¿Qué pasa cuando un presidente nos decepciona?

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Atrás quedó el recuerdo del 1 de diciembre del 2018, cuando la plancha del Zócalo capitalino se veía abarrotada y llena de júbilo. Ese día, Andrés Manuel López Obrador al fin lo había logrado: se había convertido en el presidente de México, después de dos intentos fallidos en las urnas.

Corrían las primeras semanas de enero de 2019 con la esperanza y el hambre de un cambio, esa misma esperanza y hambre que se demostró en la jornada electoral del 1 de julio de 2018, en la que López Obrador –y su partido, Morena– consiguió una contundente victoria. Fue entonces que el ya presidente se enfrentó con el primer episodio que cimbró a su gobierno: la explosión de un ducto de combustible en el municipio hidalguense de Tlahuelilpan. Murieron 137 personas. 

Con la tragedia llegaron los primeros cuestionamientos al gobierno, pero no terminaron. Después vino el capítulo de Culiacán en el que detuvieron sin éxito al hijo de El Chapo Guzmán, y la polémica por dar asilo al expresidente Evo Morales

A eso hay que sumarle la tibia respuesta a la insistencia de Donald Trump de levantar el muro fronterizo y su amenaza de imponer aranceles si no se detenía el flujo de migrantes centroamericanos. Por si algo faltara, vino la protesta de mujeres contra las violencias y una muy lamentable respuesta de parte del gobierno de López Obrador.

Esta última factura le salió muy cara al presidente y así se reflejó en la encuesta que realizó el periódico Reforma –publicada en los primeros días de marzo de 2020– que indicaba que el 76% de los encuestados consideraba que la violencia contra las mujeres aumentó en la actual administración. En este mismo sondeo, se dio a conocer que la aprobación ciudadana para AMLO había caído de un histórico 81% en febrero de 2019 a 59%.

Aún seguían resonando las protestas y quejas ante la poca voluntad que Andrés Manuel mostró para frenar la violencia de género, cuando llegó el COVID-19 a México. Y con ello, el recordatorio de las asignaturas pendientes: los altos índices de inseguridad, la economía detenida y el sistema de salud en crisis. 

La postura del mandatario mexicano ante la llegada del Coronavirus fue preocupante. Mientras que los presidentes de otros países ponían en marcha medidas para hacer frente al virus, las declaraciones de López Obrador dejaban más preguntas que respuestas: “Si estuviera angustiado, si la situación estuviese fuera de control, lo diría. Estoy tranquilo” o “los mexicanos, por nuestra cultura, somos más resistentes a todas las calamidades”, llegó a decir.

La incertidumbre creció cuando las autoridades sanitarias comenzaron a recomendar “sana distancia”. Mientras entre la población mexicana y López Obrador decía: “Eso de que no hay que abrazarse, no pasa nada”. Luego señaló “no dejen de salir, todavía estamos en la primera fase, yo les voy a decir cuándo no salgan”. 

Minimizaba el asunto, o parecía no entenderlo. 

Se ha perdido de vista que la confianza que dé un gobernante a la sociedad es fundamental para la estabilidad de un país. Por eso nos preguntamos:¿Por qué López Obrador le cede permanentemente los micrófonos al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, en lo que se refiere a la atención del COVID-19?

En este escenario, las redes sociales publican un video donde se ve al presidente saludar a la mamá del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán. De este hecho surgieron distintas reacciones, pero lo que resulta desconcertante es que AMLO no cuida ni el fondo ni la forma. ¿O ya olvidó que es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas? Las mismas que han tenido bajas tras enfrentamientos con grupos de narcotráfico. Defendió saludar a esa señora como un gesto de amabilidad, pero es un gesto que no ha tenido con las madres de los soldados caídos. 

Además, este tipo de acontecimientos da pie a la polarización, un sentimiento de división que no solo se refleja en las redes sino en la vida diaria. Insistir en llamar “adversarios” o “enemigos” a los que no coinciden con sus ideas, no lleva a buen puerto y menos si el que divide es el capitán del barco.

El aislamiento voluntario en México, como medida para contener los contagios de la pandemia que tiene al mundo de cabeza, trajo varias consecuencias. Entre ellas, el cierre de grandes y pequeños negocios. Estos últimos invariablemente son los más afectados, porque son los que sobreviven solos y sin ningún apoyo. 

Con gran expectativa, Andrés Manuel López Obrador anunció un plan económico. Parecía prometedor aquel mensaje, se pensó que sería el flotador ante la gran oleada, sin embargo, no fue así. Aquel domingo solo se escuchó la confirmación de sus políticas sociales y los megaproyectos que ya estaban programados desde antes de que se atravesara la contingencia sanitaria.  

La esperanza se esfumó. El confinamiento traerá bajo consumo en las empresas, que si no cuentan con un plan B, se enfrentarán a un futuro quiebre. Y junto con los empresarios, muchos empleados. ¿Y qué pasa con la población que no cuenta con un sueldo seguro cada quincena, ni prestaciones, ni seguro.. qué pasa con todos los que viven al día? Para la ciudadanía que no puede quedarse en casa, indudablemente, golpeará más fuerte esta marea. 

La gran prueba para Andrés Manuel vendrá en el 2021, en la elección intermedia, ¿seguirá contando con el apoyo de la ciudadanía o las decisiones que se tomen en 2020 traerán sorpresivas consecuencias?

El presidente, como el líder político más importante de México en este momento, tiene que darse cuenta que está perdiendo la confianza ciudadana. Muchas personas que votaron por él hoy comienzan a sentir decepción o frustración.

AMLO ha perdido de vista que el mundo, y sobre todo México, ha cambiado. Sigue creyendo que el país que recorrió durante 12 años sigue siendo el mismo, y que lo que este necesita no es inversión en un mejor sistema de salud, no es inversión para mantener la economía a flote, no es reconocer los derechos de las minorías. No. Lo que el pueblo de México necesita -según él- es un tren turístico que cruce la zona maya. 

Con su llamado plan económico, dejó en evidencia que sigue llegando a las mismas conclusiones, sin darse cuenta que las premisas se han modificando.

Andrés Manuel hace oídos sordos ante los reclamos y necesidades de quienes votaron por él, y se convierte en eso que siempre criticó: un político que hace política y no uno que escucha a la gente. Decepciona a muchos (tanto dentro como fuera de México) pero, sobre todo, decepciona a muchos que creyeron en él.

En Cuestione pensamos que la medicina para esta enfermedad no es el cierre total de la economía. Un cierre que afecta más a quienes dependen de sus fuentes de trabajo para sostener a sus familias. Y menos cuando la economía nacional ya venía mostrando problemas.  Es por eso que esta semana abordaremos los desafíos que enfrenta este gobierno para recuperar la confianza de la ciudadanía. 

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