Tiempos oscuros para la libertad en América Latina

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La semana pasada, Human Rights Watch, una organización internacional que se dedica a defender los derechos de las personas en todo el mundo, advirtió que “América Latina está enfrentando algunos de los desafíos más graves en materia de derechos humanos en décadas”.

Durante la presentación de su Informe Mundial 2022, Tamara Taraciuk Broner, la directora de esta organización para América Latina dijo algo que debería alertarnos y llevarnos a la acción: “El alarmante retroceso de las libertades fundamentales en América Latina nos obliga hoy a defender espacios democráticos que solíamos dar por sentados”.

¿Por qué una de las principales organizaciones de derechos humanos en el mundo habla en términos tan inquietantes sobre lo que está pasando en nuestra región?

El informe denuncia a los sospechosos comunes, los países de la región que llevan años e incluso décadas sin permitir libertades políticas básicas a sus ciudadanos: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Pero advierte que ahí las cosas están cada vez peor: en Cuba porque el gobierno reprimió duramente las manifestaciones pacíficas que tuvieron lugar en julio del año pasado, deteniendo arbitrariamente y maltratando a críticos y artistas.

En Nicaragua, además de la represión a quienes se manifiestan contra el régimen desde 2018, el año pasado el gobierno de Daniel Ortega dio uno de los espectáculos electorales más lamentables de los que se tenga memoria, encarcelando a siete candidatos y candidatas a la presidencia y a más de 100 opositores políticos.

Y en Venezuela las cosas están tan mal que en noviembre del año pasado la Corte Penal Internacional inició una investigación sobre posibles crímenes de lesa humanidad cometidos durante la gestión de Nicolás Maduro.

Brasil, Chile, Colombia y México tampoco salen bien parados. En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro, quien es defensor de la dictadura militar que ocurrió en aquel país entre 1964 y 1985, intentó intimidar al Tribunal Supremo por medio de insultos y amenazas e hizo denuncias infundadas de fraude electoral.

En Chile y Colombia las fuerzas de seguridad abusaron de manera grave de los manifestantes. 

En Chile, las protestas que empezaron por el costo del transporte público hace un par de años fueron brutalmente reprimidas por el gobierno de Sebastián Piñeira, lo cual derivó en que aquel país inicie un proceso para crear una nueva Constitución y ahora tendrá un gobierno de una corriente política diametralmente opuesta, encabezada por Gabriel Boric.

En Colombia, las protestas contra la reforma tributaria que impulsó el gobierno de Iván Duque también tuvieron una respuesta desproporcionada de la fuerza pública que realizó violaciones graves de derechos humanos, lo cual hizo que las manifestaciones fueran aún más intensas. 

Y en México tampoco cantamos mal las rancheras: esta administración, auto llamada la 4T, ha seguido atacando a los periodistas y a los defensores de derechos humanos. Además, sigue atentando contra los organismos autónomos encargados de garantizar los derechos humanos.

Esta tendencia a restringir nuestras libertades que recorre todo el continente, y que además estuvo agravada por las crisis de salud y económica derivadas de la pandemia causada por la COVID-19, tendría que sonar todas las alarmas de nuestros sistemas de defensa de la democracia.

Y es que vivir en un sistema de gobierno que promueva y respete las libertades de los individuos no solo es necesario para que las personas puedan ejercer sus derechos políticos como manifestarse o votar en libertad, esos que están siendo violentados en muchos países de nuestra región. 

Vivir en libertad es también vital para que las personas puedan desarrollarse en todos los aspectos de su personalidad, lo que genera mejores relaciones sociales y al final, sociedades más prósperas y con mejor calidad de vida y dignidad.

Es por ello que esta semana en Cuestione volveremos a insistir en la importancia central que tiene defender las libertades para que quienes vivimos en México podamos contribuir a resolver los problemas por los que pasa nuestro país de manera creativa y sin que el gobierno nos diga lo que tenemos que pensar o restrinja nuestros derechos.

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