medio de comunicación o periodista. Pero resulta interesante que nunca use la frase cuando se trata de ampliar libertades.

Este gobierno, como los anteriores, suele tratar a la ciudadanía como si fuéramos menores de edad en lo que respecta a nuestras libertades. Pareciera una constante no querer asumir una posición clara y contundente sobre temas tan delicados, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción por parte de parejas homoparentales o la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo. Temas controvertidos, sin duda.

¿Pero qué pasa cuando hablamos de libertades que, además, impactan severamente en áreas de nuestra vida cotidiana y nuestra seguridad? 

La despenalización de las drogas y la regularización de la prostitución son dos asuntos que suelen generar debates intensos. De hecho, quienes defienden y rechazan una u otra opción, ni siquiera logran, a veces, ponerse de acuerdo en la manera en que se debe de llamar al trabajo sexual o cuáles drogas sí se deben regular y cuáles no.

El senador Miguel Ángel Osorio Chong, quien estuvo a cargo de la seguridad en el sexenio de Enrique Peña Nieto, aseguró -cuando ya no estaba en el gobierno- que despenalizar el consumo de marihuana no era suficiente para desmontar las redes de macrocriminalidad que se construyen alrededor del tráfico de drogas.

Para Osorio, el camino debía ser regularizar la producción y comercialización de la amapola, la planta con la que se produce la heroína y que sirve también para muchas medicinas de venta legal. La lucha por el control de las tierras donde se cultiva -y desde donde se distribuye esta planta en México- ha dejado a miles de personas muertas, desplazadas o desaparecidas.

El problema de las prohibiciones es que, normalmente, suelen generar más problemas de los que solucionan. En Estados Unidos lo vivieron en carne propia el siglo pasado cuando, gracias a la prohibición de venta y consumo de bebidas alcohólicas, crecieron como la espuma las redes de la mafia que se apropiaron del mercado negro de ese producto. 

Luego, extendieron sus redes a otros negocios ilegales: la trata de personas, apuestas, casinos y, finalmente, el tráfico de drogas. El poder de la mafia estadounidense es enorme y está lejos de haber terminado. 

En México, en lugar de acercarnos a una discusión que nos permita ampliar nuestras libertades, estamos cada vez más cerca de escenarios altamente prohibicionistas

Por ejemplo, con motivo de las medidas de confinamiento por la pandemia del SARS-COV-2, muchas entidades, alcaldías y municipios decidieron aplicar la “Ley Seca” en sus territorios. La idea era evitar que hubiera casos de violencia intrafamiliar. 

En la Ciudad de México, por ejemplo, decidieron aplicar el programa “Hoy no circula” obligatorio para todos los automóviles y cerraron estaciones del metro y metrobús. 

Ninguna de las medidas sirvió de forma demostrable a sus propósitos y, en cambio, se redujeron las libertades de muchas personas.

El camino del paternalismo es peligroso. Hasta ahora, mantener la prohibición sobre drogas y trabajo sexual no ha evitado que se vendan drogas o que mujeres y hombres dejen de ofrecer sus servicios en las calles del país. Sí, en cambio, han contribuido a ampliar las redes del crimen organizado que ya no solo se dedican a producir y mandar su droga a los Estados Unidos. 

Ahora, la comercializan en todo el país y, además, son dueños de redes de trata de personas y dominan mercados sangrientos como el del secuestro y la extorsión.  

En Cuestione creemos que los delitos que dañan a terceros, como la pederastia, deben ser perseguidos con toda la fuerza de la ley; sin embargo, aquellos en los que no hay víctimas, merecen un debate para su desregulación. 

Por eso, esta semana revisaremos cuáles son los derechos que se nos siguen negando, las implicaciones que tienen en nuestra vida cotidiana y el peligro que representa que el Estado se entrometa en las decisiones de los individuos.

Es hora de cambiar la narrativa. Depende de todas y todos tomarle la palabra al presidente: Prohibido prohibir.

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