Chile enfrenta su momento histórico más importante desde la caída de Pinochet

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Estos son días que dejarán marcada la historia de Chile. Los días y las decisiones que cambian a una nación están sucediendo ahora. Porque hoy, ayer y mañana, se empieza a escribir una nueva Constitución para el país.

Y entre todo lo histórico que es para esa nación, también es un hito para la región: por primera vez en la historia una mujer, indígena, académica, será la presidenta de la Convención Constituyente. Su nombre es Elisa Loncón.

El proceso no empezó ahora ni terminará de inmediato, pero tiene muchos rasgos de los que debemos de aprender como latinoamericanos: la sociedad sí puede hacer cambios profundos. Al menos eso opina Mauricio Weibel, destacado periodista de investigación chileno, que por revelar las tramas de corrupción en las fuerzas armadas de su país fue perseguido y espiado por el gobierno. 

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“Estamos enterrando una República del lucro. La sociedad está exigiendo una república basada en el respeto a los derechos humanos. Imagino que tendremos una constitución que determine un estado plurinacional, paritario y quizá más parlamentario”, explica a Cuestione en entrevista. 

Weibel nos recuerda cómo empezó este cambio, hace poco menos de dos años. “Todo este proceso parte el 18 de octubre de 2019 cuando se suben el precio del Metro en 30 pesos, dos centavos de dólar, casi nada; pero fue la gota que derramó el vaso. Provocó un estallido social en el que durante meses hubo protestas en todo el país”, señala.

Y en efecto. Cuestione estuvo presente en Santiago en esas fechas y reportamos las movilizaciones más importantes en la historia del país desde la caída de la dictadura. Fueron tiempos complejos, en los que la respuesta del gobierno, según se ha documentado ampliamente, fue de enormes violaciones a los derechos humanos.

La Constitución de Pinochet

En la plenitud de su poder, el dictador chileno Augusto Pinochet reunió a sus más cercanos colaboradores para redactar una nueva Carta Magna que garantizara la permanencia de su modelo político y económico. Era el año 1980.

Esa Constitución tenía diversos controles para evitar que los electores pudieran darle poder suficiente a los grupos políticos adversos a la dictadura. Así, siempre se garantizó la sobrerrepresentación de los partidos de derecha, a través de senadores designados o el llamado sistema binominal -que aseguraba que siempre habría un representante de cada sector.

Por otro lado, estableció que para cambiar las leyes, se necesitaba siempre una mayoría calificada -dos tercios- lo cual sería imposible de conseguir. 

Pero tras meses de enormes movilizaciones sociales en 2019, la élite política decidió que la única salida era convocar a un plebiscito para determinar si se realizaba una Convención Constituyente.

Sin embargo, las élites tomaron sus salvaguardas. “Los políticos decidieron que, para evitar grandes cambios, debía haber dos tercios de los constituyentes para aprobar las nuevas leyes”, nos explica el periodista Mauricio Weibel. 

Pero la estrategia no funcionó: “la gente votó masivamente por partidos progresistas o movimientos sociales. Eso terminó con que los partidos que gobernaron Chile el último medio siglo quedaron reducidos a su mínima expresión. Entre la derecha, la Democracia Cristiana y sus aliados, no suman un tercio. No tienen capacidad de veto”

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¿Qué sigue?

La Constituyente se ha instalado apenas hace un par de días, y ya ha enfrentado dificultades. El gobierno tenía que acondicionar las salas de sesión, dar internet y pantallas, así como micrófonos. Pero no lo hizo, obligando a que la primera sesión de la convención se pospusiera. Esto gatilló una importante crisis política, ya que se especuló que el gobierno buscaba sabotear el proceso.

Weibel nos dijo que “El responsable (de que funcionara la primera sesión) era el gobierno del presidente Piñera; pero es un gobierno derrotado políticamente, cuestionado por violaciones a derechos humanos. El gobierno ha decidido torpedear la constituyente, poniendo trabas en todo lo operativo. Si les quitas los micrófonos no pueden operar, pero es una torpeza política”.

En efecto, al día siguiente -miércoles 7 de julio- todo estaba operativo y se pudo llevar a cabo la primera sesión en la que se transformará la historia de Chile.

Lo que viene después es eso: la Constituyente tiene entre 9 y 12 meses para redactar una nueva Carta Magna. Tras aprobarla, en su caso, se irá a un nuevo plebiscito. Si se aprueba el camino aún no está despejado.

“Vienen 10 o 15 años de adaptar las leyes (a la nueva Constitución). Esa es otra pelea. ¿Cómo los próximos congresos adecuarán la constitución a las nuevas leyes?” nos dice Weibel, recordando que los próximos legisladores seguirán siendo electos con el sistema actual. 

Así, Chile empieza a escribir un capítulo nuevo en su historia, uno que podrá cambiar su futuro. Pero la incertidumbre persiste. Así como la esperanza.

Enviado especial a Santiago de Chile.

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