Mujeres como botín de guerra entre Rusia y Ucrania

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El 17 de mayo la alfombra roja del Festival de Cannes fue interrumpida por una activista que se quitó el vestido para mostrar los colores de la bandera de Ucrania pintados en el cuerpo y la frase “dejen de violarnos” (Stop Raping Us) escrita en su abdomen.

Lo anterior a raíz de las denuncias por violencia sexual contra las mujeres ucranianas que han surgido luego de la retirada de tropas rusas de algunas ciudades de Ucrania como la de Bucha en la región de Kiev, donde su alcalde Anatolij Fedoruk acusó secuestros y violaciones por parte de los soldados rusos a mujeres y niñas ucranianas hasta de 11 años.

De acuerdo con la defensora del pueblo de Ucrania, Liudmila Denisova, informó que de las 25 niñas y adolescentes de entre 11 y 14 años que fueron víctimas de violaciones por las fuerzas rusas quienes las tenían encerradas en un sótano local, nueve quedaron embarazadas.

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El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés) y ONU Mujeres condenaron las acciones por parte de las tropas rusas y pidieron que se investiguen estos crímenes de guerra de manera independiente. Sin embargo, esta situación no es única ni aislada pues históricamente se ha utilizado la violencia sexual como arma de guerra.

“Es importante recordar que el derecho internacional humanitario -que son las normas que deben de aplicar actualmente en el contexto de conflicto en Ucrania- prohíben expresamente la violencia sexual como una forma de conducir el conflicto”, nos aclaró Daira Arana Aguilar, experta en militarización y directora general de Global Thought, una organización mexicana que atiende asuntos internacionales.

Arana Aguilar detalló que particularmente los convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales son los que tienen que ver con conflictos armados internacionales y hacen hincapié en la prohibición de todo tipo de violencia sexual y contra cualquier forma de discriminación contra las mujeres, que como tal constituyen crímenes de guerra.

De acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) el concepto de violencia sexual se usa para describir “actos de naturaleza sexual impuestos por la fuerza o mediante coerción, como la causada por el temor a la violencia, la coacción, la detención, la opresión psicológica o el abuso de poder ejercidos contra cualquier víctima, ya sea hombre, mujer, niño o niña”.

“Sacar ventaja de un entorno coercitivo o de la incapacidad de la víctima para dar su libre consentimiento es también una forma de coerción. La violencia sexual comprende la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada, o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable”, indica el artículo del CICR.

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Esto no es nuevo, desde 2014 los civiles ucranianos han sido encarcelados y torturados, “y el porcentaje de personas que sufren violencia sexual sigue siendo el mismo”, explicó Anna Mokrousova, miembro de Blue Bird -asociación que proporciona asistencia psicológica a las víctimas del conflicto ucraniano- al medio Mujeres en Red.

Según el informe War without rules: Gender-Based Violence in the Context of the Armed Conflict in Eastern Ukraine (Guerra sin reglas: violencia de género en el contexto del conflicto armado en el este de Ucrania) elaborado por la Coalición por la Paz y la Justicia en Donbas en 2017, una de cada cuatro personas liberadas durante el colflicto declararon haber sufrido violencia sexual.

La violencia sexual como arma de guerra

En la guerra la violencia sexual se utiliza como arma para debilitar el tejido social a partir de las poblaciones más vulnerables no combatientes: las madres, los niños, las niñas y las minorías.

“Tiene que ver con la naturaleza mediante la cual se han instruido los ejércitos en el mundo. Los ejércitos son -en su mayoría- instituciones altamente masculinizadas donde se privilegia una masculinidad bélica, violenta, que en estos escenarios de conflicto armado resalta todos esos atributos de masculinidad donde se tiene que someter al otro y generalmente, ese ‘otro’ son las mujeres”, nos dijo la directora de Global Thought.

Además, Daira Arana añadió que el aspecto sexual tiene una connotación importante por ser una forma de dominación, no solamente de los cuerpos de las mujeres sino como declaración de superioridad nacional y racial. 

“Es decir se domina a las mujeres ucranianas -en este caso- porque se les ve como el centro de la cohesión social, del tejido social y cuando se corrompe a las mujeres, se corrompe todo ese tejido social”, detalló la experta.

Por ejemplo, en el conflicto en República del Congo se estima que en los últimos 20 años alrededor de medio millon de mujeres han sido víctimas de violencia sexual

Además, en contextos de conflictos armados se extiende un riesgo alarmante ante redes de trata de personas que se aprovechan de la desesperación y la vulnerailidad tanto de las mujeres que permanecen en las ciudades sitiadas como las que intentan huir.

Las mujeres en entornos de conflictos armados suelen ser consideradas como “territorio de conquista”, por lo que violar, matar y explotar mujeres y niñas suele considerarse parte del botín que le pertenece a los combatientes vencedores.

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Lo mismo se ha visto en el conflicto de los Balcanes, en el genocidio de Ruanda, pero también en Latinoamérica, como en Colombia donde según el Observatorio de Memoria y Conflicto  entre 1958 y 2018 se registraron 15,738 víctimas de violencia sexual.

“El Estatuto de la Corte Penal Internacional incluye la violación y algunas otras formas de violencia sexual en la lista de crímenes de guerra y en la lista de actos que constituyen crímenes de lesa humanidad cuando se los comete como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil”, explica la CICR en su sitio web.

La experta en militarización Daira Arana Aguilar nos explicó que en primera instancia son los propios ejércitos y las partes en conflicto quienes están obligadas a generar una sanción ante estos crímenes desde su régimen disciplinario que generalmente están encaminadas a una sanción penal. Es decir, la privación de la libertad, el retiro del grado y de la permanencia en el ejército de los que resulten culpables.

“Lamentablemente no es algo que se haga inmediatamente. Para que estos casos lleguen a la Corte Penal Internacional hay todo un proceso: se tienen que documentar los casos, acercarse a las instancias, algún juez tiene que atraer el caso. Por ejemplo, en la guerra de los Balcanes la justicia para las víctimas llegó muchísimo tiempo después”, recordó Arana Aguilar.

La CICR también indica que la violación y otras formas de violencia sexual se pueden considerar como otro tipo de delitos internacionales, pues se equiparan con la tortura, “por ejemplo cuando un funcionario del Estado la perpetra intencionalmente con el fin de obtener una confesión de la víctima”.

A pesar de que existe un consenso internacional de la gravedad de la violencia sexual en zonas de guerra como violaciones a los derechos humanos internacionales, la legislación suele ser ambigua para poder sancionar a los perpetradores por lo que hay un alto grado de impunidad y una resistencia importante a presentar denuncias formales por parte de las víctimas por miedo a ataques y represalias contra ellas y sus familias.

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