Debate sobre la despenalización de la cocaína gana adeptos ante el fracaso del prohibicionismo

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La guerra contra las drogas ha fracasado rotundamente”, advirtió Gustavo Petro al asumir aquel 7 de agosto de 2022 la presidencia de Colombia en la Plaza de Bolívar, en pleno centro de Bogotá. “Llegó el momento de cambiar la política antidrogas en el mundo”, dijo. 

Si bien Petro puso sobre la mesa la discusión sobre las drogas como parte de su Programa de Gobierno 2022-2026, este se centra en “descriminalizar el cultivo” y aunque no se propone legalizar la cocaína, sí  busca despenalizar la plantación de la hoja de coca, la materia prima para fabricar la segunda droga más consumida en EU, que es el más grande mercado de drogas en el mundo. 

¿Es hora de legalizar la cocaína? 

Ricardo Sala, activista y organizador de la primera marcha en México por la despenalización de la marihuana, considera que falta imaginar mucho cómo sería esta regulación legal, aunque se podría comenzar con la hoja de coca.

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 “No se puede avanzar mucho en la discusión sobre política de sustancias –qué son, cómo se usan, cuáles son los riesgos a mitigar con la política y la cultura si no avanzamos en la discusión sobre la política de salud mental –qué es, cómo la procuramos, cómo sería una cultura de salud mental- paralela a esta política”, nos dijo.

El discurso de Petro hizo eco en los Estados Unidos. El director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca, Rahul Gupta, no solo aceptó en octubre  la falla de la política antidrogas sino también la necesidad de un “nuevo enfoque que equilibre la ciencia con los esfuerzos de reforma de la justicia penal”.

La puntilla al debate fue la editorial Joe Biden es demasiado tímido. Es hora de legalizar la cocaína, que la revista The Economist publicó casi una semana después del comunicado de Gupta y el perdón otorgado por el presidente demócrata a alrededor de 6,500 presos por poseer pequeñas cantidades de marihuana. 

Las estadísticas respaldan el fracaso de la política antidrogas que desde hace poco más de  50 años se ha vuelto un poco más laxa. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) evidenció que cada día hay más cultivos de cocaína y se incrementó el número de consumidores. 

En su informe más reciente confirma un “aumento de la competencia y de la eficiencia del suministro ha hecho que la cocaína sea cada vez más fácil de obtener y que su calidad vaya en aumento”, lo que amenaza con una nueva expansión del mercado.

Colombia pasó del registro de 34,000 hectáreas de cultivos de coca en 1988 a contar con 204,000 en 2021, es decir, seis veces más según cifras ofrecidas en octubre por el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de Naciones Unidas.

Colombia, Bolivia y Perú y creo también Ecuador producen hoja de coca”, comentó el activista Ricardo Sala. “Habría que asomarse a la regulación del comercio de este producto no industrializado o muy poco industrializado, si a ‘empaquetarla en bolsitas de infusión’ se le considera industrializar”.

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Una política fracasada

Resulta evidente que los resultados de la política antidrogas y las campañas antinarcóticos no han ofrecido los resultados esperados en Colombia, ya que la producción y distribución continúan. Petro lamentó que en los últimos 40 años a causa de las drogas, “un millón de latinoamericanos han sido asesinados, la mayoría colombianos”. 

Sin olvidar, subrayó el presidente colombiano en agosto, los “70,000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año”, además, “la guerra contra las drogas fortaleció las mafias y debilitó los Estados”.

A estas cifras habrá que añadir que la producción mundial de cocaína alcanzó cerca de 2,000 toneladas en 2020, de acuerdo con datos aportados por la UNODC. Mientras que en Europa es la segunda droga más consumida con 4,500,000 millones de consumidores en 2021. En tanto, en EU casi la mitad de los presos en las cárceles federales tienen cargos relacionados con las drogas.

“Se trabaja en brindar salidas jurídicas a quienes hacen parte de la cadena de la droga en algún punto”, señaló el ministro de Justicia colombiano, Néstor Osuna. 

El principal cambio fue suspender las operaciones de erradicación forzada de cultivos ilícitos de coca. El ministro dijo que en este momento se está aplicando la erradicación voluntaria en ciertos sitios.

Dejó en claro la intención del gobierno de Colombia: “no perseguir militar y policialmente a los campesinos que viven de la siembra de cannabis o de hoja de coca”. La política es de sustitución de cultivos y tierras donde puedan cultivar otros productos.

“Los narcotraficantes saben que su negocio depende de la prohibición. Si lo regulamos como un mercado público, las grandes ganancias desaparecen, al igual que los narcotraficantes”, señaló el ministro de justicia de Colombia.

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Lo expuesto por Osuna se refiere también a una estrategia colombiana para transformar la política antidrogas, que incluye parar las fumigaciones aéreas con glifosato y priorizar la erradicación manual concertada con comunidades, también contempla reforzar los operativos de interdicción aérea.

La urgencia por buscar nuevas alternativas a una política fracasada, ya la había considerado el ex presidente colombiano Juan Manuel Santos en 2012. En una entrevista concedida al diario español El País habló de la necesidad de “abolir la prohibición en la lucha contra las drogas”.

Santos aseguró que “el mundo entero, particularmente América Latina y África, sufre por el crecimiento y el empoderamiento de las mafias”.

Ante este contexto, la Comisión Global sobre Drogas estimó que se ha “roto el tabú” sobre el tema de la despenalización de la marihuana. “Cada vez más países despenalizan el consumo personal, adoptan enfoques innovadores basados en la salud pública y legalizan sustancias antes prohibidas”. 

La Comisión Global sobre Drogas considera que “cada vez se reconoce más que las políticas represivas sancionadas a nivel mundial son más perjudiciales que el consumo ocasional de drogas”.

¿Convendría avanzar en la despenalización de esta y otras drogas?

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