Con altas y bajas, la crisis de salud causada por el nuevo coronavirus se va terminando. Hemos vuelto a abrir escuelas, que no debieron cerrarse por tanto tiempo, y la vida vuelve lentamente a la normalidad.
Sin embargo, los costos de la pandemia aún se sienten. Son costos humanos, de vidas y familias que han sufrido pérdidas. Son también costos sociales y emocionales para toda la gente. Además, está el gran costo económico del encierro.
Recuperarnos económicamente requerirá un enorme esfuerzo, pero como todo desafío, abre la posibilidad de aprovechar oportunidades. Una de ellas, en términos económicos, es modernizarnos para progresar.
La modernización de la que hablamos no es solo tecnológica. Es una nueva concepción de las libertades y oportunidades de desarrollo que ahora, como una sociedad del siglo XXI, podemos asumir.
Uno de los principales ejes para la recuperación económica no es ningún secreto: hay que incluir a las mujeres. De acuerdo con el Banco Mundial, la inclusión de las mujeres en la vida productiva y laboral puede generar un crecimiento económico de al menos el 10%, si no es que más.
La inclusión de nosotras en la vida laboral plena, en igualdad de condiciones y salarios, no solo sería un acto de justicia largamente postergado, sino una buena decisión política para la nación. Sin embargo, las mujeres seguimos enfrentando enormes barreras para avanzar económicamente.
La CEPAL reporta que en Latinoamérica, en los últimos 10 años, solo cinco de cada 10 mujeres logran ingresar al mercado laboral. De ellas, casi el 80% están en sectores de baja productividad.
Sumado a eso, las mujeres emprendedoras, que buscan crear sus negocios y construir sus propios ingresos, enfrentan grandes desafíos. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, el 82% de ellas están en la informalidad.
Las mujeres nos vemos obligadas a crear comunidades en redes sociales o dependemos de nuestros entornos para poder impulsar nuestras iniciativas. Al mismo tiempo, enfrentamos el desafío del cuidado de nuestros hijos, hijas y familias.
Esta demanda, que no es remunerada, afecta de forma directa en nuestra capacidad productiva y económica, y debe ser atendida.
Pero si bien las mujeres son clave para gatillar el desarrollo del país, hay otras áreas que también merecen nuestra atención. Destacan las pequeñas y medianas empresas, que generan la gran mayoría de los empleos en México.
Estas necesitan apoyos urgentes para sostenerse, incorporarse plenamente a la formalidad, dándole a sus empleados las prestaciones que corresponden y pagando impuestos. Pero la motivación para esto tiene que venir del Estado. Necesitan facilidades, apoyos, estímulos para poder sostenerse.
Y no está de más empezar a pensar de forma más innovadora. Considerar las nuevas tecnologías para crecer, recurrir a nuevos mecanismos de pago que ayuden a limitar las evasiones y permitan construir una sociedad que esté motivada para pagar sus impuestos y que crezcamos en conjunto.
Una opción que están explorando varios países es la regulación de las criptomonedas, como Bitcoin u otras. Su uso podría facilitar el acceso a recursos para personas que no están dentro del sistema bancario, y permitiendo su incorporación a la vida económica formal.
Sistemas como este permiten una mayor transparencia – si están regulados – y dan más poder a las personas que quieren emprender negocios, por pequeños que sean. Y es ahí, en la economía más libre y con más herramientas dónde se genera la prosperidad.
Así, tenemos ese reto y esa posibilidad: las mujeres en plena incorporación laboral, las PYMES en la formalidad y las nuevas tecnologías. Todo esto puede catalizar el crecimiento y la recuperación de nuestro país.
Con esto en mente, esta semana en Cuestione analizaremos estos desafíos, las oportunidades que existen, y la absoluta importancia de que las mujeres podamos ser parte plena y en equidad del progreso económico.
Tenemos que pensar en un crecimiento en libertad, equidad y justicia. Sólo así México será el país que merece ser. Se lo debemos a las próximas generaciones.
