Tormenta política en Perú: las claves para entender el intento de golpe de Estado y la salida de Pedro Castillo

Compartir:

- Advertisement -

El miércoles 7 de diciembre la vida política peruana sufrió una fuerte sacudida. El presidente Pedro Castillo, sin previo aviso y sorpresivamente, dio un mensaje a la Nación en el que -visiblemente nervioso- anunciaba que disolvería el Congreso, declaraba estado de excepción y toque de queda.

Siguiendo los pasos de otros presidentes de América Latina, dijo que convocaría a una elección extraordinaria para una convención constituyente a fin de redactar una nueva constitución.

Esto sucedió unas cuantas horas antes de que el cuerpo legislativo votara una moción de “vacancia” de la presidencia (su destitución) bajo la acusación de “permanente incapacidad moral” debido a una serie de acusaciones de corrupción y obstrucción de la justicia.

Te sugerimos: Tres presidentes en 7 días: crisis política en Perú, ¿qué es lo que ocurrió?

De inmediato se habló de un golpe de Estado o, en todo caso, un “auto golpe” para salvar su debilitada presidencia. Esto ya había sucedido antes en Perú, cuando Alberto Fujimori, hace justo 30 años -en 1992- hizo lo mismo. Pero los resultados fueron diferentes esta vez.

Tras unas horas de incertidumbre, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional de ese país sacaron un comunicado ambiguo, en el que declaraban que “las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son respetuosas del orden constitucional establecido; el artículo 134 de la Constitución Política establece que el presidente de la República está facultado de disolver el Congreso, si éste ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros”.

Sin embargo, también explicaban que “cualquier acto contrario al orden constitucional establecido, constituye una infracción a la Constitución y genera el no acatamiento de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú”.

Así, sin decirlo claramente, determinaban que no se habían cumplido las condiciones para que Castillo pudiera disolver al Congreso. Su suerte estaba echada.

Unas horas después el legislativo se reunió y con abrumadora mayoría (101 de 130) votó su destitución. Empezaron a correr los rumores sobre el destino de Castillo. Cuando el depuesto presidente abandonó la casa de gobierno se dijo que buscaría asilo en la embajada de México en Lima, por lo que automovilistas bloquearon el acceso al edificio a fin de que no pudiera entrar. Hubo llamados a hacer lo mismo con la de Venezuela, Bolivia y Argentina. 

Pero era demasiado tarde. Castillo fue detenido y llevado a prisión, acusado de “rebelión”.

El Congreso nombró a Dina Boluarte -la entonces vicepresidenta- como nueva jefa de Estado, la primera mujer en ejercer ese cargo.

Te puede interesar: Unir a un país polarizado y combatir (otra vez) el hambre, los principales retos de Lula en Brasil

Las claves de su caída

El periodista peruano Yerson Collave nos explicó que, en primer lugar, Castillo no supo “medir sus fuerzas”. Ya que si bien llegó al poder con una bancada importante del partido Perú Libre (que se define como Marxista-Leninista) pronto se distanció de ellos. 

Antes había logrado sortear una votación similar gracias al apoyo de grupos sociales y legisladores leales, pero ahora “dio un zarpazo”, nos dijo Collave. “Se precipitó a tomar una decisión de romper el orden democrático y convertirse básicamente en un dictador”, nos aseguró el periodista. 

Por su parte, el profesor de la Academia Diplomática de Perú, Farid Kahhat nos explicó por qué en Perú esto sucede con más frecuencia que otros países: “tenemos una crisis de partidos sin parangón en el mundo”, aseguró. “Van cuatro gobiernos que no tienen sucesor de su mismo partido” y agregó que 7 de los últimos 9 presidentes han terminado investigados por corrupción o condenados

“A eso hay que añadirle una situación en la cual Ejecutivo y Legislativo están en estado de permanente conflicto. El Legislativo ha intentado destituir al presidente en siete ocasiones en seis años, y el presidente ha intentado disolver el Congreso en dos ocasiones en estos siete años” agrega Kahhat.

Castillo, si bien se había alejado de su partido, mantenía una alianza con el presidente de Perú Libre, Aníbal Torres. Fue gracias a ese apoyo que logró sobrevivir el primer intento de destitución, y se esperaba que esta vez pasaría lo mismo.

Pero no supo leer la situación”, dice Collave. “El presidente no confió en su aliado y sorpresivamente salió a disolver el Congreso y no solo el Congreso, sino todas las entidades, los organismos constitucionales autónomos”.

