¿Recuerdan el video donde policías de la Ciudad de México agreden al portero de los Pumas y a su esposa embarazada? Bueno, esa es una mala señal del camino que pueden tomar los gobiernos, sin importar si se autodenominan de izquierda, como el de Claudia Sheinbaum; o de derecha, como el de Sebastián Piñera, en Chile.
Pero les tenemos una pésima noticia: esta es apenas una de muchas señales que deberían comenzar a prender las alarmas de todas las personas que creemos que la libertad y la democracia son el mejor camino para construir un país seguro y en paz.
Históricamente, los gobiernos autoritarios se han construido sobre la base de sociedades con miedo o desesperadas por la falta de oportunidades y la pobreza. En México, la confianza en la democracia se ha visto deteriorada en los últimos años, debido a la rampante inseguridad, la corrupción y falta de resultados espectaculares de los regímenes emanados de los pocos procesos auténticamente democráticos que hemos tenido los mexicanos.
Apenas en 1997 tuvimos la primera elección no cuestionada de la historia reciente de nuestro país y el gusto solo nos duró unos cuantos años. En 2006, el candidato perdedor, Andrés Manuel López Obrador aseguró (y sigue asegurando), que le robaron con un fraude la presidencia de la República.
El discurso del hoy presidente ha minado la confianza en las instituciones que con esfuerzo hemos construido para garantizar elecciones libres y democráticas. No son pocas las voces que señalan que, además, el primer mandatario busca colonizar al INE para controlar desde ahí las elecciones en el futuro y garantizar la permanencia de lo que él llama la Cuarta Transformación. Y esa es otra mala señal.
¿México corre peligro de convertirse en un Estado opresor?
Si nos guiamos por la manera en que la administración de López Obrador utiliza las instituciones, debemos decir que el riesgo sí existe.
Veamos: primero, Morena se apoderó del Poder Legislativo, gracias a su mayoría y a alianzas inconcebibles, como la que hizo el partido oficial con el Partido Verde, lo que le ha permitido al presidente sacar prácticamente todas las iniciativas de ley que se le han ocurrido. Y no solo eso. Gracias a esa mayoría artificial, silenciosa y obsecuente, López Obrador ha logrado nombrar a personajes, muy cercanos a él, al frente de instituciones que se supone deberían de ser autónomas, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Además, pudo colocar ya a dos ministras en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (y forzó la renuncia de Eduardo Medina Mora), con lo que ha comenzado la colonización de otro de los poderes de la Unión, el Judicial, con lo que ha debilitado a los contrapesos necesarios en una democracia.
Pero es no es todo. Gracias a ese Poder Legislativo obediente, logró hacer cambios en leyes que han permitido, por ejemplo, a Santiago Nieto, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera utilizar esa institución como una herramienta discrecional, al congelar cuentas bancarias a diestra y siniestra a personajes acusados de corrupción. Esto, antes de siquiera ser juzgados. Eso abre la puerta para una muy peligrosa aplicación de las leyes fiscales de este país que nos pone en riesgo a toda la ciudadanía.
La última señal de alerta vino desde otro organismo supuestamente autónomo dirigido por un fiel amigo del presidente: la Fiscalía General de la República. Su titular, Alejandro Gertz Manero, intentó presentar una iniciativa de reforma al poder judicial que, de acuerdo con muchos expertos, cambiaba el principio básico de presunción de inocencia por uno de presunción de culpabilidad. La aberración no logró ni siquiera pasar la aduana de un Senado acostumbrado a servirle al Presidente, pero el intento es revelador.
Las señales ahí están. El riesgo de que México se convierta en un país con un régimen autoritario es real y más vale alzar la voz en este momento que arrepentirse después cuando ya sea demasiado tarde.
Por eso, en Cuestione revisaremos esta semana los diferentes modelos de gobiernos opresores y trataremos de identificar las señales de alerta que pasaron por alto en otros países. Más vale prevenir, que lamentar.
