COVID-19 desata otra epidemia: el consumo de opiáceos va a la alza en EU

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Más de un año después del asesinato de su hijo mayor en las calles de Nueva Orleans a manos de un narcomenudista, Dan Schneider descubrió la llamada “infancia de la epidemia del consumo de opiáceos en Estados Unidos”.

Desde el mostrador de una farmacia en el pueblo de Saint Bernard, un suburbio de Nueva Orleans, Schneider vio de primera mano uno de los más grandes retos de salud pública en Estados Unidos: el incremento de prescripciones médicas de OxyContin, un medicamento con efectos similares a la heroína que los médicos comenzaron a recetar como un analgésico de uso común

El hijo de Schneider murió de un disparo en la cabeza en la esquina de Dauphine y Forestall, en una de las zonas más empobrecidas de Nueva Orleans, el 13 de abril de 1999, cuando intentaba comprar crack. Tenía 22 años. Este hecho alertó al farmacéutico sobre las adicciones, el abuso de sustancias y sus efectos en los jóvenes. 

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Por eso, cuando comenzó a ver que cada vez más gente llegaba a la farmacia con recetas médicas de OxyContin, la mayoría firmadas por la doctora Jacqueline Clegget, las señales de alerta se encendieron y se rehusó a surtirlas.

Era el principio de una epidemia en el consumo de opiáceos en Estados Unidos que arroja un saldo de 130 decesos diarios por sobredosis y que entre 1999 y 2019 provocó la muerte de 500,000 personas, de acuerdo con un reporte del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).

Otra epidemia que también tiene olas

En apenas una década, autoridades de salud y la Drug Enforcement Administration han distinguido tres olas epidémicas en el consumo de opiáceos legales e ilegales en EU.

La primera ola fue la que atestiguó Dan Schneider, con un incremento sustancial de prescripciones de opiáceos de uso médico producidos principalmente por la farmacéutica Purdue Pharma. Esto ocurrió desde principios de la década de 1990 con un pico que alcanzó las 3,442 muertes por sobredosis en 1999.

En este momento además se dio la proliferación de clínicas para el tratamiento del dolor y de médicos que comenzaron a repartir prescripciones de OxyContin, un medicamento que en su lanzamiento en 1995 fue anunciado como milagroso, pues reducía el dolor, pero no causaba adicción. Gracias a este analgésico Purdue Pharma obtuvo ganancias por 30,000 millones de dólares a lo largo de los años y de paso creó un nuevo problema de abuso de drogas en EU.

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La segunda ola comenzó en 2010, cuando los controles para recetar OxyContin se volvieron más estrictos y los usuarios comenzaron a buscar heroína para satisfacer su adicción. Ese año las muertes por sobredosis relacionadas con el abuso de opiáceos legales e ilegales llegó a 21,088.

La tercera ola, de acuerdo con el CDC, inició en 2013, cuando autoridades de EU detectaron más muertes relacionadas con el fentanilo, un opiáceo sintético que se produce tanto de manera legal como ilegal.

A partir de esa fecha los casos de sobredosis por el abuso de opiáceos legales e ilegales comenzó a aumentar progresivamente hasta alcanzar las 47,600 muertes en 2017.

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Los decesos por sobredosis de opiáceos se mantuvieron estables con 46,802 muertes en 2018, sin embargo para el siguiente año aumentaron hasta 49,860, un incremento de 6%. De acuerdo con el CDC, alrededor de dos terceras partes de las 70,630 muertes registradas por sobredosis en 2019 estuvieron relacionadas con el abuso de opiáceos.

Y aunque entre 2013 y 2019 se registró un ligero descenso en las muertes ligadas a la prescripción médica de opiáceos y subió 63% en las relacionadas con el abuso de heroína, las sobredosis por opiáceos sintéticos aumentó a 1,040%.

Pero médicos y autoridades advierten que tras la pandemia de COVID-19 en EU, la prescripción de analgésicos con opiáceos va en aumento por las secuelas de dolores que deja el coronavirus, y aun antes del confinamiento el uso de drogas aumentaba, por lo que ya identifican una cuarta ola en la epidemia de sobredosis por el abuso de drogas. 

