Sin seguridad no hay libertad

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México cerró noviembre con un promedio de 75 asesinatos diarios. Pese a estos números, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, dijo que los homicidios dolosos se contuvieron en el país. Pero la verdad es que la inseguridad aumenta a pasos agigantados a lo largo y ancho del territorio mexicano.

Esta realidad es consecuencia de las acciones de grupos de la delincuencia organizada y de delincuentes comunes y nos permite entender por qué la ciudadanía no se siente segura en su colonia, en su camino al trabajo y escuela, o en sus lugares de esparcimiento. 

La violencia que vivimos diariamente y que acarreamos desde hace décadas es resultado de varias causas. Una de ellas es que los gobiernos –en todos sus niveles- han sido incapaces de reducirla de manera eficaz. 

Otra causa es la cercanía que tenemos con Estados Unidos. Esta ubicación facilita el comercio con el mayor mercado mundial de drogas y armas legales e ilegales, y termina nutriendo las actividades delictivas.

A este grave problema también se suma lo que se invierte en la estructura de seguridad, que es poco y está mal distribuido. Por ejemplo, nueve de cada diez policías tienen que poner dinero de su propio bolsillo para su equipo, uniforme o hasta armamento, según la Encuesta Nacional de Estándares y Capacitación Policial. 

El presupuesto no está asignado ni para las fuerzas policiacas ni para su capacitación. Lo ideal sería que así como se destinan recursos a patrullas, a cámaras de vigilancia y a equipos costosos, se tendría también que estar invirtiendo en los sueldos, en la formación y necesidades de los cuerpos de seguridad.   

Si bien las fuerzas armadas tienen cada vez más dinero, no se usa de forma eficiente. Al final del día nuestros policías no cuentan con las mejores condiciones para hacer su trabajo. Es decir, el dinero no se invierte en cuidar a los que nos cuidan. 

Por otro lado, tenemos un déficit histórico en la rendición de cuentas. En este aumento desmedido de violencia no está claro qué autoridad es responsable de qué parte del gran problema. La estrategia de seguridad de este y otros sexenios no está funcionando. En resumidas cuentas, no existe un compromiso real por disminuir la delincuencia.

De qué sirve seguir inyectando dinero a Pemex y CFE o a los proyectos insignia si nuestra seguridad está por los suelos. Falta entender que nada de lo anterior funciona si no estamos y nos sentimos seguros, porque todo palidece cuando en un país no hay seguridad.

A nivel estatal y municipal la situación no es distinta. Los eventos de la semana pasada en Villa Victoria, un municipio de Michoacán, en los que grupos del narcotráfico usaron drones armados para atacar agentes, nos muestran escenas propias de una película de guerra y el poder del armamento y sofisticación que están alcanzando los grupos criminales. Lamentablemente este hecho no se trata de ninguna ficción.

En cambio, tenemos que las policías municipales cuentan con equipo y armamento escaso y en muchas ocasiones hasta obsoleto.

Y es que los gobiernos locales siguen sin identificar los delitos con mayor impacto y no buscan generar estrategias conjuntas con instituciones estatales y federales para mitigar la actividad delictiva en estos lugares. Son poco o nada efectivos para resolverla.

Ya antes hemos hablado de cómo la inseguridad impacta en la sociedad, inhibe el desarrollo y el progreso social de un país. En un contexto tan complejo como el que estamos viviendo, es indispensable reconstruir instituciones sólidas y confiables que usen de manera eficiente sus recursos y que, además, sean efectivas para lograr sus objetivos.

Ante lo criticable que puede ser la política de seguridad nacional hoy, más que nunca, la respuesta puede estar en incrementar la confianza que la ciudadanía tiene en el gobierno y en la percepción de esas instituciones que tienen la función de cuidarnos.

Por eso, esta semana en Cuestione estaremos analizando qué provoca la violencia en México, identificaremos cuáles son los factores que generan este problema social y propondremos cuáles serían algunas de las medidas para resolverlo. 

Porque cada día que sentimos miedo, somos menos libres.

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