Juntas, libres y sin miedo: Astrid, la mujer que marchó sola el 8 de marzo en Oteapan, Veracruz

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Por: María Paula Paredes Solarte

*Esta publicación forma parte del reconocimiento por haber participado en el concurso de Crónica de la Universidad de la Comunicación.

Cada mujer vive el feminismo de diferente manera, de acuerdo con sus experiencias, su ubicación u otros factores.

Es muy diferente el feminismo en la Ciudad de México, donde existen grupos colectivos y organizaciones que apoyan el movimiento, que el de Oteapan, Veracruz, una comunidad de apenas 12,000 habitantes, en donde Astrid causó revuelo por marchar ella sola el 8 de marzo, Día de la Mujer

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La entiendo bien, me identifico con ella. Yo misma vengo de una comunidad pequeña, se llama Pasto y está al sur de Colombia, rodeada de montañas y de prejuicios.

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“Crucé la puerta, levanté el cartel y fui perdiendo el miedo”, nos comentó Astrid. El día estaba nublado, un poco raro en Oteapan. La ruta era la carretera central. A lo largo de su recorrido se cruzó con todo tipo de reacciones: aplausos, gestos de aprobación, palabras de ánimo y felicitación por su acto; pero claro, también la contraparte, risas y personas leyendo su cartel con burla. Sin embargo, nada de esto la detuvo. 

El miedo que sintió Astrid se fue transformando en fortaleza y en impulso. Los días previos a su marcha hizo lo posible por desocupar su agenda; adelantó sus trabajos para la universidad, con la motivación de no traicionar su deseo de manifestarse.  

Fue entonces que, en medio de una de sus clases virtuales, tomó cartón, pinturas y escribió: “Juntas, libres y sin miedos” y salió a la calle. Cargada de nerviosismo, empezó lo que sin saber se convertiría en inspiración para otras mujeres. Cerca de las tres de la tarde y sin dar aviso previo, dudando de lo que haría, pero segura de sus convicciones, salió de casa con el cartel en mano.  

En su trayecto, al tiempo que alguien cercano a la prensa local le pedía una foto para evidenciar el suceso, se encontró con su mamá, quien siempre le inculcó la libertad y el carácter, pero que no apoyaba que su hija marchara. Sin embargo, la vio tan decidida que no se opuso. Pasadas las tres horas, cerca de las seis de la tarde, tomó el camino de regreso a casa, pensando que eso sería todo.

Lo que no se esperaba Astrid era que su agenda tendría que ajustarse un poco más las siguientes semanas, pues la noticia de su acto de valentía había traspasado las barreras geográficas de Veracruz y México.

Como una experiencia nueva, Astrid contestó los mensajes que le llegaron todos esos días, algunos de agradecimiento y admiración, otros de mujeres que miraron en ella a una persona en quien confiar sus experiencias. 

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Es un poco agotador a veces, ya que no tengo mucho tiempo, pero sí muchas ganas de responderles a todas”, aseguró. Es que estar en el ojo de las noticias y los colectivos feministas ha causado impacto en ella, así como en las mujeres que la rodean: su abuela, su mamá y su tía, quienes la admiran, resaltando su valentía y carácter; pero también de manera injusta e inevitable en una realidad como la que se vive en México, sienten un poco de temor de toda esa atención centrada. 

En este acto anónimo y heroico, ni la misma Astrid sospechaba el impacto que iba a tener en las mujeres en escenarios similares al suyo en el presente, y por qué no, en generaciones venideras. 

”Querer es poder y esto fue por ti, por mí y por todas”, dijo entusiasmada.

Definitivamente, no es lo mismo ser feminista en un pueblo que en una ciudad grande en donde salen miles. Pero al final, a todas las mujeres nos une el mismo flagelo de la violencia y nos unirá la misma exigencia de justicia, como dice Astrid: “Juntas, libres y sin miedos”.


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