Por Isabella Castrillón y Tamara Cabal, estudiantes del Semillero Unimedios-USC
El domingo 5 de marzo el tiempo parecía detenerse en la habitación 704 de la Clínica Imbanaco de Cali, Colombia, donde se encontraba el paciente terminal. Con cada respiración, su cuerpo parecía luchar contra la vida misma, mientras que su mente estaba en paz con la decisión que había tomado de morir de forma asistida a través de la eutanasia.
La lucha de Henry Núñez de 70 años había sido larga y dolorosa, pero finalmente había llegado el momento de hacer válido su derecho a una muerte digna.
El 11 de mayo de 2022 y en un hito histórico para los derechos de los pacientes y la dignidad en el final de la vida, Colombia se convitió en el primer país de América Latina en despenalizar el suicidio médicamente asistido (SMA) para personas con enfermedades graves o incurables. La trascendental decisión fue tomada por la Corte Constitucional del país sudamericano en una votación que dejó un marcado impacto en la sociedad y en el ámbito legal.
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Esta es la historia de lucha de Henry por encontrar paz en la muerte y de cómo su familia, amigos y médicos lo acompañaron y respetaron su decisión desde el inicio de su enfermedad terminal hasta sus últimos instantes.

La anestesióloga encargada del proceso de Henry sabe lo difícil que puede tornarse la vida para un paciente terminal. “Me parece que todas las personas deberíamos poder acceder al derecho a la muerte asistida y debería hacerse de manera libre, sin presiones por parte de la familia, amigos, ni personal de salud. Todos los médicos deberíamos estar capacitados y tener la autonomía de poder brindarle ese derecho a un paciente cuando él tome la decisión, sin el temor de enfrentarnos a consecuencias legales”, expresó la mujer vestida de blanco.
Desde que Henry se enfermó en el año 2021, manifestó a los doctores y las enfermeras que él no quería estar conectado a ningún aparato.
Una de sus hijas se encargó de investigar sobre la muerte asistida, después de haber conocido la decisión personal que tomó su padre. Henry cumplía con los requisitos; era mayor de edad, estaba en pleno uso de sus facultades mentales y tenía una enfermedad grave e incurable debidamente diagnosticada, cáncer.
A Henry lo tuvieron en cuenta para entrar a junta médica y ver si era viable o no dejarlo morir de forma asistida. Finalmente, cuando ya no podía comer y sentía mucho dolor, llegó el resolutivo; su decisión fue validada en una semana.
Las psicólogas Daniela Betancourt y Sofía Perdomo consideran que el acompañamiento psicológico fue muy importante en este caso. Señalan que la muerte asistida puede ser una forma de morir con dignidad y honrar los deseos y valores de quienes sufren enfermedades terminales o dolor crónico.
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Para las profesionales de la psicología, la opción de morir de forma asistida permite que los pacientes hagan frente a su sufrimiento y tengan cierto control sobre su muerte, lo que puede aliviar sus últimos momentos.
Pero el sacerdote Luis Fernando Valencia opina todo lo contrario porque “por más dolor que sienta una persona, esta alternativa es un acto de cobardía”, señala el religioso. “A pesar de ser un proceso de dolor para el enfermo y sus familiares, no piensa en el sufrimiento que les dejará con su decisión, lo cual llevará a las personas que lo rodean a un estado de arrepentimiento y súplica”.
Un dulce final
Los últimos momentos significativos de Henry comenzaron una semana antes con la despedida a sus seres queridos. Ese fue quizá el momento más doloroso para la familia, pero para Henry, una bella forma de agradecerles y dejarles tareas.
El padre de familia, esposo, abuelo, les expresaba a cada uno de sus parientes lo feliz y tranquilo que estaba con la decisión que había tomado. A una de sus nietas le dijo que agradecía la compañía de su esposa, hijos y nietos, por ser los que “me mantienen cuerdo”.

