La crisis de salud mental afecta más a la infancia, ¿qué consecuencias traerá?

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En diciembre pasado la Unicef publicó que la COVID-19 ha provocado la peor crisis en la infancia en los 75 años de existencia de este organismo de las Naciones Unidas, el cual está encargado precisamente de velar por el bienestar de niños, niñas y adolescentes.

Además de otras consecuencias para la infancia como pobreza, violencia, nutrición y acceso a la educación, la Unicef añade que la COVID-19 también está poniendo en peligro décadas de progreso en materia de salud mental para la infancia.

Por eso nos preguntamos en Cuestione: ¿qué consecuencias traerá esta crisis de salud mental para las niñas, niños y adolescentes de México? ¿Y qué medidas deberían tomar los gobiernos del país para contrarrestar esta situación?

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El impacto en la salud mental

De acuerdo con la revista científica The Lancet, a partir de 2020 el número de personas con depresión grave y ansiedad se incrementó en el mundo, siendo las mujeres y los menores de edad los más afectados. 

“Los aumentos en la prevalencia del trastorno depresivo mayor y los trastornos de ansiedad durante 2020 se asociaron con el aumento de las tasas de infección por SARS-CoV-2 y la disminución de la movilidad humana (…) Estimamos que los países más afectados por la pandemia durante 2020 tuvieron los mayores aumentos”, se lee en el reporte.

En octubre de 2021, la Unicef publicó que uno de cada siete jóvenes entre 10 y 19 años “ya ha sido diagnosticado con algún problema de salud mental”. 

La doctora Jacqueline Cortés, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la UNAM, nos explicó que las medidas para evitar el contagio exponenciaron los problemas en las dinámicas familiares, se multiplicaron las tensiones y emociones, así como la invasión a la intimidad.

Después, a estas tensiones y emociones se les agregó el duelo, la depresión o el estrés de las jefas o jefes de familia que perdieron su trabajo o tuvieron que mudarse por motivos económicos, lo cual lamentablemente derivó en irritabilidad, intolerancia, desesperación, enojo y hasta violencia en las familias. 

“Además del dolor, de la pérdida y el miedo de contagiarse o no de la COVID, también está la angustia que genera la incertidumbre”, explicó y añadió que esto puede desencadenar trastornos mentales en niños y niñas que ya traían una predisposición genética a tener padecimientos mentales.

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Posibles consecuencias

En el artículo Impacto psicológico de la COVID-19 en niños y adolescentes de la doctora Isabel María Sánchez Boris, explica que los efectos psicológicos generados por la enfermedad y el confinamiento pueden perdurar más allá de la duración de estos.

Esto podría generar a largo plazo “desajustes emocionales asociados al estado de tensión sostenida, especialmente, estrés, ansiedad y depresión”, así como “una notable prevalencia de estrés postraumático en niños y adolescentes”.

“Luego de varios meses de haber vivido un evento traumático presentan tristeza y ansiedad desproporcionada, experimentan visiones de dichos eventos (flashback), alteraciones del sueño, irritabilidad, entre otras”, se explica en el artículo.

Como consecuencias podrían experimentar rechazo al reinicio de la actividad escolar. Los menores con tendencia a preocuparse en exceso “podrían manifestar reacciones ansiosas, anticipaciones aprensivas de amenazas, miedo al contagio, síntomas obsesivos-compulsivos, manifestaciones depresivas, entre otras”.

De acuerdo con la doctora Cortés, todas estas consecuencias deben atenderse porque podrían afectar el funcionamiento general de estas personas menores de edad que se encuentran en una etapa fundamental de desarrollo.

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¿Qué hacer?

En el documento de la Unicef Un plan de seis puntos para proteger a nuestros niños establece que es clave “apoyar y proteger la salud mental de los niños y los jóvenes, y poner fin al abuso, la violencia de género y el abandono”.

“Los niños, al tiempo que sufren la presión que afecta a sus familias, sumidas en la confusión, quedan privados de servicios de apoyo fundamentales. Las niñas son particularmente vulnerables, y las tasas de matrimonio precoz y embarazo en la adolescencia ya van en aumento”, dice el reporte.

Es por este contexto que la Unicef recomienda a los gobiernos del mundo aumentar los presupuestos para atender la salud mental y la atención psicosocial, “para responder más eficientemente a las necesidades de protección de los niños en situación de crisis”.

También recomienda priorizar la prevención de la violencia por razón de género y aumentar el financiamiento de protección, así como “invertir en servicios de apoyo psicosocial y salud mental con perspectiva de género para los niños, los jóvenes y sus cuidadores”, incluso a través de las escuelas, los servicios sociales y las comunidades.

Además de brindar apoyo a los padres que lo necesiten, reforzar líneas telefónicas de ayuda a niños y otros mecanismos de denuncia, la Unicef reconoce que es importante “designar como esenciales a los trabajadores de los servicios sociales”.

Por último, en el informe Estado Mundial de la Infancia, la Unicef alerta que “solo alrededor del 2% de los presupuestos de salud de los gobiernos se destinan a la salud mental en todo el mundo.”

¿Los gobiernos locales y federal de México tendrán este tipo de acciones concretas para mejorar la salud mental de niños, niñas y adolescentes? 

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