Cuarta ola de opiáceos comienza tras pandemia de COVID-19

El 31 de marzo de 2020, EU alcanzó lo que en ese entonces parecía una cifra elevada en los contagios de COVID-19: 24,506 casos con 19,218 nuevos casos reportados en los últimos siete días.

Casi al mismo tiempo, autoridades médicas de ese país identificaban el inicio de otra epidemia, pues el consumo de opiáceos también comenzó a dispararse entre marzo y mayo de 2020.

De acuerdo con el conteo más reciente de muertes por sobredosis del CDC y el Centro Nacional de Salud, entre mayo de 2019 y el mismo mes en 2020 se registraron 81,230 fallecimientos relacionados con sobredosis de drogas.

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“Esto representa un empeoramiento de la epidemia de sobredosis de drogas en Estados Unidos y es la cifra más alta de sobredosis registrada en un año”, explicó el CDC en su estudio. “El último conteo provisional de muertes por sobredosis hasta mayo de 2020 sugiere una aceleración de casos durante la pandemia de COVID-19”.

En una editorial del pasado 24 de julio, la prestigiosa revista médica The Lancet advirtió sobre el rápido incremento de las muertes por sobredosis de opiáceos.

“Los mecanismos todavía no son claros, pero es probable que la suspensión de servicios y el acceso reducido a prácticas de reducción de daños, tales como el cierre de puntos seguros para inyección, han jugado un papel. Los datos también muestran puntos demográficos de importancia. El oeste de Virginia es el epicentro de la crisis, pues tiene el más alto número de muertes por sobredosis, sin embargo las áreas urbanas ya superan a las rurales”, señaló.

Dealers con batas blancas

La primera ola de la epidemia de sobredosis por el abuso de opiáceos fue principalmente provocada por médicos que daban recetas sin ningún tipo de restricción y por clínicas para la atención del dolor. 

Tan sólo en la zona suburbana de Nueva Orleans, donde Dan Schneider veía desfilar adolescentes con recetas médicas para comprar OxyContin, autoridades detectaron que en un solo año la doctora Jacqueline Clegget expidió 182,723 recetas para comprar opiáceos y que fueron surtidas en 10 farmacias.

En 2001, la localidad de Saint Bernard, donde Schneider despachaba en una farmacia, encabezaba el número de muertes per cápita en el sur de EU por sobredosis relacionadas con el abuso de OxyContin, opiáceo que en ese año fue prescrito en al menos 6 millones de recetas médicas y que llevó a juicio a la farmacéutica Purdue Pharma en 2007 por minimizar el potencial adictivo del medicamento. 

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Ahora, a pesar de los controles, hay una nueva ola directamente relacionada con el COVID-19 y sus síntomas están claros. Un estudio publicado en la revista Nature encontró un alto uso de opiáceos entre personas que se recuperaron de infecciones severas por coronavirus y que tienen secuelas.

El estudio revela que por cada 1,000 pacientes que han desarrollado secuelas de coronavirus y que fueron tratados en instalaciones médicas de la Oficina para Asuntos de Veteranos, los médicos tratantes han recetado 9 veces más opiáceos de lo habitual. De igual manera dotaron de 22 recetas adicionales para benzodiazepinas como el Xanax y otros medicamentos contra la ansiedad que son potencialmente adictivos.

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Aunque ha habido otros estudios que exploran los síntomas a largo plazo del COVID-19, este es el primero que demuestra un mayor uso de medicamentos adictivos contra el dolor, explicó Ziyad Al-Aly, quien coordinó la investigación. 

En EU, autoridades sanitarias estiman que más de 3 millones de los 30 millones de personas que tuvieron COVID-19 desarrollaron algún síntoma persistente como desorientación, fatiga, ansiedad, depresión, dificultad para respirar y dolor muscular o de huesos. 

Ziyad Al-ALy alerta que incluso un pequeño incremento en el uso inapropiado de prescripciones de opiáceos puede agravar la epidemia por la que atraviesa EU y que apenas reconoció como tal en 2017. 

¿Podrá controlar EU esta nueva ola de su otra epidemia?

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