Ya los efectos de la morfina hacían que el cuerpo de Henry no reaccionara como lo hacía usualmente. Su lengua se dormía y las manos estaban heladas por el frío de la habitación hospitalaria.
Pero fuera de la recámara 704 hay enfermos que no pueden decidir cuándo morir. Julio Mulato, por ejemplo, está en una situación complicada porque padece cáncer en fase terminal, pero tiene alzhéimer, lo que le hace imposible acceder a este derecho de muerte asistida porque un requisito indispensable es estar en pleno uso de las facultades mentales.
“Yo soy la que veo sufrir a mi papá, me desgasto, por amor a él sufro con lo que tiene y al hablar con los especialistas sé que él no tiene cura. Si él pudiera acceder a este derecho yo lo apoyaría”, relata Gabriela, hija responsable de Julio.
La última noche
Henry estuvo con su hija mayor, quien lo ayudó a ir al baño y le aplicó un perfume de lavanda para mitigar un poco los fuertes dolores que padecía.
El 5 de marzo del 2023 llegó. En la mañana, cuando Henry abrió sus ojos, estaba rodeado de toda su familia, sonreían, lo acompañaban.
Cada uno le hizo saber lo orgulloso que estaba de él. Posteriormente, él recordó anécdotas de sus años como técnico de aviones y lo maravillosa que fue su vida al realizar lo que le apasionaba.
A las 11:00 de la mañana Henry partiría con dignidad. La anestesióloga y varias enfermeras, ingresaron a la habitación 704. Llevaban una bandeja con 8 jeringas, unas blancas y otras transparentes; las inyecciones que lo liberarían de su sufrimiento y le pondrían punto final a su vida.
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Así empezó el duro proceso para los dolientes pero también el momento más anhelado para Henry.

Paso a paso inyectaron cada uno de los líquidos en las venas. “Buen viaje don Henry”, dijo la doctora, mientras él acomodaba su boca como si fuera a bostezar. En menos de un minuto, Henry había iniciado su viaje sin regreso. Su familia, destrozada pero consciente de la decisión tomada, se ahogó en lágrimas por una partida sin dolor y sin sufrimiento que era la mejor determinación para su insoportable vida agobiada por la enfermedad.
Linda Gallo, doctora en Educación y consteladora familiar, explica que “si desmitificamos el duelo como ese aspecto de dolor nefasto y lo vivimos, dejamos que pase por nosotros con todos sus matices, como el momento del desapego, de extrañar la situación o extrañar al otro”.
Y así sucedió en la familia Núñez; Henry partió mientras ellos comenzaron a asimilar la nueva realidad sin él.


La despenalización del suicidio médicamente asistido en Colombia
En Colombia la sentencia C-233/2021 de la Corte Constitucional amplió el derecho fundamental al acceso al suicidio asistido en todo el país para pacientes con enfermedades o lesiones graves e incurables que causan un agudo sufrimiento.
“No se puede obligar a una persona a seguir viviendo cuando padece una enfermedad grave e incurable que le produce intensos sufrimientos y ha adoptado la decisión autónoma de terminar su existencia ante condiciones que considera incompatibles con su concepción de una vida digna“, se lee en la sentencia.
Con un respaldo de 6 votos a favor y 3 en contra, la Corte Constitucional de Colombia puso fin el año pasado a los castigos asociados al suicidio asistido contemplados en el código penal del país. Anteriormente, estas prácticas conllevaban penas de entre 16 y 36 meses, lo que generaba un debate constante sobre la autonomía del individuo y su derecho a tomar decisiones sobre su propia vida.
La determinación de la Corte colombiana refleja un avance significativo en el reconocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos a “morir dignamente”, un principio arraigado en la Constitución y que ha sido objeto de discusión y acción legal a lo largo de los años.
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Este nuevo hito se suma a la despenalización de la eutanasia en 1997, seguida de su regulación en 2015, lo que ha consolidado a Colombia como un líder progresista en la región en lo que respecta a cuestiones de salud y derechos humanos.
La despenalización del suicidio médicamente asistido se erige como un paso audaz hacia adelante en la lucha por los derechos del paciente en Colombia y sienta un precedente valioso para la región latinoamericana. La decisión de la Corte Constitucional refleja no solo un cambio legal, sino también un cambio de paradigma en la manera en que se abordan los temas de salud mental, calidad de vida y dignidad humana en el país.
A medida que Colombia da un paso más hacia la protección de los derechos individuales y la autonomía del paciente, el mundo observa con interés este desarrollo sin precedentes en América Latina. La despenalización del suicidio médicamente asistido marca una victoria para la compasión, la empatía y la justicia en un momento crucial para la discusión global sobre los derechos humanos y la atención médica.