El factor Fujimori

Collave explicó que Castillo enfrentó desde el primer día una presión importante del fujimorismo, que jamás reconoció su derrota en las urnas. En la elección presidencial de 2021, Pedro Castillo obtuvo el 50.1% de los votos, mientras que Keiko Fujimori, de derecha, recibió el 49.8%, de acuerdo a los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE).

Fujimori nunca reconoció su derrota y acusó fraude electoral. 

Hay mucha gente que sigue con el discurso del fraude – explica Collave – y también hay una cuestión de nunca haberlo reconocido como presidente. Era evidente que desde siempre lo iban a buscar sacar del campo”.

Kahhat comparte la visión. “No reconocieron un triunfo legítimo. No hay absolutamente ningún indicio de fraude electoral”, pero “a los cuatro meses de llegado al gobierno ya había un primer punto (para destituirlo). Tuvo una oposición irreductible que no le iba a dar tregua”. 

Cuando Alberto Fujimori dio su auto golpe de Estado corrió una suerte muy distinta. Fujimori no solo tuvo éxito, sino que modificó la Constitución para poder ser reelegido. Fue un gobierno autoritario y represivo, que duró hasta el año 2000, cuando fue destituido por graves casos de corrupción.

¿Por qué Fujimori logró su golpe y Castillo no? “Cuando Fujimori anuncia la disolución del Congreso ya había completado el golpe de Estado. Tenía el apoyo de los militares y el presidente del Senado y del Congreso ya estaban detenidos”, explica Collave. Estaba consumado.

Errores no forzados

Kahhat agrega que Castillo construyó un gobierno que destacaba por su ineficacia. “Fue novedoso el gobierno en que fue el gobierno más inepto en materia de acción pública”. Licitaciones fallidas, malas decisiones en política económica y social, además de un gabinete que cambiaba constantemente y no siempre con gente capaz, le hicieron ir perdiendo apoyos y popularidad.

Además, hubo múltiples acusaciones de corrupción tanto contra él como contra sus ministros. Collave agrega que lo dañaron sus malas negociaciones con sus aliados. Nos explicó que en gran parte tiene que ver con que no supo acordar las “cuotas de poder” relevantes con los distintos partidos.

“Todos los presidentes negocian cuotas con los partidos y eso les da los votos”, dice. Castillo no pudo hacerlo. Nos asegura que “tomaba muchas decisiones temperamentalmente”, lo que le llevó a cometer muchos errores.

Más información: Lo que no sabías del populismo

La nueva presidenta

Dina Boluarte asumió de inmediato el poder con el apoyo de distintos partidos, incluidos de derecha. Ella, que había sido acusada por el Congreso de conseguir financiamiento irregular para la campaña de su partido, el lunes 5 de diciembre – dos días antes de la votación para destituir a Castillo – logró que se suspendiera la investigación que la habría inhabilitado. 

Su primera acción fue llamar a un gobierno de “unidad nacional” y pidió una tregua a la oposición para reconstruir la gobernabilidad. 

“Hay quienes creen y probablemente tengan razón, de que negoció con sectores de la oposición para llegar a la presidencia”, explica Kahhat. “Ella llegó al gobierno en alianza con sectores de la derecha, pero eso no implica necesariamente que vaya a gobernar cuatro años más manteniendo esa alianza”. 

Tiene a su favor, agrega, que “no tiene acusaciones personales de corrupción en su contra”, ya que el financiamiento ilegal por el que se le señaló no habría sido en su propio beneficio, sino de su partido. “Pero el temor que algunos tenemos es que no sea un gobierno de unidad nacional, sino un gobierno que busque evitar ser bajado. Y eso quiere decir un gobierno en coalición con la mayoría del Congreso, una mayoría que es más bien conservadora de derecha”, concluye.

Collave explica que “tiene mayor capacidad de convocar” que la que tenía Castillo, por lo que podrá conformar un gabinete con más opciones. “Habrá más caras visibles que aceptarían ser parte de su gobierno”, dice, y agrega que “ella ha mostrado señales de tener inteligencia política”, lo que le ha permitido construir más apoyos y cuidar su imagen pública.

Así, Perú amanece con una nueva presidenta. Pero sus desafíos políticos, económicos y sociales siguen ahí. El tiempo dirá si la mandataria logra mantener los hilos de poder para sostenerse en un país marcado por la inestabilidad política.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.